parashá noaj

¿Reconoció Dios que cometió un Error?

Por P.A. David Nesher

«Y vio Yahvéh que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.
Y se arrepintió Yahvéh de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón«.

(Génesis 6: 5- 6)

Comencé citando literalmente el texto de la versión Reina-Valera 1960 que es la traducción que más permite el plantea de la pregunta con la que encabecé a esta bitácora.

Ahora haré lo que ya todos los discípulos de Yeshúa a quienes sirvo saben que hago, cuando un texto bíblico genera incógnitas por causa del sentido idiomático mismo.  Consideraré junto a ustedes el famoso adagio italiano: “traduttore, traditore”. Toda traducción contiene una traición. Esto lo hago porque este proverbio italiano es un juego de palabras basado en el hecho de que traición y traducción tienen una raíz latina similar; forman parte de un conglomerado de ideas que incluye también la palabra tradición. Y es justamente esta última (la tradición) la que estamos obligados a juzgar, y hasta desechar si es necesario, de nuestra tarea interpretativa del texto sagrado.

Lamentablemente, existe una línea interpretativa, llamada teísmo abierto que insiste en creer que Dios se arrepintió con tristeza porque estaba sorprendido o desconocía la profundidad de la naturaleza pecadora del hombre en que cayó. Así, desde este versículo, se afirma que Dios desconoce lo que las personas escogerán hacer. Por ello, y bajo la sutil influencia de este pensamiento, incontables mentes humanas, al llegar a este texto se cuestionan lo siguiente:

¿Quiere decir que Dios  se arrepintió de crear a la humanidad en el sentido de reconocer que había cometido un error? ¿En verdad, se da a entender que Dios cambia de opinión?

Para poder aclarar estos planteamientos llenos de sinceridad, me corresponde decirles que todo texto bíblico debe ser considerado desde el contexto escritural general. Desde aquí acudiremos ahora a las Sagradas Escrituras y notaremos que estas dicen que YHVH no cambia. Esto significa que no cambia su naturaleza, ni tampoco sus decisiones, ni su manera de pensar, ni su voluntad.

“Porque yo YHVH no cambio;

por esto, hijos de Yacov (Jacob), no habéis sido consumidos»

(Malaquías 3:6)

Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación

(Santiago 1:17)

Por lo cual, queriendo Elohim mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros

(Hebreos 6:18)

Por todo este contexto general de la revelación escritural concluimos que nuestro Todopoderoso Abba es UNO y ÚNICO y que en Él no hay error ni imperfección.

Por eso, al regresar al texto del sexto capítulo de Bereshi (Génesis), debemos considerar algunos aspectos claves para la excelente interpretación del mismo.

En primer lugar, aceptemos que el relato que Moshé hace en los capítulos 4 al 6 pretende llevar a sus lectores a tomar conciencia de lo que produce en la historia la degradación humana en su descenso (yrida) a la bestialización (para entender esto invito a leer: ¿Hombre en señorío o humano bestializado?) Con estas líneas el Eterno quiere revelar cómo es el proceso de la precipitación humana hacia la degradación, y su necesidad absoluta de redención y restauración por medio de Su Gracia.

Antes de continuar, quiero dar gloria al Eterno por haberme conducido en Su bendita Unción a vivir en el convencimiento de la importancia de conocer las raíces hebreas de nuestra fe en Yeshúa. Cuan prioritario es para el sincero investigador de las Sagradas Escrituras ir al hebreo cada vez que estudiamos la TaNak (mal llamado Antiguo Testamento en la teología cristiana).

Por eso, veamos nuevamente lo que nos dice la versión Reina Valera 1960:

Y se arrepintió YHWH de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón”.

(Génesis 6:6)

¿Qué nos dice el hebreo?

Veamos:

ו וַּיִּנָּחֶּם יְהוָּה , כִּי -עָּשָּה אֶּת -הָּאָדָּם בָּאָרֶּץ ; וַּיִּתְעַּצֵּב , אֶּל -לִּבו

Leído en nuestro idioma se pronuncia así:

“VAINAJEM” YHVH KI-ASAH ET-HA'ADAM BA'ARETZ VAIT'ATZEV EL-LIBO"

Traducido esto al español en forma correcta se debe leer:

«Y SE CONSOLÓ YHVH PORQUE HABÍA HECHO AL HOMBRE EN LA TIERRA Y SE ENTRISTECIÓ SU CORAZÓN»

Primero la palabra hebrea que aparece ahí en el verso 6 del capítulo 6 de Bereshit (Génesis) que los “traductores” de la Reina Valera y de otras versiones vierten como “arrepentimiento” es “nakjám” y puede traducirse como “consolarse”, “suspirar fuertemente en exhalación” o “lamento”. “Nakjám” es una expresión hebrea que se usa para:

  • Sentir pena por algo o alguien
  • Sentir pesar por algo o alguien
  • Sentir dolor por algo o alguien
  • Entristecerse por algo o alguien
  • Sentir un corte hasta lo más profundo del corazón.

