«Estos tres son los hijos de Noaj, y de ellos fue llena toda la Tierra.»
(Génesis 9: 19)
La historia de Noaj (Noé) y el diluvio (Génesis capítulo 6) es el ejemplo clásico que usan los detractores del Eterno para acusar a la Escritura Sagrada (La Biblia) de copiar de los mitos de otros pueblos de la antigüedad. Muchos escépticos seudocientíficos, junto a sus acólitos, suelen decir que el relato bíblico del diluvio sería un plagio de los mitos sumerios; a veces de Zuisudra y otras de Utnapishtim. Sin embargo, un examen detallado nos muestra que las similitudes no van más allá de un tema común. Ni siquiera se puede sostener que la Biblia haya adaptado un relato mítico, mucho menos hablar de un plagio.
Lo cierto es que haciendo una investigación minuciosa por las distintas civilizaciones, encontraremos que las tradiciones de los antiguos en todo el mundo comparten en común la inclusión de historias de diluvios. Descubriremos que en las leyendas del mundo, es común encontrar relatos sobre una gran destrucción producto de las aguas. Es evidente que todos esos mitos, que provienen de pueblos separados por grandes barreras geográficas, lingüísticas y culturales, no podrían simplemente haberse copiado unos de otros. La explicación de esta coincidencia temática debe encontrarse en otra parte.
Entendamos que si el diluvio fue la primera catástrofe natural que la humanidad conoció. Un cataclismo como el Diluvio, que eliminó de la existencia a todo el mundo de aquel tiempo, sería algo que jamás olvidarían los sobrevivientes. Hablarían de ello a sus hijos y a los hijos de sus hijos.
Desde esto, entonces no es difícil ver cómo llegó a convertirse en un tema recurrente en los distintos pueblos de todas las civilizaciones. Los desastres debido a la fuerza de las aguas, son enormes, imprevisibles, imposibles de resistir y parecen provenir de los cielos. Estas características explican que los hombres de diferentes partes del mundo, sin importar su cultura y sin estar en contacto entre sí, pensaran que un diluvio era un castigo divino.
A su vez, los factores que definen este arquetipo, la destrucción por las aguas de origen divino, bastan para explicar los elementos que se repiten entre todos los mitos (la molestia de los dioses, la advertencia previa, escapar usando algún tipo de navío). Más allá de esos elementos, los relatos del diluvio alrededor del mundo presentan notables diferencias (motivo del diluvio, su duración, tipo de embarcación, número de humanos salvados).
Los relatos mesopotámicos han acaparado la mayor discusión debido a que están culturalmente más cerca del material bíblico que cualquiera de las otras narraciones no bíblicas. El relato del diluvio mesopotámico más famoso es la versión babilónica que se encuentra en la biblioteca del rey asirio Ashurbanipal (siglo VII a.EC) como parte de la extensa epopeya de Gilgamesh.
En esta epopeya, Gilgamesh busca a un hombre llamado Utnapishtim (el equivalente del Noé bíblico), cuya historia es contada de nuevo. Cuando uno de los dioses más altos, Enlil, se enoja por causa del ruido cacofónico que proviene de los seres humanos, decide inundarlos y destruirlos en un diluvio catastrófico. Enkil, el dios de las aguas, revela el intento de Enlil, al mortal Utnapishtim, y lo dirige para que construya una enorme arca para que la llene con parejas de animales. Le ordena no revelar la razón de este proyecto de construcción fabuloso; además, en un punto crítico, Utnapishtim recibe órdenes de subir a bordo a su esposa con él. Durante siete devastadores días, Utnapishtim y su esposa son zarandeados en esta arca mientras la inundación se traga la tierra. Cuando finalmente las aguas decrecen, el arca queda acomodada en una punta de un del alto monte. Utnapishtim envía una paloma, una golondrina y un cuerpo, el cual no regresa, aparentemente al haber encontrado alimento.
Luego, el hombre desembarca y ofrece sacrificios abundantes a los dioses, quienes a su vez le conceden a él y a su esposa la vida eterna por haber salvaguardado el futuro de los seres humanos y los animales.
Un relato acadio que data aproximadamente del año 1600 a.EC. Vuelve a narrar básicamente la misma historia como incrustada en la épica babilónica de Gilgamesh, excepto en el personaje de Noé se llama atra-Hasis. Una versión sumeria aún más antigua, conocida como Eridu Génesis, contiene la historia de la creación y el desarrollo de las primeras ciudades, junto con un relato del gran diluvio. Aquí el héroe es Ziusudra.
