Por P.A. David Nesher
«En el último día de la fiesta, el día grande, Yeshúa se levantó y proclamó:
«Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su corazón brotarán ríos de agua viva.»
(Juan 7:37-38)
Al estudiar la Torah (Instrucción) divina debemos saber que la última fiesta de la cosecha anual es Sukot (esta ha sido conocida como la «Fiesta de los Tabernáculos«, «Fiesta de las Cabañas«, o «Fiesta de las Enramadas«), que comienza el día 15 del séptimo mes y dura siete días.
Cuando estuvimos estudiando la parashá Vayelej, aprendimos que Moshé ordenó al pueblo de Israel celebrar una ceremonia de renovación de la Alianza matrimonial con YHVH cada siete años durante la festividad de Sukot:
«Y Moshé les ordenó, diciendo: ‘Al final de cada siete años, en el tiempo establecido del año de la liberación, en la Fiesta de Sukot.»
(Deuteronomio 31:10)
Allí mismo, Moshé nos enseña lo que debe ocurrir en la ceremonia:
«Reúne al pueblo, a los hombres y a las mujeres y a los niños, y a tu extranjero que está dentro de tus puertas, para que oigan y aprendan, y teman a YHVH tu Dios, y cuiden de cumplir todas las palabras de esta Torah.»
(Deuteronomio 31:12)
Debemos pues aceptar que esta ceremonia tenía implicaciones para la Segunda Venida del Mashiaj, y el establecimiento de la Era Mesiánica o Milenio. Así pues, obediente a este precepto, all final de cada siete años, durante el Shemitáh (Año Sabático), el pueblo de Israel subía a Jerusalén para celebrar Sukot; y es que tanto el Año Sabático como Sukot tienen algo en común con la Era Mesiánica.
El Shemitáh (Año Sabático) es el Shabat a mayor escala, en lugar de seis días semanales y un día de descanso (Shabat), son seis años y un año de descanso (Shemitah). De igual manera, la Era Mesiánica (Milenio) es el Año Sabático en una escala mayor; o sea que en lugar de seis años y un año de descanso, son seis mil años, y mil años de descanso. El día de Shabat es una pequeña muestra de la Era Mesiánica, y lo mismo se aplica al Shemitah (Año Sabático).
La festividad de Sukot también tiene implicaciones de la Era Mesiánica. Los siete días de Sukot ocurren en el séptimo mes del año. Sukot es a los otros días sagrados lo que el Shabat es a los otros días de la semana. Tanto Sukot como el Shabat celebran el acontecimiento de la Creación y el tiempo de Paz verdadera y plena que llegará al mundo en la Segunda Venida del Mesías.
Jerusalén: el Centro de la Voluntad divina.
Leemos en el Rollo de Devarim (Deuteronomio) lo siguiente:
«Cuando todo Israel venga a comparecer ante YHVH tu Dios en el lugar que Él elija, leerás esta Torah ante todo Israel en su audiencia».
(Deuteronomio 31:11)
En este versículo, nos encontramos con tres cosas que podemos recordar:
Primero: En el principio del versículo, donde dice: «Cuando todo Israel se presente ante YHVH tu Dios…» Aprendemos que a todo Israel se le ordenó venir, incluso al extranjero en la tierra de Israel. Como dice el versículo siguiente: «Reúne al pueblo, a los hombres y a las mujeres y a los niños, y a tu extranjero que está dentro de tus puertas, para que oigan y aprendan, y teman a YHVH tu Dios, y cuiden de poner en práctica todas las palabras de esta Torah;» (Deuteronomio 31:12). El mandamiento de que todo el pueblo de Israel e incluso los extranjeros en la tierra debían venir juntos prefigura lo que sucederá en la Era Mesiánica, donde todas las naciones de la tierra vendrán a Jerusalén.