Por lo tanto, en este texto tiene la connotación de «haberse dolido» o “haberse consolado” por la situación infrahumana que la humanidad había alcanzado según el contexto de la historia del capítulo seis. No sólo la mayoría de los seres humanos se había corrompido por completo, además “se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia” (v. 11). Es decir que la humanidad se había vuelto tan violenta que Dios se vio en la necesidad intervenir. El mundo había dejado de ser un lugar seguro en todos sus ámbitos existenciales.

No es que Dios se había equivocado al crear al hombre; pero sí le dolía ver los errores que el ser humano estaba cometiendo. La causa de su dolor era la humanidad en sí, no el hecho de haberla creado. En otras palabras, el comportamiento del hombre no fue una sorpresa o algo inesperado para Él.

El Eterno no se arrepintió de algo que hizo. Él es perfecto y por lo tanto nunca se equivoca (cf. Salmos 18:30). Bajo este entendimiento entendemos que YHVH se consoló asimismo por haber hecho al hombre en la Tierra, no por haber cometido un error en su creación, ni porque ésta fuera imperfecta, sino porque que las condiciones en las cuales el hombre estaba eran lamentables y tristes para él, me refiero a la ya habituada y constante inclinación al mal que los hombres y mujeres tenían (v. 5).  ¿Logra usted discernirlo?

Una clave para entender bien este pasaje se encuentra en el mismo polémico verso 6, que dice; “Y SE ENTRISTECIÓ SU CORAZÓN”. O sea, que el asunto aquí no es una actitud de arrepentimiento por haber hecho algo mal, sino que una actitud de consuelo y tristeza por la condición del hombre quien estaba de continuo inclinado al mal habiendo así torcido su esencia a condicionamientos del inframundo (Sitrá AjRá) mismo.

La voluntad de Dios al crear al hombre fue que éste lo sirviera fielmente sujetándose a la Sabiduría de Su Instrucción. Cuando el hombre se volvió exageradamente pecaminoso, el Eterno sintió tristeza por los resultados de haber creado al hombre. Pero Yahvéh no cambió Su voluntad. Siguió siendo Su voluntad que el hombre le sirviera y procedió a eliminar a aquellos hombres que no aceptaban esta voluntad divina por medio de un terrible diluvio.

Otro ejemplo del uso de nakjám en el contexto del Eterno Dios está en 1 Samuel 15:35, cuando Dios se arrepentía [nakjám] de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel. Una vez más, Yahvéh no se estaba lamentando de su decisión, sino de los errores de Saúl. La voluntad de Dios al escoger a Saúl como rey sobre Israel fue que Saúl le obedeciera y que sirviera de ejemplo a todo Israel como un siervo de Dios. Cuando Saúl le desobedeció, Yahvéh sintió el pesar por los resultados de la rebeldía de Saúl (1 Samuel 15:11). Pero Yahvéh no cambió Su voluntad. Él continuó en Su anhelo de poner como rey sobre Israel a un hombre fiel. Por tanto, anunció que haba quitado el reino de Saúl por su desobediencia y lo dio aun hombre más fiel (1 Samuel 15:28,29).

En otras palabras, Dios puede llegar a cambiar su actitud para con la humanidad con base al comportamiento humano (generalmente cuando hay pecado o error). Cuando nos equivocamos, Dios se lamenta profundamente viendo que insistimos en tomar decisiones que nos hacen daño. Esta es la diferencia entre el arrepentimiento humano (volverse del pecado para seguir a la Instrucción de Dios) y el arrepentimiento a nivel de Dios (cambiar su actitud hacia la humanidad con base a nuestro comportamiento).

Las Sagradas Escrituras describen muchas situaciones en las que Dios se ha lamentado o ha cambiado su curso de acción, y esto siempre es debido a errores humanos.

Por otra parte un ejemplo sencillo de esto es Cuando en Génesis dice «Y se acordó Elohim de Noaj (Noé)” (Génesis 8:1) como si se hubiera olvidado de él, es a mi parecer, un asunto de «lenguaje figurado» de las escrituras hebreas, donde nos encontramos con un «antropomorfismo», ósea, se le atribuyen características de hombre a Elohim, para hacerlo más cercanos a nuestra naturaleza. Es el hombre quien se arrepiente, olvida, peca, etc. y no YHVH. Para una sana «interpretación», es necesario considerar el lenguaje figurado, entre otras cosas. Recuerde «un texto fuera de contexto siempre sirve para un pretexto«.

