Por P.A. David Nesher
«Velo-zachar sar-hamashkim et-Yosef vayishkachehu.»
«Pero el Maestro de coperos no se acordó de Iosef, sino se olvidó de él.»
(Bereshit/Génesis 40:23)
Evidentemente, la felicidad le hizo olvidar al copero la desgracia de su compañero de celda. Este fenómeno es, desgraciadamente, muy humano, y lamentablemente bastante común en la historia de las relaciones humanas. Es simple, se llama ingratitud. El ser humano, en su naturaleza caída, tiende a olvidar al prójimo que estuvo junto a él en los momentos difíciles, pero el Eterno no olvida a Sus fieles. Sin duda se cumplen estas hermosas palabras: “…Muchos males hay acechando al justo, pero de todos los salva el Eterno…” (Tehilim/Salm 34:20).
El copero olvidó a Yosef, y con ello, la “llave” que le abriría la prisión se le negó. Yosef permaneció en prisión 12 años en total; los primeros diez años le habían sido decretados como corrección por haber contado a su padre habladurías (o Lashón Hará), contra sus hermanos, (excepto Binyamin). Dos años adicionales le fueron decretados como castigo por haber confiado en que su salvación vendría de un ser humano, es decir, por confiar en las influencias del copero. Yosef le había pedido: “…Háblale bien de mí al faraón……». Por haber confiado en un hombre, tuvo que pasar dos años más en la cárcel. Esa corrupción no se permite a los líderes del Reino. Dos años de cárcel merece esa actitud de manipulación, intentando usar un “enchufe, rosca, palanca, cuello”. Si no vas por la vía legal mereces «dos años de cárcel» (códigos en metáfora) según la justicia celestial. Era pues necesario que Yosef comprendiera y aceptara que su estancia en la cárcel no dependía del copero ni del faraón sino de Yahvéh, nuestro Dios.
Ahora pues Yosef estaba penando por duplicado, triplicado, cuadriplicado; estaba preso, era esclavo, era extranjero y ya no había esperanza de cambiar su amarguísima situación.
Los días se hicieron meses, estos se volvieron años y no había rescate para Yosef. Tantas esperanzas, tantos sueños, tantas promesas y proyectos que quedarían sepultados en la espesura terrible del pozo en el cual se encontraba. Pero, he aquí una importante lección, a veces lo que parece un fracaso en verdad es la semilla de un éxito verdadero.
Dos largos, crudos y terribles años transcurrieron para que el jefe de coperos se acordara de Yosef. No lo hizo gratuitamente, sino para ayudar a su amo el Faraón (en hbr. Paró), que estaba en problemas, justamente por un sueño que complicaba a los sabios egipcios. Y recién entonces, pudo salir Yosef del pozo para transformarse en un arrebato veloz e inesperado en el segundo hombre más poderoso de la tierra. O quizás el primero, ya que Faraón confió todo lo suyo a su ingenio.
Yosef ya había aprendido de la peor manera, cuando recibió el castigo de parte de sus hermanos, y su venta, y la esclavitud, y la falsa acusación, y el lastimoso pasaje por la cárcel. Ahora estaba seguro de que el camino debía ser el de la construcción de paz, no más orgullo, chismes, y holgazanerías, ya no más el “ego” (ratzón atmutz = «deseo de recibir sólo para sí»). Así pues, un sueño (el primero que Yosef contó a sus hermanos), había causado que Yosef cayera. Ahora otro sueño (el que aclararía a faraón), lo encumbraría por encima de todos los demás mortales.
Enseñan los sabios que, el hombre guarda su alma con toda su pureza cuando doblega su cuerpo con cuatro herramientas espirituales:
- El ayuno;
- El estudio de los secretos de la Torah;
- Las veladas de estudio;
- La resistencia al instinto animal.
Recapitulemos. ¿Por qué son importantes estos relatos? Si analizamos en detalle el destino de Yosef, notaremos la similitud con la historia del Pueblo de Israel en el exilio.
Yosef, un muchacho de 17 años, hijo predilecto de Yaakov, es arrancado de repente del seno familiar, erradicado de su país y vendido como esclavo en un país extraño. El joven se ve envuelto en circunstancias difíciles y crueles, y dichos acontecimientos le suceden siendo él inocente. Cualquier otra persona en su lugar se hubiera deprimido, entristecido, sintiendo inclusive cierta indiferencia a todo como consecuencia de su condición. Sin embargo Yosef entendió que debía ponerse a la altura de las circunstancias. Como esclavo cumplió sus tareas óptimamente, hasta que por mérito de Yosef, su amo Potifar tuvo éxito en cualquiera de sus emprendimientos. Esa es la particularidad de todo israelita, que en toda situación y circunstancia trata de cumplir con su misión de la mejor forma.
Los sabios nos explican que cada justo se distingue por la práctica de una virtud (midah) o de un mitzvah (mandamiento) por la que siente especial predilección. La mitzvah que caracterizó a Abraham fue la circuncisión, la de Yitzjak, fue la oración, y la de Yosef fue la profunda piedad que manifestó a través de su castidad, el cuidado de su brit milah (circuncisión).
Los sabios nos dicen que, lo ocurrido a Yosef no fue un error de alguien. Todo lo que ocurrió tenía que suceder así para que Yosef fuera a Egipto y pudiera plantar la semilla para la redención de los israelitas. Todos estos registros son narraciones preparatorias para la introducción de Mashiaj en Israel y el mundo. Si desconectamos al Mashiaj de los relatos de la Torah creamos un falso Mashiaj, un híbrido sin soporte histórico. El Mashiaj está conectado de manera profunda con la historia misma del pueblo de Israel. Yosef es un hijo de Yaakov quien es al mismo tiempo una sombra profética que apunta al Mesías y rey de los judíos: “…Yeshúa’ Hanotsrí Mélej Hayehudim…”, (Mat 27: 29, 37, 42; Juan 19:19).
Conclusión:
A semejanza de lo ocurrido a Yaakov, las cosas negativas que llegan a sucedernos son las llaves que abren las puertas de la transformación, permitiéndonos ver que hay más niveles para que nosotros ascendamos.
Puede que no siempre seamos capaces de controlar la situación, pero sin duda podemos controlar nuestra actitud hacia ella, y cómo elegimos enfrentar cualquier situación. Por eso, ya que nuestra vida refleja las elecciones que hemos hecho en el pasado, si estamos buscando resultados diferentes, debemos hacer elecciones diferentes. En cualquier momento, nos estamos moviendo hacia el cambio y el crecimiento, o nos estamos alejando de ambos. Escoger movernos hacia adelante cuando sentimos que todo está perdido, es lo que logra atravesar la negatividad y nos cambia para siempre.
Por esto no te desesperes cuando las cosas van en dirección contraria a lo que esperabas al ser fiel y amante de la justicia y la verdad. Sigue amando y confiando en el Eterno que constantemente está cerca de los justos, y con el tiempo te sacará del apuro. Aprende a amar a todos, no hables mal de nadie y no intentes aprovecharte de los contactos para obtener beneficios personales. Cuando hayas aprendido esa lección estarás preparado para ser levantado y elevado.
Recuerda que movernos derecho, adelante y hacia arriba es una decisión para conectarnos más e involucrarnos con la energía espiritual. Que Yahvéh, el Abba nuestro, nos permita alcanzar el mérito del atributo de *emunah (confianza en el Eterno), en verdad y de causar que descienda sobre nosotros toda la buena abundancia espiritual y material desde ahora y para siempre. Amén.