No sé quién «ganará» mañana, hay quienes dicen que «estará peleado», o que «el NO ya tiene los votos suficientes», o el «SI sale seguro».
Estamos tan desorientados que ya ni sabemos de qué se trata la vida, hemos perdido la cordura de una manera tal que discutimos en qué semana «somos persona», hemos perdido la esencia de «ser» humanos, hemos sido tan reduccionistas que algo tan sagrado como lo es la vida misma es representada por dos miserables pañuelos.
¿Acaso no nos damos cuenta que cualquiera sea el resultado las vidas se seguirán perdiendo? Ya sea en la legalidad o en la clandestinidad, alguien deberá morir. Somos tan irreverentes que ahora discutimos plácidamente con cuál pañuelo «morirán menos personas», ya no nos importa la vida, nos importa matar menos.
Lo triste es que habrá un bando que festejará con alegría, como si se hubiese resuelto el problema. Estamos tan mal como sociedad que a pesar de saber que ninguna de las dos opciones resuelve esta triste realidad, seguimos empecinados en «obtener una victoria» para festejar lo que seguirá siendo una autentica miseria: seguirán muriendo bebés y madres.
Estamos tan entenebrecidos que pensamos que «meterse en el útero», el lugar donde se inicia la vida, va a solucionar el problema. Estamos tan empobrecidos que creemos que prohibirlo, salvaremos al menos «algunas vidas». Nunca olvidemos que cualquier ley que implique perder vidas, no sirve, y no vale la pena festejarla ni por un instante, cualquiera sea el pañuelo que la represente.
Y pensar que un tal Jesús se dejó colgar en una cruz y murió por esta raza miserable que hoy quiere decidir qué vida vale menos, cual sigue, cual desaparece.
Cuando pienso en esto, que siendo lo que somos Jesús dio su vida por nosotros, nace en mí una profunda esperanza que un día el corazón humano sea transformado por nuestro Salvador y entendamos que el vino «para que tengamos vida, y para que la tengamos en abundancia.» (Juan 14:10).
Si hasta me parece escucharte nuevamente decir:
«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».
(Lucas 23:34).
Sálvanos de nosotros mismos.
Autor: Ptr. Carlos Velis.
Profesor en Ciencias de la Educación. Pastor de la Iglesia Adventista en la provincia de San Juan (Argentina)
«Aconteció que al día siguiente se sentó Moisés a juzgar al pueblo; y el pueblo estuvo delante de Moisés desde la mañana hasta la tarde. Viendo el suegro de Moisés todo lo que él hacía con el pueblo, dijo: ¿Qué es esto que haces tú con el pueblo?¿Por qué te sientas tú solo, y todo el pueblo está delante de ti desde la mañana hasta la tarde? Y Moisés respondió a su suegro: Porque el pueblo viene a mí para consultar a Dios. Cuando tienen asuntos, vienen a mí; y yo juzgo entre el uno y el otro, y declaro las ordenanzas de Dios y sus leyes. Entonces el suegro de Moisés le dijo: No está bien lo que haces. Desfallecerás del todo, tú, y también este pueblo que está contigo; porque el trabajo es demasiado pesado para ti; no podrás hacerlo tú solo».
(Shemot/Éxodo 18: 13-16)
“Los hombres llamados por Dios para liderar siempre están en peligro de abarcar más de lo que ellos son capaces.” (Morgan)
Hemos estudiado que Moshé, en virtud de los acontecimientos pasados, había quedado constituido en jefe de la nación y, por tanto, en juez. Ese papel le había sido negado por uno de sus compatriotas (Ex. 2:14) y ahora lo está ejerciendo con todo derecho.
Moshé es el juez de todos los pleitos que entre los israelitas se suscitaban. Estos eran muchos, y sobre todo largos; pues, aparte de que todos los seres humanos sabemos ser elocuentes cuando se trata de defender los propios derechos, resulta que los orientales poseen en esto una elocuencia inacabable. Por esto, toda esta situación se convertía para Moshé en una carga muy grave.