Al asumir una fecha posterior para composición bíblica, algunos eruditos han sugerido que las narraciones mesopotámicas pudieron haber servido como un prototipo para las narraciones de Génesis. Pero la mayoría de los investigadores creen que el relato bíblico no es simplemente una modificación de las historias mesopotámicas, sino una de las varias versiones de una historia común. las diferencias pueden atribuirse a una revelación especial que Dios les dio a los escritores de las Escrituras Sagradas (Biblia), incluyendo a Moshé, el autor del Bereshit (Génesis), a través de quien dio a conocer Su Plan de Redención las otras versiones proporcionan confirmación extra-bíblica de la historia, en vez de demostrar, cómo algunos han sugerido, que la narración bíblica es un mito.
Los griegos también tenían un relato del diluvio, donde se observan las mismas coincidencias temáticas con diferencias fundamentales. Esta vez es Zeus quien decide castigar a los hombres porque el rey Licaón faltó a la hospitalidad, y Prometeo advierte a su hijo, el rey Deucalión, sobre el diluvio. Deucalión y su mujer Pirra construyen una nave, la llenan con provisiones, y luego de flotar por nueve días hacen tierra en el monte Parnaso. En ese lugar, y por consejo del oráculo, reconstituyen la raza humana arrojando piedras a sus espaldas. Es más, el dato curioso es que los griegos hasta hoy se llaman helenos por su legendario antecesor, Heleno, hijo de Deucalión y Pirra.
Realizando todo un tours histórico por las creencias mundiales, veremos que los egipcios, los griegos, los chinos, los druidas de Bretaña, los polinesios, los esquimales y groenlandeses, los africanos, los hindúes y los indios americanos, todos ellos tienen sus propias leyendas sobre el Diluvio.
Aún en la América precolombina aparece el relato de este Diluvio. Ixtlilxoxhitl, el historiador nativo de los aztecas, afirma que el primer mundo duró 1716 años antes de ser destruido por un diluvio. Es muy interesante destacar que esta cifra solamente difiere en 60 años de la que nos da la Torah, por adición de las edades del quinto capítulo de Bereshit.
Los hotentotes de Sudáfrica creen que descienden de un tal «Noh» que se salvó con su familia de la invasión de muchas aguas; y el relato mítico de Hawai habla también de un diluvio del que solamente «Nu-u» y su familia se salvaron.
Los lectores de las Sagradas Escrituras reconocerán inmediatamente las similitudes entre los relatos mesopotámicos, griegos, amerindios y bíblicos. Pero también hay diferencias significativas. De acuerdo a la Biblia, el Eterno no estaba simplemente irritado con estrépito de la humanidad; la Escritura narra que estaba profundamente afligido, hasta el punto de que “le dolió el corazón” por la magnitud de la iniquidad, la rebelión y el pecado que la humanidad había alcanzado (Gén. 6: 5-7). Tampoco la astucia de otra deidad frustró su plan; Dios mismo escogió preservar tanto la humanidad como la vida animal a través de Noaj (vv. 13-22). Génesis también declara acerca de un periodo de diluvio más largo y, aunque Dios hizo un pacto con Noé, no le concedió la inmortalidad.
El análisis profundo de todos estos relatos populares del Diluvio nos permiten notar que están en armonía con algunos rasgos importantes del registro bíblico:
- 1) un lugar de refugio para unos pocos sobrevivientes,
- 2) una destrucción universal por agua para el resto de los seres vivos y
- 3) la conservación de personas humanas.
La obra The International Standard Bible Encyclopedia (edición de G. Bromiley, 1982, vol. 2, pág. 319) dice a este respecto: “Se han hallado relatos de un Diluvio en casi todas las naciones y tribus del mundo. Aunque más comunes en el continente asiático y sus islas meridionales, así como también en América del Norte, estos relatos se han hallado en todos los continentes. La cantidad de relatos conocidos se cifra en unos doscientos setenta […]. En conjunto, se toman como prueba de que la humanidad sufrió una destrucción mundial en un gran diluvio, y que luego la raza humana se multiplicó a partir de una sola familia y desde un mismo lugar. Aunque puede que no todas las tradiciones se refieran a un mismo diluvio, parece que una gran parte de ellas coincide. Si bien se ha dicho que muchos de estos relatos se deben a la influencia de los misioneros, la afirmación no se sostiene, pues han sido los antropólogos quienes, sin un particular interés en la vindicación del testimonio bíblico, han recogido la mayoría de estas narraciones, que tienen un alto componente de fantasía y paganismo, resultado obvio de la transmisión oral por largos períodos de tiempo en una sociedad pagana. Además, algunos de esos relatos antiguos los escribieron personas que estaban manifiestamente en contra de la tradición hebreo-cristiana”.