Segundo: En medio del versículo, donde dice: «…en el lugar que Él elija…», recordamos que el lugar que el Eterno eligió, y sigue eligiendo, es Yerushalayim (Jerusalén). Por eso es que vemos que los primeros creyentes de Yeshúa demostraron su fe reuniéndose en los atrios del Templo todos los días. En la Era Mesiánica, Jerusalén no sólo será el centro espiritual del mundo, sino también el centro geo-político de todos los asuntos globales. Como dice el oráculo del profeta Isaías: «Y muchos pueblos irán y dirán: ‘Venid, y subamos al monte de YHVH, A la casa del Dios de Ya’akov; Y Él nos enseñará de sus caminos, Y andaremos por sus sendas.’ Porque de Sión saldrá la Torah, Y la palabra de YHVH de Yerushalayim«. (Isaías 2:3)
Tercero: La última cosa que podemos recordar de Deuteronomio 31:11, es del mismo final, donde dice: «…leerás esta Torah ante todo Israel en su audiencia«. Entendamos que la gente en el antiguo Israel no tenía un acceso fácil a la Torah, ya que en aquel entonces no había máquinas de imprimir ni libros. El recuerdo de la Torah por parte del pueblo de Israel dependía totalmente de las lecturas públicas de la Torah. Por eso Esdras y los hombres de la Gran Asamblea instituyeron el método de lectura de las actuales porciones semanales de la Torah (Parashot).
Así mismo, en los días de los apóstoles, el pueblo de Israel también dependía de las lecturas públicas de la Torah. Una persona normal no tenía un rollo de la Torah en su casa, así que tenía que ir a la sinagoga para escucharla. Yeshúa se preocupó de ir a estas lecturas públicas, y los seguidores de Yeshúa también siguieron dando importancia a las lecturas públicas de la Torah. El apóstol Pablo, escribiéndole a su hijo apostólico Timoteo, dice:
«Hasta que yo venga, presta atención a la lectura pública de las Escrituras».
(1 Timoteo 4:13).
La palabra griega anágnosis en realidad debe traducirse con la frase «lectura pública». Evidentemente, el apóstol está avalando la costumbre de la lectura pública de la Torah en la sinagoga en el Shabat, imitada también por las primeras comunidades al congregarse en el Nombre del Mashiaj. Toda esta costumbre hace eco de la lectura pública de la Torah que se ordenaba en Deuteronomio cap 31, vers. 11, aludiendo a lo que las naciones harán en la Era Mesiánica.
Pero existe un dato muy interesante en la tradición hermeneútica de los Sabios judíos que habla de otra interpretación de Deuteronomio 31:11. Ellos hacen notar que el pasaje dice: «…tú leerás esta Torah delante de todo Israel en su audiencia«, en donde hacen notar que la palabra «tú» aparece en singular. Entonces, los sabios preguntan: «¿A quién se dirige esta orden?» Entonces, ellos mismo dicen que este mandamiento necesita un individuo que tenga el poder de reunir a toda la nación de Israel, y el único que puede hacerlo es el rey de Israel, el Mashiaj Ben David.
Maimónides explicó que aquellos que escuchaban al rey leyendo la Torah debían actuar como si la estuvieran oyendo venir del Monte Sinaí. Se suponía que debían escuchar como si la hubieran oído venir del Todopoderoso, «ya que el rey no es más que un emisario facultado para proclamar las palabras del Señor«.
Esto alude a la llegada del Rey Mesías, que reinará en Jerusalén. Los rabinos se imaginaron cómo sería escuchar la Torah de la boca del Mesías:
«En el futuro el Santo, bendito sea, se sentará en el Jardín del Edén y expondrá la Torah. Y todos los justos se sentarán ante Él, y toda la Familia Soberana se pondrá de pie. A la derecha del Santo, bendito sea, estará el sol con las constelaciones y a su izquierda la luna y todas las estrellas. Y el Santo, bendito sea, expondrá los significados de una nueva Torah que dará a través del Mesías.«
(Midrash Alef Bet deRabbi Akiva)
Cada vez que leemos de la Torah, experimentamos una pequeña muestra de lo que será en la Era Mesiánica, donde todos en el mundo entero estarán ansiosos por aprender de la Torá. Como profetiza Isaías:
«Y muchos pueblos irán y dirán:
‘Venid, y subamos al monte de YHVH, a la casa del Dios de YaaKov;
Y Él nos enseñará de sus caminos, Y nosotros andaremos por sus sendas’.
Porque de Sión saldrá la Torah,
Y la palabra de YHVH de Yerushalayim.»
(Isaías 2:3)
La fiesta de Sukot desempeñó un papel importante en el proceso de construcción del primer y del segundo Templo.
Leemos en el primer libro de los Reyes el relato de cómo Salomón dedicó intencionadamente su recién construido Templo durante la festividad de Sukot, imprimiendo así un nuevo significado al nacionalismo que ya tenía Sukot para los israelitas (1 Reyes 8:2).