Como dijimos, el Eterno se dolió al ver la profunda corrupción del camino de vida que la humanidad había escogido (Génesis 6:5). El relato deja claro que, con todo, Dios siente pesar cuando ve que la gente lo desprecia o lo desobedece. La Escritura está aquí describiendo a ese sentimiento que invade a todo padre cuando ve a sus hijos tomando malas decisiones que le llevan a errar y consecuentemente a sufrir. Esto experimentó el Altísimo cuando miró a Sus criaturas haciendo lo malo ante Sus ojos.

Pero esto no significa que se haya equivocado al crear al ser humano. Su dolor fue causado por el catastrófico estado al que la rebelde humanidad había llegado en la época pre-diluviana.  Pero la decisión estaba ya tomada, era momento de reemplazar a la humanidad, la gente de esa época sería arrasada.

Sin embargo, el dolor que los hombres le causaron no hizo que cambiara su forma de ver a la humanidad. El cambio de disposición de Dios hacia la humanidad pre-diluviana no le hizo en manera alguna abandonar Sus consejos eternos; de hecho, salvó a la raza humana al haber protegido a Noé y su familia del Diluvio (Génesis 8:21; 2 Pedro 2:5, 9).

Yahvéh conservó a este grupo de escogidos para formar un tronco de linaje nuevo, en un mundo purificado por el juicio, y en vista de introducir finalmente el Hijo del Hombre, nuestro Mesías, como cabeza de la creación y de todas las cosas.

Fue, pues, la desobediencia del hombre a la condición que Dios le puso para bendecirlo, lo que hizo cambiar a Dios tocante a Su disposición hacia aquél, y fue la inmutabilidad de la naturaleza de Sus consejos lo que preservó a Noé y su casa.

La corrupción del hombre no fue una sorpresa para el Eterno, ni sintió que crearlo hubiera sido un error. Es más, Dios siguió trabajando con los seres humanos después de esto, comenzando por Noé —quien “halló gracia ante los ojos del Eterno” (Génesis 6:8). A diferencia del resto de la humanidad, Noé era un hombre justo que caminaba con Dios (v. 9).

Entonces, ¿se equivoca Dios? Definitivamente No; Él es absolutamente perfecto. Los hombres son los que se equivocan y son inconstantes. Dios no se equivoca, su propósito es eterno y El mismo se encarga de que se lleve a cabo porque Él no comparte su gloria con nadie. Yahvéh no cambia de parecer, y lo más importante que debemos siempre tener en mente es que su voluntad es que los hombres se arrepientan, sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (2 Pedro 3:9, 1 Timoteo 2:4).

Por último, es necesario que entendamos que el Eterno se aflige por nuestro pecado; y los que quieren verdaderamente andar con Él, como lo hizo Enoc, sentirán también ese pesar que los conducirá al aposento de oración para compartir la aflicción de Dios, y experimentar en el ministerio de intercesión lo que el apóstol Pablo expresó:

«…como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, aunque poseyéndolo todo«. 
(2 Corintios 6: 10)


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Beney HaElohim… ¿Hombres o Ángeles?

Por P.A. David Nesher

Y fue cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijos; y vieron los hijos de los señores que las hijas del hombre eran hermosas, y tomaron para sí mujeres entre todas las que habían escogido. Y dijo el Eterno: no luchará para siempre conmigo mi espíritu por causa del hombre, porque él es también carne; y serán sus días (de vida) ciento veinte años. Los gigantes estaban en la tierra en aquellos días, y también después, cuando conocieron los hijos de los señores a las hijas del hombre y les parieron hijos; éstos fueron los valientes que siempre hubo, varones de fama. Y vio el Eterno que era grande la maldad del hombre en la tierra, y que todo el impulso de los pensamientos de su corazón era exclusivamente malo todos los días. Y se arrepintió el Eterno de haber hecho al hombre en la tierra, y se afligió en su corazón. Y dijo el Eterno: borraré al hombre que cree, de sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta el cuadrúpedo, hasta el reptil y hasta el ave de los cielos; porque estoy arrepentido de haberlos hecho. Más Noé halló gracia ante los ojos del Eterno”.(Bereshit / Génesis 6: 1-8)

Antes que nada, conviene que les exprese una realidad. Todos los hechos pre-diluvianos suelen ser oscuros e imposibles de abordar desde la documentación científica, pues el Mabul (Diluvio) fue una gran debacle que borró o alteró perpetuamente los rastros de épocas anteriores. Por lo cual, el único documento fiable y veraz con el que contamos es el relato que el Eterno hizo de los acontecimientos en el sexto capítulo del libro Bereshit (Génesis). Relato que se encuentra exclusivamente en la Torah (Instrucción), y que debe ser interpretado a la luz de las explicaciones que oralmente el Creador trasmitiera a Moshé (Moisés), y éste a los sacerdotes de la nación de Israel para ser transmitida a las generaciones de escogidos que formarían Israel por todos los siglos.

