Te guste o no, si vives en Europa o América, perteneces al denominado mundo occidental. Y, te guste o no, gran parte de la sociedad que allí se ha conformado ha sido influida desde sus orígenes por las creencias del cristianismo, por lo que a esta porción del globo también se la conoce como el mundo cristiano. Sin embargo, “la mayor parte de lo que creemos saber sobre el cristianismo proviene de tradiciones posteriores, de algunas historias de Hollywood y lamentablemente de El Código Da Vinci, que no corresponden necesariamente con la realidad”, asegura la profesora Candida Moss, teóloga y escritora de la Universidad de Notre Dame en una publicación para el The Daily Beast. Según esta investigadora, muchos de los hechos relatados por el catolicismo a lo largo de su existencia no se corresponden del todo con la realidad histórica.
A continuación comparto con ustedes cuatro de los mitos cristianos develados por Moss:
1. No eran cristianos.
Jesús y sus discípulos fueron judíos, al igual que las Sagradas Escrituras que estudiaban, y los rituales que practicaban, incluso la propia concepción del Mesías era pura y exclusivamente judía.
Es verdad que en el Evangelio de Juan, un escrito elaborado aproximadamente en el año 90 d.C., Jesús menciona algunas cosas muy desagradables sobre los judíos. Y también es cierto que Pablo incitó a los conversos gentiles a incumplir con todas las exigencias de la ley judía o halajá, incluyendo la circuncisión. Pero ni Pablo ni ninguno de los evangelistas utilizaron el término ‘cristiano’ para referirse a los seguidores de Jesús.
El quinto libro del Nuevo Testamento, conocido como Los Hechos de los Apóstoles, nos dice que este nombre fue utilizado por primera vez en Antioquía (ciudad que se encuentra en la región del Mediterráneo de la actual Turquía) en los años 60 d.C. No obstante, un creciente consenso entre los estudiosos asegura que ninguno de los Evangelios o epístolas escritas durante la segunda mitad del siglo I utilizaron la palabra “cristiano” en absoluto. Esto significa que para la mayoría del primer siglo, los seguidores de Jesús eran conocidos como judíos, pertenecientes a la secta de los nazarim (nazarenos) según la denominación que le adjudicaban las otras sectas judías.
La división real entre judíos y cristianos, lo que los expertos denominan la separación de los caminos, fue un proceso que se llevó a cabo a lo largo de los siglos. Aún en el siglo V, el elocuente arzobispo de Constantinopla, Juan Crisóstomo, se quejaba de que los cristianos no dejaban de asistir a las sinagogas.
2. Los primeros «cristianos» no tenían biblias “cristianas”.
Al principio, las únicas Escrituras con las que contaban las comunidades cristianas eran las hebreas o Tanak. De hecho, escribir los textos incluidos en el Nuevo Testamento tomó casi un siglo, desde la muerte de Jesús.
Mientras que muchos de los libros del Nuevo Testamento ganaron prestigio en el siglo II, no fue hasta el 367 d.C. que se conformó una lista final de libros que corresponde a la moderna colección que actualmente de utiliza.
Antes de esa época, la gente tenía distintos cánones, que cambiaban mucho en su extensión. Algunos de ellos (como el del hereje Marción, del siglo II) eran mucho más pequeños, mientras que otros (como los utilizados por la Iglesia Etíope) eran más grandes.
Intertanto se conformaba ese canon definitivo, los discípulos leían otros libros que ahora no son canónicos, como historias sobre los discípulos y mártires. Lo que sí tenía centro de atención en su investigación y meditación de la Sabiduría divina eran los rollos de la Torah.
3. Nunca se escondieron en catacumbas.
Existe una creencia popular de que los primeros cristianos se escondieron en las catacumbas para escabullirse de la persecución. Es cierto que en ocasiones los cristianos se reunían en las tumbas para honrar a los muertos en las comidas especiales, pero esto lo hacían por una tradición que adecuaron de los rituales funerarios paganos romanos. Es probable que en esos momentos celebraran también la Eucaristía en grupos pequeños o quizás narraban historias sobre el cristiano que había partido.
Sin embargo, se ha comprobado que los cristianos no se escondían en catacumbas. Si hubieran intentado ocultarse en las catacumbas, los habrían descubierto con facilidad, afirma la autora.
Esta leyenda aparece mucho tiempo después, y tiene relación con los primeros guías turísticos romanos que cuando asociaban algo al cristianismo, lo convertían en más valioso e interesante para los visitantes de Roma. Narrar espeluznantes historias sobre los cristianos que se ocultaban en las catacumbas se volvió en una atracción aún más fascinante para los turistas.
4. Pedro no fue crucificado cabeza abajo por humilde.
Una de las historias de martirio más conocidas por todo cristiano es la del apóstol Pedro. Se ha dicho que él mismo solicitó que fuera crucificado con la cabeza hacia abajo porque era demasiado indigno como para morir del misma forma que su maestro Jesús. Esta historia no es solo material del Catecismo, sino que también se inmortalizó en películas como Quo Vadis en la que Nerón, el emperador romano, ataca a los cristianos que estaba usando como chivos expiatorios para involucrarlos como autores del Gran Incendio de Roma.
No obstante, las primeras versiones sobre la muerte de Pedro indican una historia muy diferente. De acuerdo a «Los Hechos de Pedro«, uno de los primeros libros apócrifos, el apóstol fue perseguido por las autoridades romanas porque había persuadido a las concubinas de prominentes hombres de Roma para que se abstuvieran de prestarles servicios sexuales. En lo referente a su crucifixión, este libro relata que Pedro insistió que se hiciera de esa forma recordando al fruto del árbol que Adán y Eva probaron y que, según él, ese pecado simbolizaba el estado caído del mundo.
Toda esa historia de que Pedro por humildad no quiso ser crucificado del mismo modo que Jesús apareció por primera vez recién en el siglo IV, después de más de 200 años de su muerte.
Finalmente, la teóloga Candida Moss indica que lo irónico de todo esto es que muchos mitos cristianos no pretenden ni siquiera apoyarse en las fuentes históricas más tempranas, lo que no estaría mal si reconocieran que se trata de cuentos morales y no de información de testigos.