NARCOGUERRA
Enrico Piovesana
Traducido por Juan Vivanco
Heroína afgana en los vuelos que regresan del frente. La noticia refuerza la sospecha sobre los intereses económicos reales que hay detrás de la guerra de Afganistán.
La noticia, difundida el lunes por la BBC, de que varios militares británicos y canadienses han sido acusados de transportar heroína a Europa aprovechando la falta de control en los vuelos militares de regreso del frente, no hace más que reforzar la sospecha sobre los intereses económicos reales que hay detrás de la guerra de Afganistán.
El tráfico «militar» de heroína descubierto entre las bases de la OTAN del sur de Afganistán (Helmand y Kandahar) y el aeropuerto militar de Brize Norton (Oxfordshire, Inglaterra), será despachado con la consabida explicación de las «manzanas podridas», del caso aislado que implica a unos pocos individuos.
Pero lo más probable es que sea la punta del iceberg o, mejor dicho, las migajas de un tráfico mucho más importante y organizado que sus principales gestores ―militares y servicios secretos usamericanos― dejan a sus aliados, evidentemente más torpes que ellos a la hora de encubrirlo.
Hace tan sólo unos meses la prensa alemana había revelado que una de las principales agencias privadas de «contratistas» encargada de la logística de las bases de la OTAN en Afganistán, Ecolog, sospechosa de vínculos con la mafia albanesa, estaba implicada en el tráfico de heroína afgana hacia Kosovo y Alemania.
El año pasado causó sensación la revelación, en el New York Times, de que Walid Karzai, hermano del presidente afgano y principal traficante de droga de la provincia de Kandahar, llevaba varios años a sueldo de la CIA.
«Los militares usamericanos no combaten la producción de droga en Afganistán porque les reporta 50.000 millones de dólares anuales: son ellos quienes transportan la droga al exterior con sus aviones militares, no es ningún misterio» declaraba en el verano de 2009 a Russia Today el general ruso Majmut Garreev.
Ya en 2008 la prensa rusa, basándose en informaciones de los servicios secretos no desmentidas por el embajador de Moscú en Kabul, Zamir Kabulov, revelaba que la heroína sale de Afganistán a bordo de los aviones de carga militares usamericanos rumbo a las bases de Ganci, en Kirguizistán, e Incirlik, en Turquía.
En el mismo periodo un artículo publicado en el diario británico The Guardian se hacía eco de los insistentes rumores sobre la práctica de esconder la droga en los ataúdes que salían por vía aérea de Afganistán con destino a otros países, repletos de heroína en lugar de cadáveres de soldados.
«Las pasadas experiencias de Indochina y Centroamérica ―se leía, también en 2008, en el sitio Huffington Post― sugieren que la CIA podría estar más implicada de lo que ya sabemos en el tráfico de droga afgana. En aquellos dos casos los aviones de la CIA transportaban al extranjero la droga por cuenta de sus aliados locales. Lo mismo podría ocurrir en Afganistán. Cuando se escriba la historia de la guerra, la sórdida implicación de Washington en el tráfico de heroína afgana será uno de los capítulos más vergonzosos».
En 2002 el periodista usamericano Dave Gibson, de Newsmax, citaba una fuente anónima de los servicios secretos de su país según la cual «la CIA siempre ha estado implicada en el tráfico mundial de droga y en Afganistán simplemente está haciendo lo que es su negocio preferido, como ya había hecho durante la guerra de Vietnam».
Según el historiador usamericano Alfred McCoy, principal investigador de la implicación de la CIA en el narcotráfico, en todas las guerras con intervención usamericana de los últimos 50 años (hasta la resistencia antisoviética afgana de los años 80), el principal objetivo de la ocupación de Afganistán era reanudar la producción de opio, inopinadamente prohibida el año anterior por el mulá Omar con la esperanza de ganarse el reconocimiento internacional.
Los hechos y el sentido común parecen confirmar la tesis de McCoy: tras la invasión de 2001, la producción y distribución del opio afgano (y de la heroína) se recuperaron hasta alcanzar niveles nunca vistos, pulverizando en pocos años las cifras de la época talibana; mientras tanto los ejércitos de EEUU y la OTAN siempre han evitado comprometerse en la lucha contra el narcotráfico y han seguido respaldando a los señores locales de la droga.
Cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿Por qué los aparatos militares y de inteligencia usamericanos, que en teoría se encargan de la seguridad nacional e internacional, están tan interesados, desde hace decenios, por el control del narcotráfico? ¿Por la venalidad de sus vértices corruptos? ¿Con el fin de recaudar fondos para operaciones encubiertas? ¿No habrá detrás de esto algo más estratégico y sistémico que, en última instancia, también esté relacionado con la seguridad?
El director general de la oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (ONUDD), Antonio Maria Costa, contestó implícitamente a esta pregunta cuando declaró que los enormes capitales generados por el reciclaje de los ingresos del narcotráfico son la savia vital que garantiza la supervivencia del sistema económico usamericano y occidental en los momentos de crisis.
«La mayor parte de las ganancias del tráfico de droga, un volumen impresionante de dinero, se incorpora a la economía legal con el reciclaje» afirmaba Costa en enero de 2009. «Esto significa introducir capital de inversión, fondos que terminan también en el sector financiero, que se encuentra bajo una evidente presión [a causa de la crisis financiera global]»
«El dinero procedente del narcotráfico es actualmente el único capital líquido de inversión disponible» proseguía el director de la ONUDD. «En 2008 la liquidez era el problema principal del sistema bancario, de modo que este capital líquido se ha convertido en un factor importante. Al parecer los créditos interbancarios se han financiado con dinero procedente del tráfico de droga y otras actividades ilícitas. Por supuesto es difícil de demostrar, pero hay indicios de que cierto número de bancos se han salvado de este modo.»
Fuente: peacereporter