Recordemos que el relato de los documentos usados por Moshé en los diez primeros capítulos de este libro no persigue el objetivo de otorgar información científica (para eso está el trabajo humano), sino que buscan crear una concientización de características celestiales en las mentes de los Beney Israel (hijos de Israel) que estaban siendo entrenados por Moshé en el desierto a fin de convertirse en una nación de sacerdotes (Shemot 19:6).

Muchos comentaristas sostienen que estos ‘hijos de Dios’ (hebreo: Beney HaElohim) eran descendientes varones de Seth, el hijo de Adam que sustituyó a Abel en el sacerdocio de justicia (Malki-tzedek). Estos estudiosos de los códigos escriturales se basan en la premisa de que el fiel Noaj (Noé) procedía de la línea de Set, mientras que los demás linajes que descendieron de Adán —el de Caín y los de sus otros hijos (Gé 5:3, 4.)— perecieron en el Diluvio. Por ello alegan que el que los “hijos del Dios” tomaran por esposas a “las hijas de los hombres” (que bien interpretan como descendientes de Caín). Por ello, aseguran en sus comentarios bíblicos que hubo uniones matrimoniales entre los sethitas y las descendientes del malvado Caín.

Sin embargo,  no hay nada que muestre que en aquel tiempo Dios hiciera tal distinción entre los linajes humanos. El resto de las Escrituras no confirma esta conclusión, a saber, que las dos líneas hicieran enlaces maritales de los que nacieron los “poderosos” (hb. guibborim) de que habla el Génesis  6 versículo 4. Si bien es cierto que la fórmula “hijos de los hombres» [o “de la humanidad”] que los defensores de la postura antes indicada contrastan con el apelativo ‘hijos de Dios’, se suele emplear de manera peyorativa, no siempre es así. (Compárese con Sal. 4:2; 57:4; Pr 8:22, 30, 31; Jer 32:18, 19; Da 10:16.)

Los partidarios de la interpretación citada con anterioridad cuestionan que los “hijos del Dios verdadero” (de Génesis 6:2-4) sean criaturas angélicas, pues objetan que el contexto se refiere exclusivamente a la maldad humana. Sin embargo, no es una objeción válida, pues la interferencia malévola de espíritus en los asuntos del hombre podría contribuir o potenciar el aumento de la iniquidad humana. Aunque estos seres no se materializaron cuando Yeshúa HaMashiaj estuvo en la Tierra, fueron responsables de conducta humana sumamente degradada.

Estudiando sin prejuicio este pasaje, resulta lógico que Bereshit (Génesis) mencione la interferencia de algunos hijos angélicos de Dios en los asuntos humanos, ya que da cuenta a buen grado de la gravedad de la situación existente en la Tierra antes del Diluvio.

Al hablar de la expresión hebrea Elohim podemos notar que en Shemot o Éxodo (4: 16; 7:1), el nombre Elohim [plural de Eloha] en términos generales significa señorío, autoridad, y/o poder. Dependiendo del contexto, puede referirse a Dios mismo o a una autoridad terrenal. Cuando se refiere a Dios, indica un atributo (por oposición a  que es Su Nombre propio): el hecho de que Él es el «Señor» o máximo poder y autoridad en el mundo; por eso también esta íntimamente ligado al concepto de juicio.

Como vemos Elohim es una palabra que denota poder, autoridad y por eso también esta palabra se aplica al Eterno, pero no quiere decir que su significado sea solamente “Dios”. Al Eterno también se le llama el Gran Elohim, porque por su puesto Él tiene gran poder, tiene gran autoridad, es majestuoso.

La palabra por extensión, también es aplicada a los dioses de los idolatras.

Por lo tanto, el término hebreo Elohim puede referirse más bien a los que están en eminencia sobre muchas personas y ello puede ser para bien o para mal.

Entonces aquellos Beney HaElohim (“hijos de Dios”) no eran seres humanos, sino hijos angélicos de Yahvéh (compárese con Job 1:6; 2:1). Asimismo, no cabe duda de que los “hijos de Dios” que ‘gritaron en aplauso’ cuando Él ‘colocó la piedra angular’ de la Tierra (Job 38:4-7) eran hijos angélicos y no descendientes de Adán, que evidentemente por este relato del libro de Job, estaba recién siendo creado, por lo que los seres angelicales estallaron en ovación. Del mismo modo, es evidente que los “hijos de Dios” mencionados en el Salmo 89:6 también son criaturas celestiales, no humanos.

