Por Aranza Gleason
Nos encontramos en los primeros días de nisán, primer mes del calendario judío, en base a él se cuentan el resto de los meses y durante muchos años se celebró el Año Nuevo hasta que se decidió hacerlo en el actual Rosh Hashaná, en el mes de tishré. Es sumamente importante porque en él ocurrió la liberación de los judíos de Egipto y el nacimiento de Israel como pueblo o nación en el desierto; es el mes en el que inició el Éxodo. Una fecha que recordamos cada Shabat, y en base a la cual se desprenden todas las festividades judías, pues en muchas formas representa la base del judaísmo, y nisán es el mes bajo el cual esas bases fueron edificadas.
De entre muchos eventos que destacan de esta fecha el que más se recuerda y celebra es la salida de Egipto y la festividad de Pésaj, sin embargo, no son los únicos y para llegar a ese punto se requirió de un avance continuo en el tiempo en el que el pueblo judío y Moisés como su líder desarrollaron una relación particular con Dios. Entre ellos se encuentra el de la zarza ardiente que Moisés encuentra en el monte. A continuación hablaremos de ello.
La Zarza Ardiente
La primera vez que Dios le habla a Moisés ocurrió en el evento de la zarza ardiente. Moisés estaba pastoreando las ovejas de su suegro Yitró cuando vio un arbusto encendido que no se consumía. Entonces Dios lo llama por su nombre, Moisés contesta “Hineni” («Aquí estoy«) y Dios le revela que sacará al pueblo judío de Egipto y será él, Moisés, quien los lideré.
Hay varios aspectos de este fragmento que lo vuelven icónico dentro de la narración que la Torah sigue pues revela los aspectos bajo los cuales se llevará a cabo la Redención de Egipto y la aparición de Dios al mundo a través de los milagros. En primera instancia lo que resalta es la orden de Dios a Moisés de quitarse los zapatos; es el mismo mandato que los sacerdotes del Templo seguían al acercarse al mismo y realizar los sacrificios. Quitarse los zapatos representa reconocer la Presencia Divina en el lugar en el que uno está parado y tomar la decisión de aceptar la situación que lo rodea. Involucra un arraigo a la tierra que las plantas de los pies tocan y la determinación de verter su persona al rol que se sigue en ese espacio; dedicar la vida a lo que hace en ese momento y lugar dado; la aceptación del rol que Dios te da. Moisés muestra su determinación de obedecer a Dios con dos signos, al quitarse los zapatos y al responder “Hineni”. Ésta palabra (que quiere decir “Aquí estoy”) cuando se usa en la Torah no se refiere a un lugar físico sino a una determinación moral, la apertura hacia la obediencia y la espiritualidad.
Además los elementos de la zarza guardan también un significado, el fuego representa la Torah, la materia elevándose hacia Dios, es la forma en que los sacrificios eran dados, el hecho de que la zarza no se consumiera con el fuego muestra una fuerza que da energía y luz sin extinguirse, en vez de consumir la materia a la que toca, da vida; es muestra de la Presencia Divina. La zarza por su lado es muestra que toda materia al ser creada por Dios puede ser depositaria de su Presencia, es decir puede reflejar la perfección.
El Dios de tu padre
Otra característica que resalta al leer el pasaje es la forma en que Dios le habla a Moisés, le llama de la misma forma que llamó a Abraham, y Moisés responde con la misma palabra que los patriarcas usaron. Dios se presenta diciéndole “Soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.” La continuidad que se establece en el texto tiene varias implicaciones, por un lado Dios le muestra que cumplirá la promesa hecha a los patriarcas sobre hacerlos ancestros de una nación vasta y cercana a Dios. Al mismo tiempo nos muestra que los judíos en Egipto aceptaron las mismas leyes morales que sus ancestros les habían enseñado, pues adoraban al mismo Dios. Rab Hirsch al explicar este pasaje nos dice “el Dios que tu padre te enseño a conocer”.
El comentarista también remarca que así como es el mismo Dios que acompañó a Abraham e Isaac en su crecimiento y gloria, también es el mismo Dios que hizo a Jacobo descender y lo acompaño en su desdicha. Es decir, la esclavitud en Egipto fue decretada por Dios y como tal tendrá un sentido, será redimida.
Yo Soy el que Soy
Otro de los aspectos que más resalta de este pasaje es el nombre con el cual Dios se presenta a Moisés. Rab Hirsch nos dice que cuando Moisés le pregunta a Dios Su nombre, lo hace porque sabe que la misión que le ha sido asignada no involucra sólo al faraón; también el pueblo judío. Moisés tiene la responsabilidad de educar a ese conjunto de tribus y convertirlas en una nación, volverlas dignas de recibir la Torah de Dios y entrar a la tierra prometida, cuando le pregunta a Dios su nombre le está preguntando por la forma en que debe presentarse al pueblo judío.
“Shem” (nombre), similar a “sham” (lugar), es el lugar teórico, la categoría a la que algo pertenece. Dar un “nombre” a la palabra significa determinar para ella su “nombre”, su lugar en el ámbito de nuestro pensamiento, “sham” es el lugar a dónde dirigirse; indica a qué lugar pertenece conceptualmente algo… La pregunta de Moisés, qué nombre debe presentar a Israel en su misión hacia ellos, es como la pregunta: ¿Qué concepto de la divinidad debe presentarles para provocar un cambio en su espíritu y provocar que se conviertan voluntariamente de la servidumbre del Faraón a la de Dios?” (Hirsch)
La respuesta que Dios da es “Ehyé asher Ehyé” que usualmente se traduce como “Yo Soy el que Soy” sin embargo, la frase es muy difícil de traducir fielmente pues en hebreo “Ehyé” es la primera persona de “Hayá” (ser) sin embargo, no tiene tiempo verbal se dice de la misma forma en el pasado, presente y futuro. Al Dios afirmar que ese es su nombre afirma su trascendencia y eternidad, sin embargo, como Hirsch muestra, también se remarca su independencia, es la afirmación más grande de libertad pues ehyé también señala el deseo de ser y sólo Dios puede decir que es lo que desea, todos los demás seres creados, son lo que deben ser; son la forma en que fueron creados. Una condición que además no se muestra sólo en el presente, sino que impacta también el futuro. Afirma que de Dios depende el futuro y afirma su total independencia. Es la primera vez que éste principio básico del judaísmo se presenta en la Torah y será el motor que guíe e inspire la salida de Egipto, que el mundo entero depende de Dios y la libertad se alcanza al atarse a leyes eternas. Es lo que las plagas demuestran y la base de la Redención que vivieron los judíos y la Redención que más adelante llegará al hombre.
Tomado de: Enlace Judío
Acerca de la Autora:
Aranza Gleason se define a sí misma como una judía en el exilio. Nació con una raíz divida como su poeta favorita; busca y ama al judaísmo, pero como a los personajes que lee, éste, también se le escapa de las manos como el agua. Para hablar de Torá y mitzvot se basa en textos de rabinos ortodoxos, experiencias personales y clases a las que asistió. En cambio, para hablar de historia y cultura judaica trata de observar todo lo que hay; desde lo más hereje hasta lo más sagrado. Sabe que judaísmo encuentra en todos los rincones de la Tierra y se vive con todos los colores de la luz. Cuando escribe busca compartir y busca encontrarse. Espera profundamente que sus textos sirvan para que una persona descubra algo que le era desconocido y lo disfrute.