Ahora bien, entendemos que la gratuidad, la solidaridad y la subsidiariedad son las tres claves de la convivencia en una comunidad, y las tres provienen de la vida familiar. Desde el deber ser mismo, en las familias, todos deben contribuir al proyecto común, todos deben trabajar por el bien común, sin anular al individuo; sino más bien sosteniéndolo y promoviéndolo. Esto enmarcara la conciencia virtuosa de la justicia, que permitirá a cada varón y cada mujer surgir de su entorno como miembros que aportan respuestas para construir la gran comunidad que los contiene: la nación.
También sabemos, de acuerdo a la revelación escritural, que el alma humana tiene una inclinación a lo bueno y una inclinación a lo malo dentro de sí. Yetzer Hará es el término hebreo utilizado en las Sagradas Escrituras para describir a la inclinación mala. Esta tendencia a lo malo es egoísta y sólo busca sus propios beneficios. El yetzer hará es una fuerza negativa programada en nuestra mente y corazón, conocida como «deseo de recibir sólo para sí» (en hebreo «ratzon atmutz» o «ego» en griego). Por causa del Yetzer Hará surgen conflictos y guerras entre los hombres. Mientras haya una inclinación mala en el ser humano surgirán conflictos entre las personas, y la justicia será reclamada para asegurar el orden social.
Teniendo en cuenta esta fuerza negativa de nuestra alma que se opone a cada esfuerzo que hacemos por cambiar, el sabio Salomón expresó:
“El corazón del hombre piensa su camino; más Yahvéh endereza sus pasos.” (Proverbios 16:9)
Aquellos de ustedes que son padres y tienen más de un hijo pronto se dan cuenta de qué es lo que estoy exponiendo. Innumerables son las veces que han tenido que actuar como jueces cada vez que sus hijos tenían algún conflicto entre ellos que no podían resolver solos. En una familia es normal que los padres tengan que juzgar a sus hijos todos los días para poner orden, paz y justicia entre ellos. Es importante que los padres conozcan la Torah para poder aplicarla en la relación entre sus hijos. No se puede permitir el abuso, la violencia, el hurto, el lenguaje feo y demás comportamientos malignos en los niños. Los padres tienen la responsabilidad de corregir todo comportamiento que no esté de acuerdo con la Torá en sus hijos. Por eso no es bueno dejar a los hijos en manos de otros hasta que los niños hayan pasado varios años en un ambiente de casa dirigida por la Instrucción del Eterno y donde hay una atención personal para cada hijo mucho mejor que en una guardería. La Torah rige y donde hay una atención personal para cada hijo.
EL SISTEMA DE TRIBUNAL DE JUECES ES UN DISEÑO DE GESTIÓN INSPIRADO POR ELOKIM.
Teniendo en cuenta al ejemplo doméstico que expuse en el párrafo anterior, entendemos que el sistema de jueces es un diseño divino necesario tanto en la familia, como en la sociedad. Los conflictos surgen entre las personas que componen una comunidad y generalmente ellas no saben, ni pueden darles por sí solas algún tipo de resolución. Por ello, hace falta un juez que juzgue con justo juicio, y dicte así una sentencia justa.
El derecho y la justicia constituyen el fundamento indispensable de la vida comunitaria del Pueblo de Dios. Este derecho y esta justicia echan sus raíces tanto en la rectitud natural exigida por la conciencia humana sana como en las costumbres recibidas y aprobadas ente los hombres. Lo más fuerte de esto es que en el Pueblo de Dios, es el Eterno quien dirige y juzga. Por lo tanto, las relaciones de los miembros de la comunidad no son solamente naturales. Sin que se orientan también, y por cierto de manera primordial, hacia Yahvéh. Las palabras y las acciones de los hombres son, ante todo, relaciones con Yahvéh y han de enfocarse con la voluntad del Eterno.