El escritor bíblico Judas (hermano de sangre de Yeshúa), dice acerca de algunos ángeles: “y además que a los ángeles, que no mantuvieron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada” (Judas 6). En otras palabras: dejaron su lugar de asignación jerárquica celestial prefiriendo vivir con mujeres hermosas en la Tierra.

Lo que nos resulta aún más interesante para nuestra consideración es que Judas añade que aquellos ángeles rebeldes fueron como los habitantes de Sodoma y Gomorra, que ‘que como ellos fornicaron y se fueron tras una carne diferente, contra naturaleza,… (Judas 7).

De igual modo, el apóstol Pedro lo corrobora, pues hace referencia a “los espíritus en prisión, que en un tiempo habían sido desobedientes cuando la paciencia de Dios estaba esperando en los días de Noé” (1Pe 3:19, 20), así como a los “ángeles que pecaron”, a los que menciona en conexión con el “mundo antiguo” del tiempo de Noaj. (2Pe 2:4, 5).

Las mismas líneas de las Sagradas Escrituras nos revelan que en ciertas ocasiones hubo ángeles que materializaron cuerpos humanos y que hasta comieron y bebieron con hombres. (Génesis 18:1-22; 19:1-3.)

La declaración de nuestro Mesías de que los resucitados no se casan ni se dan en matrimonio, sino que son como los “ángeles en el cielo”, muestra que entre tales criaturas celestiales no existe el matrimonio, pues no son seres sexuados. (Mt 22:30.)

Ahora bien, de esto no se infiere que no pudieran materializar cuerpos humanos y formar vínculos matrimoniales con mujeres, como los teóricos pro-setitas aducen. Cabe notar que la referencia de Judas a los ángeles que no guardaron su posición original y abandonaron su “propia morada” (entiéndase como lugar habitacional de propósito del ámbito de los espíritus) precede de manera inmediata a las palabras: “Así también Sodoma y Gomorra y las ciudades circunvecinas —después que ellas de la misma manera que ellos habían fornicado, y habían seguido la carne extraña, (otra versión: “yendo en pos de carne para uso contranatural”) fueron puestas por ejemplo”. (Judas 6: 7).

La versión griega Septuaginta (o Versión de Los Setenta) usa el mismo término en Deuteronomio 32:8, y se refiere a los ángeles. Otra variación de esto es Beney HaElohim, que significa que los hijos de los poderosos (Salmo 29:1, 89:6, 82:6). Otra forma que está en arameo, bar Elohim, que significa un hijo de los dioses. Por lo tanto, en todas partes en que se utiliza, es una referencia a los ángeles.

Por lo tanto, las pruebas escriturales señalan de manera contundente a que en los días de Noaj algunos ángeles se descarriaron y cometieron actos contrarios a su naturaleza de espíritus. Por consiguiente, no parece que haya razones válidas para cuestionar que los ‘hijos de Dios’ de Génesis 6:2-4 fuesen ángeles.

Por lo tanto, y considerando también la opinión estudiosos de los dos primeros siglo de nuestra Era Común, como Filón, Flavio Josefo, Tertuliano, Justino, Clemente de Alejandría, (entre otros), aceptaremos que la expresión hebrea Beney HaElohim se refiere a los ángeles que son enviados en misión por el Omnipresente. En este contexto, esta expresión señala a los nobles y los dignatarios jueces de las dimensiones celestes que determinaron abandonar su puestos asignados en la organización celestial conocida como elohim, prefiriendo los ámbitos terrenales como lugar de habitación para poder tener conexiones carnales con las mujeres pecaminosas que los invocaban con sus ritos de maquillaje mágico.

Desde esta rebelión contra el diseño divino, estos seres se pervirtieron, y aprovechándose de la fuerza e inteligencia sobrehumanas de su naturaleza, estos ángeles caídos ejercieron una influencia nefasta sobre la humanidad. De hecho, es muy probable que controlaran y dominaran a toda la sociedad humana. No trabajaban en secreto, como lo haría un criminal que oculta su identidad para llevar a cabo sus fechorías en la sombra. Al contrario, actuaban abiertamente, en descarada rebelión contra Dios y sus mandatos.

Las Sagradas Escrituras no da todos los pormenores sobre lo que hicieron aquellos ángeles desobedientes. Pero eso será tema para otra bitácora. Por ahora, considero que tu mente, querido lector, ya acumuló lo suficiente para meditar.

¡Shalom!