Del mismo modo, el sacerdote reformador Esdras dedicó el Segundo Templo en Sukot (Esdras 3:4); y en el libro de Nehemías leemos que la celebración por la finalización del muro y la lectura pública de la Torah termina con una celebración de Sukot (Nehemías 8:18).
Así pues, la conexión entre Sukot y el Templo no pasó desapercibida para los profetas. La descripción que hace Zacarías de la era mesiánica, que es la haftará del primer día de Sukot, se centra en el culto universal en el Templo en el marco de Sukot, proclamando que los miembros de todas las naciones que hayan sobrevivido al período de destrucción que precederá a la era mesiánica se unirán para servir a Dios y acudirán al Templo de Jerusalén para celebrar la fiesta de Sukot (Zacarías 14:14-17).
El Séptimo Mes, el Sukot y el Milenio.
Ahora, los invito a enfocar toda nuestra atención en Sukot.
He dicho más arriba que esta festividad es una sombra profética del Reino de los Cielos que viene e inaugurará el Milenio.
En el pensamiento judío, la fiesta de Sukot es la más alegre de todas las fiestas. Los sabios la llaman «Z’man Simjateinu» (que se traduce: «El tiempo de nuestro regocijo«).
Notamos que, de acuerdo al contexto histórico-geográfico de la tierra de Israel, después de recoger las cosechas, Moshé ordenó al pueblo de Israel que celebrara y se regocijara ante el Nombre de YHVH. El precepto establecía que cada varón, debían construir cabañas o enramadas (sukot) y vivir en ellas durante los siete días en que duraba dicha fiesta, como recuerdo de la época en que vivían en cabañas en su viaje por el desierto durante el Éxodo. En este lapso debían presentar ofrendas YHVH; el primero y el octavo día eran días de reposo adicionales en los que no se debía trabajar (cf. Lev 23: 33-36; 39-43).
Ahora, necesito invitarlos a realizar un ejercicio utilizando nuestra imaginación. Hagamos pues el esfuerzo en imaginar lo que acontecía después de las lluvias de primavera y de la cosecha de cebada y trigo en la época de la Pesaj y de Shavuot, venía la estación seca en la que generalmente no llovía. En el séptimo mes, la tierra estaba dura y estéril, y con la última cosecha llegaba la esperanza de las tan necesarias lluvias de otoño, que se entendían como una recompensa por la obediencia del pueblo a Elohim. Los israelitas probablemente tenían en mente las palabras de la Torah al acercarse a esta estación:
«Y si obedeces mis mandamientos que te ordeno hoy, de amar a YHVH tu Elohim, y de servirle con todo tu corazón y con toda tu alma, él dará la lluvia para tu tierra en su tiempo, la lluvia temprana y la lluvia tardía, para que recojas tu grano y tu vino y tu aceite. Y dará hierba en tus campos para tu ganado, y comerás y te saciarás.»
(Deuteronomio 11: 13-15).
En los días del Sagrado Templo, una parte importante de la fiesta de Sukot era la ceremonia diaria de libación de agua, en la que se extraía agua del estanque de Shiloah, se llevaba al Templo en una alegre procesión y se vertía sobre el altar para invocar la bendición de Elohim para la lluvia.
Es en este contexto de oración por la lluvia que Yeshúa anunció el último día de Sukot que él es la fuente de agua viva que puede saciar el deseo de vida eterna del hombre (Juan 7:37-38; cf. 4:13-14) Nuestro Gran Maestro dio a entender que sin este agua espiritual, es decir la lluvia del Ruaj HaKodesh (Espíritu Santo), el ser humano bebería y continuaría teniendo sed espiritual. Así pues, las lluvias otoñales y la cosecha de la Fiesta de las Cabañas también apuntan al derramamiento del Ruaj HaKodesh en los últimos tiempos y a la gran cosecha final de almas de todas las naciones a la que se refirió Yeshúa en su parábola de la cizaña (Mateo 13:24-30, 37-43). Aludiendo a este simbolismo, el teólogo Conner afirma:
«Así, en los días finales de la gracia, al final de esta era, tendrá lugar la cosecha. La misma lluvia que madura el trigo también madura la cizaña. La misma lluvia que madura a los justos también madurará a los malvados»
[Conner, «Las fiestas de Israel», pg. 68]
El discípulo Juan tuvo una visión de esta cosecha del final de los tiempos de los justos y los malvados:
«Y oí una voz del cielo que me decía:
Escribe:
Bienaventurados son los muertos, que de aquí en adelante mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, que descansan de sus labores; y sus obras los siguen.