Yitró se maravilla de la tarea de Moshé, pero no entiende por qué debe hacerla él solo. La respuesta de Moshé da una clave a este asunto: el pueblo viene a mí para consultar a Dios. Para conocer el pensamiento, la voluntad y el juicio de Yahvéh, hay que «consultarlo» (hebreo «derash«) y escuchar Su Palabra.
La expresión «derash» significa también buscar e investigar, y deja bien claro, desde la boca de Moshé, que la justicia en Israel se entendía no como una disputa secular, sino como un pleito que debía resolver Yahvéh, desde su paternidad, para lo que se requería de una persona que pudiera establecer ese contacto con lo divino.
Evidentemente la revelación aquí nos enseña que el Eterno habla por medio de los hombres a quienes ha escogido, por un orden, una jerarquía, que es, al mismo tiempo, la jerarquía de la autoridad, de la responsabilidad y del servicio. Dios no se desinteresa, ni mucho menos, de los asuntos de «este mundo». El Eterno está cerca de todos. Está cerca de las personas modestas. A todos los tiene en sus manos. Y, por medio de las personas constituidas en autoridad, resuelve las causas más insignificantes. Pero siempre conforme a un orden de valores.
El juez está puesto sobre los ciudadanos en lugar del Todopoderoso. Lo que el juez dicte tiene que ser respetado como si hubiera venido directo del cielo. La única ocasión cuando no se puede obedecer la sentencia de un juez es cuando no sigue las normas de la Torá. Por eso es muy importante que un juez entienda su responsabilidad para juzgar según la justicia y no según sus propios criterios personales.
Dado el gran número de personas que conformaban la población de las doce tribus de Israel, salidas de Mitzraim (Egipto) es lógico asumir la existencia cotidiana de asuntos y preguntas sobre interpretaciones de la convivencia las cuales debían de resolverse. Aparentemente Moisés era el único juez reconocido de la nación. El trabajo de escuchar cada caso lo tenía ocupado desde la mañana hasta el crepúsculo. La expresión “se sentó Moisés a juzgar…el pueblo estuvo delante de Moisés” es totalmente descriptiva de un proceso judicial de entonces. El sentarse… estar de pie son términos técnicos de la ley semítica, el cual denota al ‘juez’ y al ‘litigante’ respectivamente. Debido a que Moisés conocía al Eterno y a Sus leyes, él era capaz de resolver justamente las disputas entre los hijos de Israel. Pero el llevar toda la responsabilidad sobre sí mismo era una carga masiva.
Yitró (Jetro) observó esto y cuestionó a Moisés sobre el asunto diciéndole: “¡No está bien lo que haces!”. No era que Moisés era incapaz de escuchar los asuntos; no era que a él no le importara los asuntos; no era que el trabajo se pusiera en medio de él, y tampoco era que el pueblo no quería que Moisés escuchara sus asuntos. El problema era simple, era mucho trabajo para que Moisés lo pudiera hacer. Sus energías se gastaban de una manera imprudente, y la justicia era retrasada para muchos en Israel.
Moshé necesitaba delegar. De una manera similar, y seguramente considerando este pasaje de la Torah, los apóstoles insistieron que ellos debían de delegar autoridad de servicio (diakonal) para que ellos no tuvieran que abandonar su vocación magisterial de la palabra del Eterno y la oración por el servir a las mesas (Hechos 6:2-4). Esta actitud apostólica fue tomada del ejemplo sacado de Moisés escuchando humildemente el consejo de su suegro.
Según Yitró lo correcto que Moshé debía hacer primordialmente era ejercer su vocación celestial: orar y enseñar:
“Está tú por el pueblo delante de Dios” (oración intercesora): Este era el primer paso esencial para que Moisés delegara efectivamente. Él debía de orar por el pueblo; Moisés debía de someter los asuntos a Dios. La oración era un aspecto esencial del liderazgo de Moisés en el pueblo.
“Enseña a ellos las ordenanzas y las leyes” (magisterio): Para que Moisés pudiera dirigir y delegar efectivamente, él debía de enseñar la Instrucción de Dios no solamente a aquellos que escucharan los asuntos, sino a aquellos que pudieran tener nuevos asuntos después.