Con amor y amistad en servicio: P.A. David Nesher


Bitácoras Relacionadas:

Relatos Antiguos del Diluvio

«Estos tres son los hijos de Noaj, y de ellos fue llena toda la Tierra.»

(Génesis 9: 19)

La historia de Noaj (Noé) y el diluvio (Génesis capítulo 6) es el ejemplo clásico que usan los detractores del Eterno para acusar a la Escritura Sagrada (La Biblia) de copiar de los mitos de otros pueblos de la antigüedad. Muchos escépticos seudocientíficos, junto a sus acólitos, suelen decir que el relato bíblico del diluvio sería un plagio de los mitos sumerios; a veces de Zuisudra y otras de Utnapishtim. Sin embargo, un examen detallado nos muestra que las similitudes no van más allá de un tema común. Ni siquiera se puede sostener que la Biblia haya adaptado un relato mítico, mucho menos hablar de un plagio.

Lo cierto es que haciendo una investigación minuciosa por las distintas civilizaciones, encontraremos que las tradiciones de los antiguos en todo el mundo comparten en común la inclusión de historias de diluvios. Descubriremos que en las leyendas del mundo, es común encontrar relatos sobre una gran destrucción producto de las aguas. Es evidente que todos esos mitos, que provienen de pueblos separados por grandes barreras geográficas, lingüísticas y culturales, no podrían simplemente haberse copiado unos de otros. La explicación de esta coincidencia temática debe encontrarse en otra parte.

Entendamos que si el diluvio fue la primera catástrofe natural que la humanidad conoció. Un cataclismo como el Diluvio, que eliminó de la existencia a todo el mundo de aquel tiempo, sería algo que jamás olvidarían los sobrevivientes. Hablarían de ello a sus hijos y a los hijos de sus hijos.

Desde esto, entonces no es difícil ver cómo llegó a convertirse en un tema recurrente en los distintos pueblos de todas las civilizaciones. Los desastres debido a la fuerza de las aguas, son enormes, imprevisibles, imposibles de resistir y parecen provenir de los cielos. Estas características explican que los hombres de diferentes partes del mundo, sin importar su cultura y sin estar en contacto entre sí, pensaran que un diluvio era un castigo divino.

A su vez, los factores que definen este arquetipo, la destrucción por las aguas de origen divino, bastan para explicar los elementos que se repiten entre todos los mitos (la molestia de los dioses, la advertencia previa, escapar usando algún tipo de navío). Más allá de esos elementos, los relatos del diluvio alrededor del mundo presentan notables diferencias (motivo del diluvio, su duración, tipo de embarcación, número de humanos salvados).

Los relatos mesopotámicos han acaparado la mayor discusión debido a que están culturalmente más cerca del material bíblico que cualquiera de las otras narraciones no bíblicas. El relato del diluvio mesopotámico más famoso es la versión babilónica que se encuentra en la biblioteca del rey asirio Ashurbanipal (siglo VII a.EC) como parte de la extensa epopeya de Gilgamesh.

En esta epopeya, Gilgamesh busca a un hombre llamado Utnapishtim (el equivalente del Noé bíblico), cuya historia es contada de nuevo. Cuando uno de los dioses más altos, Enlil, se enoja por causa del ruido cacofónico que proviene de los seres humanos, decide inundarlos y destruirlos en un diluvio catastrófico. Enkil, el dios de las aguas, revela el intento de Enlil, al mortal Utnapishtim, y lo dirige para que construya una enorme arca para que la llene con parejas de animales. Le ordena no revelar la razón de este proyecto de construcción fabuloso; además, en un punto crítico, Utnapishtim recibe órdenes de subir a bordo a su esposa con él. Durante siete devastadores días, Utnapishtim y su esposa son zarandeados en esta arca mientras la inundación se traga la tierra. Cuando finalmente las aguas decrecen, el arca queda acomodada en una punta de un del alto monte. Utnapishtim envía una paloma, una golondrina y un cuerpo, el cual no regresa, aparentemente al haber encontrado alimento.

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Luego, el hombre desembarca y ofrece sacrificios abundantes a los dioses, quienes a su vez le conceden a él y a su esposa la vida eterna por haber salvaguardado el futuro de los seres humanos y los animales.

Un relato acadio que data aproximadamente del año 1600 a.EC. Vuelve a narrar básicamente la misma historia como incrustada en la épica babilónica de Gilgamesh, excepto en el personaje de Noé se llama atra-Hasis. Una versión sumeria aún más antigua, conocida como Eridu Génesis, contiene la historia de la creación y el desarrollo de las primeras ciudades, junto con un relato del gran diluvio. Aquí el héroe es Ziusudra.

