Autora: Miriam Diez Bosch
La tristeza no es de entrada un sentimiento deseable, sino que en principio intentamos rehuir cualquier sentimiento de angustia, tedio o depresión. Pero es necesaria e incluso benéfica.
El jesuita Giovanni Cucci S.J, escritor en la Civiltà Cattolica , revista de los jesuitas en Italia que ahora también se edita en español por la editorial Herder y que dirige el padre Antonio Spadaro S.J, cree que “la tristeza forma parte de la vida y ayuda a captar su riqueza de matices”.
No solo esto: estar triste puede ser beneficioso, porque encierra enseñanzas valiosas, y suprimirla sería como eliminar la noche de la jornada. “Eliminar la tristeza significa cerrarse a la posibilidad de acceder a los sentimientos y actitudes que les son especulares como la alegría, la paz, la creatividad, el gusto por la vida”.
No es lo mismo la tristeza con causa que la depresión (sin causa). La depresión debe ser objeto de atención médica, puntualiza el jesuita.
¿Sabes qué es la alexitimia?
Un signo preocupante de la marginación de la tristeza es la creciente difusión, entre adolescentes y jóvenes, de la “alexitimia”, es decir, de la incapacidad de reconocer y expresar su propia vida afectiva, una situación de frialdad y superficialidad crónicas.
La tendencia a la anafectividad también puede ser alimentada por la revolución digital, que, junto a la indudable gama de posibilidades y recursos, ha puesto de manifiesto nuevas formas de “trampa para la mente”.
La enorme oferta que proponen las redes sociales “puede ser una manera de huir de la tristeza” y de la “incapacidad de estar solos”.
Consumir medios de comunicación digital –a los que se dedican muchas horas al día- puede ser un modo de “huir de sensaciones desagradables como la soledad y la tristeza”.
La parte positiva, prosigue el artículo sobre la tristeza, es que precisamente “tedio, tristeza y soledad”, que son fuentes de sufrimiento, pueden ser también la “puerta de acceso” hacia las “más altas posibilidades de uno mismo”, como la “creatividad, verdad, empatía y compasión”.
Acoger, pues, la vulnerabilidad y la fragilidad pueden ser caminos para la creatividad.
Esta tristeza permite comprender también el dolor de los demás, y puede ayudar a la contrición.
San Ignacio y la Desolación
El artículo de La Civiltà Cattolica también recoge la idea de san Ignacio de Loyola, que ofrece una valoración “compleja” del estado de tristeza, que él califica con el término “desolación”. De hecho, para Ignacio es relevante una tristeza capaz de mantener el espíritu abierto, de “conservar la vigilancia y de invitar a la humildad”. Estas son condiciones indispensables para el progreso en la vida espiritual.
El autor Cucci considera finalmente que la tristeza puede recordarnos “el valor del tiempo, de las personas y de las posibilidades que no estarán siempre a nuestra disposición”.
Ya lo saben: pónganse tristes, y aprovechen la vida.
Tomado de: Aleteia