Así Yitró le deja bien en claro a Moshé que la organización que está a punto de construir no significa que delegará en otros la función de mediador con Dios, ni dejará en manos de ayudantes la tarea fundamental de educar en las leyes y de orientar en las decisiones centrales de la vida. Esa tarea le ha sido encomendada por el Eterno a Moshé y permanecerá bajo su responsabilidad.
Si el pueblo conociera la Instrucción de Dios, entonces muchos asuntos pudieran ser resueltos inmediatamente. Pero también, si el pueblo conociera la Torah, ellos no serían desalentados si no pudieran traer el asunto delante de Moshé mismo. Por el contrario, ellos sabrían que las personas que Moisés delegó podrían darles consejo de la sabiduría de Dios.
El anciano Yitró conocía el error mortal presente en el liderazgo: los hombres llamados por Dios para liderar siempre están en peligro de abarcar más de lo que ellos son capaces.
Reuel, el nombre original del suegro de Moshé llamado también Jetro, era un hombre experimentado que aconsejó sabiamente a Moshé, sobre el establecimiento de una estructura gubernamental autóctona que no dependiera únicamente de una persona, pero sí de un aprendizaje de las leyes y la distribución de las mimas entre los diferencias líderes.
Es importante señalar que cuando Moshé fue aconsejado por su suegro Yitró a constituir jueces sobre el pueblo, no era suficiente que los jueces fueran “capaces”, lo que implica tener cualidades de liderazgo y de administración, sino que fueran “temerosos del Todopoderoso”. La cualidad de temor del cielo es sumamente importante a la hora de juzgar de acuerdo a la cosmovisión bíblica. Un juez que no teme al cielo se vuelve corrupto y caprichoso. Además tenían que ser “hombres veraces”, aborrecedores de la mentira. La última cualidad de un juez es que tenga aborrecimiento a las ganancias deshonestas, a la corrupción (Proverbios 10: 2). De esto Moshé aprendió que la delegación falla si el trabajo no es puesto en manos capaces, en hombres piadosos.
Todo este consejo de administración dejaba bien sentado que Moisés debía de cumplir una función esencial como líder: el de desarrollar e implementar nuevos líderes que impartieran justicia y garantizaran la equidad de las relaciones en la nación. Cabe aquí la cita: “No hay mejor arte en el mundo que el de desarrollar la latente capacidad de aquellos que nos rodean al unirlos a un servicio útil.” (Meyer)
El apóstol Pablo, influenciado por este pasaje, le dio el mismo consejo a Timoteo:
“Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Timoteo 2:2)
La delegación de autoridad es uno de los instrumentos clave y esenciales en el desarrollo de cualquier modelo de gestión. Para que Moisés pudiera efectivamente delegar, él debía aún de supervisar y liderar a aquellos debajo de él. El delegar es el ejercicio de liderazgo, no el abandonarlo.
Yitró le aseguró a Moshé que este sistema judicial sería muy beneficiosos para todos y fortalecería el proyecto celestial de liberación. Primero para Moisés mismo al decirle: “…tú podrás sostenerte”: Esta era la primera recompensa de una delegación efectiva. Moisés podría disfrutar más la vida y sería capaz de hacer su trabajo mejor que antes, evitando el cansancio de resolver cada asunto. Pero también aseveró: “… y también todo este pueblo irá en paz a su lugar”: La segunda recompensa era de que el pueblo podría ser servido efectivamente. Se dice que la justicia retrasada es una justicia negada, y los asuntos en Israel podrían ser prevenidos o resueltos por los mismos individuos (al enseñar la ley de Dios), o resolverse por los líderes puestos por Moisés.