Al asumir una fecha posterior para composición bíblica, algunos eruditos han sugerido que las narraciones mesopotámicas pudieron haber servido como un prototipo para las narraciones de Génesis. Pero la mayoría de los investigadores creen que el relato bíblico no es simplemente una modificación de las historias mesopotámicas, sino una de las varias versiones de una historia común. las diferencias pueden atribuirse a una revelación especial que Dios les dio a los escritores de las Escrituras Sagradas (Biblia), incluyendo a Moshé, el autor del Bereshit (Génesis), a través de quien dio a conocer Su Plan de Redención las otras versiones proporcionan confirmación extra-bíblica de la historia, en vez de demostrar, cómo algunos han sugerido, que la narración bíblica es un mito.

Los griegos también tenían un relato del diluvio, donde se observan las mismas coincidencias temáticas con diferencias fundamentales. Esta vez es Zeus quien decide castigar a los hombres porque el rey Licaón faltó a la hospitalidad, y Prometeo advierte a su hijo, el rey Deucalión, sobre el diluvio. Deucalión y su mujer Pirra construyen una nave, la llenan con provisiones, y luego de flotar por nueve días hacen tierra en el monte Parnaso. En ese lugar, y por consejo del oráculo, reconstituyen la raza humana arrojando piedras a sus espaldas. Es más, el dato curioso es que los griegos hasta hoy se llaman helenos por su legendario antecesor, Heleno, hijo de Deucalión y Pirra.

Realizando todo un tours histórico por las creencias mundiales, veremos que los egipcios, los griegos, los chinos, los druidas de Bretaña, los polinesios, los esquimales y groenlandeses, los africanos, los hindúes y los indios americanos, todos ellos tienen sus propias leyendas sobre el Diluvio.

Aún en la América precolombina aparece el relato de este Diluvio. Ixtlilxoxhitl, el historiador nativo de los aztecas, afirma que el primer mundo duró 1716 años antes de ser destruido por un diluvio. Es muy interesante destacar que esta cifra solamente difiere en 60 años de la que nos da la Torah, por adición de las edades del quinto capítulo de Bereshit.

Los hotentotes de Sudáfrica creen que descienden de un tal «Noh» que se salvó con su familia de la invasión de muchas aguas; y el relato mítico de Hawai habla también de un diluvio del que solamente «Nu-u» y su familia se salvaron.

Los lectores de las Sagradas Escrituras reconocerán inmediatamente las similitudes entre los relatos mesopotámicos, griegos, amerindios y bíblicos. Pero también hay diferencias significativas. De acuerdo a la Biblia, el Eterno no estaba simplemente irritado con estrépito de la humanidad; la Escritura narra que estaba profundamente afligido, hasta el punto de que “le dolió el corazón” por la magnitud de la iniquidad, la rebelión y el pecado que la humanidad había alcanzado (Gén. 6: 5-7). Tampoco la astucia de otra deidad frustró su plan; Dios mismo escogió preservar tanto la humanidad como la vida animal a través de Noaj (vv. 13-22). Génesis también declara acerca de un periodo de diluvio más largo y, aunque Dios hizo un pacto con Noé, no le concedió la inmortalidad.

El análisis profundo de todos estos relatos populares del Diluvio nos permiten notar que están en armonía con algunos rasgos importantes del registro bíblico:

  • 1) un lugar de refugio para unos pocos sobrevivientes,
  • 2) una destrucción universal por agua para el resto de los seres vivos y
  • 3) la conservación de personas humanas.

La obra The International Standard Bible Encyclopedia (edición de G. Bromiley, 1982, vol. 2, pág. 319) dice a este respecto: “Se han hallado relatos de un Diluvio en casi todas las naciones y tribus del mundo. Aunque más comunes en el continente asiático y sus islas meridionales, así como también en América del Norte, estos relatos se han hallado en todos los continentes. La cantidad de relatos conocidos se cifra en unos doscientos setenta […]. En conjunto, se toman como prueba de que la humanidad sufrió una destrucción mundial en un gran diluvio, y que luego la raza humana se multiplicó a partir de una sola familia y desde un mismo lugar. Aunque puede que no todas las tradiciones se refieran a un mismo diluvio, parece que una gran parte de ellas coincide. Si bien se ha dicho que muchos de estos relatos se deben a la influencia de los misioneros, la afirmación no se sostiene, pues han sido los antropólogos quienes, sin un particular interés en la vindicación del testimonio bíblico, han recogido la mayoría de estas narraciones, que tienen un alto componente de fantasía y paganismo, resultado obvio de la transmisión oral por largos períodos de tiempo en una sociedad pagana. Además, algunos de esos relatos antiguos los escribieron personas que estaban manifiestamente en contra de la tradición hebreo-cristiana”.