Ante todo esto entendemos que hay un par de explicaciones posibles para la existencia de múltiples relatos de inundaciones.
Una explicación – que Génesis fue una copia de Gilgamesh – ya se ha discutido y no parece encajar con los datos disponibles.
La otra explicación posible es que la inundación fue un acontecimiento verdadero en la historia del género humano que fue heredado a través de las generaciones de diferentes culturas. Si es así, el relato de Gilgamesh parece haber experimentado algunas transformaciones más bien radicales. La historia es un mito más bien absurdo que tiene poco gran parecido a la realidad. En el contraste, el relato del Génesis es un relato lógico, aparentemente objetivo de un acontecimiento histórico. Carece de los aspectos mitológicos obvios de la Epopeya de Gilgamesh.
Terminemos esta bitácora permitiéndole a nuestra lógica realizar conclusiones correctas sumergiéndose en las líneas del relato en Bereshit.
Sabemos que el Diluvio puso fin a la rebelión que estalló tiempo atrás entre los ángeles. Influenciados por el egoísmo de Satanás, muchos de ellos habían dejado su posición en el cielo para vivir en la Tierra con mujeres, con quienes tuvieron hijos híbridos llamados nefilim (Judas 6; Génesis 6:4). Satanás tuvo que haber estado feliz, pues dicha rebelión degradó aún más a la humanidad, la obra maestra de la creación terrestre del Eterno.
Ya en los días del justo Enoc, casi siete siglos antes del Diluvio, Yahvéh había advertido que destruiría a los malos (Génesis 5:24; Judas 14, 15). Pero la gente empeoró, al punto de arruinar la Tierra y llenarla de violencia. Finalmente llegó el momento de la ejecución. ¿Se alegraron Noé y su familia por lo que estaba sucediendo?
De ningún modo. Y tampoco su compasivo Dios (Ezequiel 33:11). Entendamos que Yahvéh hizo todo lo posible por salvar a cuantos pudiera. Envió a Enoc a advertir a la gente y ordenó a Noé construir un arca. Noé y su familia pasaron décadas en esa labor monumental a plena vista de sus contemporáneos. De hecho, Dios nombró a Noé “predicador de justicia”, y este, al igual que Enoc, informó a las personas sobre el juicio que se avecinaba (2 Pedro 2:5). ¿Qué respuesta obtuvo? Yeshúa, nuestro Mesías, dijo siglos más tarde:
“…y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre…”
(Mateo 24:39)
Interesante será notar que Sem, el hijo de Noé, que después del Diluvio vivió quinientos años, pudo relatar el acontecimiento a muchas generaciones. Murió tan solo diez años antes del nacimiento de Jacob. Moisés conservó el relato verdadero en Génesis. Algún tiempo después del Diluvio, cuando la gente que desafiaba a Dios construyó la Torre de Babel, Jehová confundió su lenguaje y los dispersó “sobre toda la superficie de la tierra”. (Gé 11:9.) Lo más lógico era que estas personas llevasen consigo historias del Diluvio y las pasasen de padres a hijos. El hecho de que no solo haya algunos, sino tal vez cientos de relatos diferentes sobre aquel gran Diluvio y que tales relatos se hallen entre las tradiciones de muchas razas primitivas por todo el mundo, es una fuerte prueba de que todas estas personas tuvieron un origen común y de que sus antepasados primitivos compartieron la experiencia de aquel Diluvio.
Numerosos escritores bíblicos corroboran que el Diluvio ocurrió en realidad. (Isaías 54:9; 2Pedro 3:5, 6; Hebreos 11:7.). Pero la prueba más contundente la da nuestro propio Señor Yeshúa, quien aseguró que las características proféticas de los últimos días serían semejantes a los de los «días de Noé» (Lucas 17:26, 27).
En conclusión, vemos que las Santas Escrituras, proporcionan numerosas pruebas que apoyan la autenticidad del relato del Diluvio. Éste no depende de meras tradiciones de hombres, del folclor de pueblos primitivos o de hallazgos geológicos y arqueológicos.
Las Escrituras Sagradas son tan claras como su autoridad misma. Aunque fue escrita por muchos diferentes hombres, el Espíritu Santo del Eterno es el verdadero autor de cada una de sus líneas. La Segunda Epístola de Pablo a Timoteo (3:16-17), nos dice que toda la Escritura es inspirada por Dios, lo cual significa que fue literalmente «espirada por Dios«. Él la escribió, Él la ha preservado a través de los siglos, Él vive dentro de sus mismas páginas y su poder es manifiesto en nuestras vidas a través de ella.