Este método también tenía la ventaja de resolver los asuntos rápidamente debido a que el pueblo no necesitaba esperar en la fila por Moisés. Entre más dura la controversia peor se vuelve el enredo, las palabras son más ásperas, y más espectadores se envuelven en el asunto. Si la gente siente que no se hace justicia a sus reclamaciones y que sus pleitos se postergan indefinidamente, comienzan a dudar de la solidez de la nueva sociedad que están construyendo. Por ello Yeshúa enseñó que apenas aparece un conflicto de convivencia comunitaria debemos de ponernos de acuerdo con nuestro adversario rápidamente (Mateo 5:25).
El relato destaca que Yitró condujo a Moshé a darse cuenta de que la justicia es el punto central del sistema que propone Yahvéh, y de que sino funciona de acuerdo a lo que el Eterno manda (v. 23), el tejido social se derrumba hacia dentro y todo el proyecto social mesiánico queda sin fundamento.
Considerando este consejo, no hay duda que D.L. Moody tenía razón al afirmar: “Es mejor el poner a cien hombre a trabajar que hacer el trabajo de cien hombres.”
Con sinceridad, amistad y servicio de amor: P.A. David Nesher
Una de las sorpresas más agradables en los últimos años en esta época del internet es la oportunidad de interactuar con las esposas de pastores. Utilizo el término “pastores” para referirme al pastor principal de una iglesia, pero mis comentarios no se limitan a esta sola posición. También podría referirse a otros cargos ministeriales en una iglesia.
Muchos de los comentarios que he recibido han sido compartidos en el anonimato, y desde luego entiendo la necesidad de mantener los nombres de manera confidencial. Pero los comentarios son reales y literales. Y muchas veces puedo sentir las esperanzas y las heridas que vienen con estos comentarios. Aquí están los once pensamientos más frecuentes de las esposas de pastores:
1. “Estoy sola”. Esta declaración fue la más frecuente por un margen abrumador. Está asociada con algunos de estos otros comentarios, pero tiene que verse por sí misma también.
2. “Tus críticas también me lastiman”. Los pastores son criticados regularmente. Mientras los pastores están siendo heridos, necesitan entender que sus esposas lo están siendo también.
3. “Me gustaría que me dieras más tiempo”. Muchas esposas de pastores sienten que sus matrimonios no han sido saludables porque el pastor pone a los miembros de la iglesia primero.
4. “Por favor, no me uses como un ejemplo negativo para tu sermón”. Incluso cuando es dicho con humor, las esposas de pastores pueden ser lastimadas por dichas ilustraciones.
5. “Déjame ser yo misma”. Muchas esposas no creen que pueden ser ellas mismas debido a que su cónyuge/pastor espera que ellas hablen y actúen en formas que no reflejan su verdadero yo.
6. “Me encanta cuando pasas tiempo con nuestros hijos”. Muchos esposas se ven lastimadas porque sienten que ni ellas ni los niños son una prioridad.
7. “Me preocupan nuestras finanzas”. Esta frase fue una que escuché con frecuencia. Demasiados pastores están siendo mal pagados. Esto no solo perjudica al pastor: lastima a toda la familia.
8. “Por favor, respáldame cuando me critican”. Me duele saber de esposas de pastores que han sido criticadas, especialmente cuando su cónyuge no viene a su defensa. Si a mí me causa dolor, solo puedo imaginar cuánto le duele a la esposa.
9. “Me gustaría que te dedicaras a tu familia cuando estás en casa”. Las esposas generalmente entienden cuando ocurren distracciones que son emergencias. Sin embargo, algunos pastores nunca se “desconectan” para dedicarse a sus familias.
10. “Me preocupa nuestra familia cuando nos mudamos mucho”. La movilidad vocacional es la norma para muchos pastores. Pero comprende que tal movilidad con frecuencia incluye un precio para la familia del pastor.
11. “Es difícil hacer amigos verdaderos en la iglesia”. Esta declaración fue una de las razones por las que las esposas de pastores se sienten solas.
A menudo pido a nuestros lectores que oren por sus pastores. Debo pedirles que oren por las familias de los pastores también. La mayoría de estos miembros de la familia son obedientes al llamado de Dios en sus vidas; y lo hacen sin quejas. Pero eso no quiere decir que a veces no sea doloroso.