Ante todo esto entendemos que hay un par de explicaciones posibles para la existencia de múltiples relatos de inundaciones.

Una explicación – que Génesis fue una copia de Gilgamesh – ya se ha discutido y no parece encajar con los datos disponibles.

La otra explicación posible es que la inundación fue un acontecimiento verdadero en la historia del género humano que fue heredado a través de las generaciones de diferentes culturas. Si es así, el relato de Gilgamesh parece haber experimentado algunas transformaciones más bien radicales. La historia es un mito más bien absurdo que tiene poco gran parecido a la realidad. En el contraste, el relato del Génesis es un relato lógico, aparentemente objetivo de un acontecimiento histórico. Carece de los aspectos mitológicos obvios de la Epopeya de Gilgamesh.

Terminemos esta bitácora permitiéndole a nuestra lógica realizar conclusiones correctas sumergiéndose en las líneas del relato en Bereshit.

Sabemos que el Diluvio puso fin a la rebelión que estalló tiempo atrás entre los ángeles. Influenciados por el egoísmo de Satanás, muchos de ellos habían dejado su posición en el cielo para vivir en la Tierra con mujeres, con quienes tuvieron hijos híbridos llamados nefilim (Judas 6; Génesis 6:4). Satanás tuvo que haber estado feliz, pues dicha rebelión degradó aún más a la humanidad, la obra maestra de la creación terrestre del Eterno.

Ya en los días del justo Enoc, casi siete siglos antes del Diluvio, Yahvéh había advertido que destruiría a los malos (Génesis 5:24; Judas 14, 15). Pero la gente empeoró, al punto de arruinar la Tierra y llenarla de violencia. Finalmente llegó el momento de la ejecución. ¿Se alegraron Noé y su familia por lo que estaba sucediendo?

De ningún modo. Y tampoco su compasivo Dios (Ezequiel 33:11). Entendamos que Yahvéh hizo todo lo posible por salvar a cuantos pudiera. Envió a Enoc a advertir a la gente y ordenó a Noé construir un arca. Noé y su familia pasaron décadas en esa labor monumental a plena vista de sus contemporáneos. De hecho, Dios nombró a Noé “predicador de justicia”, y este, al igual que Enoc, informó a las personas sobre el juicio que se avecinaba (2 Pedro 2:5). ¿Qué respuesta obtuvo? Yeshúa, nuestro Mesías, dijo siglos más tarde:

“…y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre…

(Mateo 24:39)

Interesante será notar que Sem, el hijo de Noé, que después del Diluvio vivió quinientos años, pudo relatar el acontecimiento a muchas generaciones. Murió tan solo diez años antes del nacimiento de Jacob. Moisés conservó el relato verdadero en Génesis. Algún tiempo después del Diluvio, cuando la gente que desafiaba a Dios construyó la Torre de Babel, Jehová confundió su lenguaje y los dispersó “sobre toda la superficie de la tierra”. (Gé 11:9.) Lo más lógico era que estas personas llevasen consigo historias del Diluvio y las pasasen de padres a hijos. El hecho de que no solo haya algunos, sino tal vez cientos de relatos diferentes sobre aquel gran Diluvio y que tales relatos se hallen entre las tradiciones de muchas razas primitivas por todo el mundo, es una fuerte prueba de que todas estas personas tuvieron un origen común y de que sus antepasados primitivos compartieron la experiencia de aquel Diluvio.

Numerosos escritores bíblicos corroboran que el Diluvio ocurrió en realidad. (Isaías 54:9; 2Pedro 3:5, 6; Hebreos 11:7.). Pero la prueba más contundente la da nuestro propio Señor Yeshúa, quien aseguró que las características proféticas de los últimos días serían semejantes a los de los «días de Noé» (Lucas 17:26, 27).

En conclusión, vemos que las Santas Escrituras, proporcionan numerosas pruebas que apoyan la autenticidad del relato del Diluvio. Éste no depende de meras tradiciones de hombres, del folclor de pueblos primitivos o de hallazgos geológicos y arqueológicos.

Las Escrituras Sagradas son tan claras como su autoridad misma. Aunque fue escrita por muchos diferentes hombres, el Espíritu Santo del Eterno es el verdadero autor de cada una de sus líneas. La Segunda Epístola de Pablo a Timoteo (3:16-17), nos dice que toda la Escritura es inspirada por Dios, lo cual significa que fue literalmente «espirada por Dios«. Él la escribió, Él la ha preservado a través de los siglos, Él vive dentro de sus mismas páginas y su poder es manifiesto en nuestras vidas a través de ella.