Y miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del hombre, que tenía en su cabeza una corona de oro, y en su mano una hoz aguda. Y otro ángel salió del templo, clamando con alta voz al que estaba sentado sobre la nube:
Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar te es venida, porque la mies de la tierra está seca.
Y el que estaba sentado sobre la nube echó su hoz sobre la tierra, y la tierra fue segada. Y salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo también una hoz aguda. Y otro ángel salió del altar, el cual tenía poder sobre el fuego, y clamó con gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra; porque están maduras sus uvas. Y el ángel echó su hoz aguda en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y la envió al grande lagar de la ira de Dios. Y el lagar fue pisado fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos por mil seiscientos estadios.«
(Apocalipsis 14:13-20).
La sukah también se llama la «sukah de la paz», y simboliza el anhelo por la paz verdadera y plena de toda la humanidad. Por eso es que en la fiesta de Sukot sacrificaban, cuando existía el Beit HaMikdash (Santo Templo), setenta toros, simbolizando que Israel intercedía por las setenta naciones del mundo, como un indicio de la sukah de paz entre Israel y las naciones del mundo. Vemos pues que, según el Espíritu de la Profecía, Sukot es un anticipo del Reino Mesiánico, cuando habrá paz en la Tierra, los enemigos de Israel serán derrotados, y tanto judíos, como gentiles habitarán juntos y en armonía sirviendo a YHVH, el único Dios verdadero. Sukot es pues una sombra profética del Reino de los Cielos que viene.
Es por causa de las cosas por venir, que Yeshúa Rabeinu expresó su preocupación por el hecho de que haya muy pocos trabajadores dispuestos a recoger la abundante cosecha de los campos maduros (Mateo 9:37-38, Juan 4:35). El momento oportuno es crucial para el éxito de la cosecha. Si la cosecha no se recoge a tiempo, puede perderse fácilmente. Lo mismo ocurre con las muchas almas que estaban maduras para la cosecha a lo largo de los tiempos, pero que se perdieron porque no había trabajadores disponibles para llevarles las buenas nuevas del Reino de Dios.
Regresando a las costumbres de Israel para la estación de otoño, debemos saber que después de que la cosecha era traída y las cabañas fueron construidas, los israelitas habitaron y se regocijaron en ellas por la duración de la fiesta. Esto no sólo era una conmemoración de su frágil existencia y de la providencia de Elohim en el desierto; también era un recordatorio de la fragilidad actual de su vida incluso después de haberse establecido en la tierra prometida a nuestros padre en la fe. Es decir que los israelitas, no debían confiar en sus casas ni en la tierra, pues estas podían ser fácilmente arrebatadas; sino que ellos debían confiar sólo en YHVH Elohim, que seguía preservándolos como lo había hecho durante el Éxodo.
Las cabañas les recordaban que no eran sencillamente peregrinos y extranjeros en la tierra. Del mismo modo en nuestros días, al celebrar esta festividad, nosotros confesamos que el creyente en el Mesías es un peregrino y forastero en este mundo que se encuentra en busca y a la espera de una ciudad cuyo constructor y artífice es Elohim, al igual que Abraham, Isaac y Jacob (Heb 11,10-16).
Así pues, al igual que las enramadas eran moradas temporales, a los creyentes se les recuerda que su cuerpo físico terrenal no es más que una morada temporal que un día será desechada y sustituida por una casa nueva y celestial, la morada eterna de un cuerpo inmortal y glorificado (2 Corintios 5:1-5).
El carácter escatológico de esta fiesta se desprende de las palabras del profeta Zacarías, que escribe que los que sobrevivan a la última batalla del final de la historia:
«…subirán año tras año a adorar al Rey, al YHVH de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de las cabañas»
(Zacarías 14: 16).
En otro nivel, la plenitud de esta fiesta se experimentará en la resurrección y glorificación de los santos y el establecimiento del reino eterno y celestial de Mashiaj. Entonces miraremos hacia atrás en el frágil peregrinaje terrenal de esta vida y recordaremos la bondad del YHVH, regocijándonos en su esplendor. Entonces el Mishkan de Elohim estará con los hombres:
«Habitará con ellos, y ellos serán su pueblo.»
(Apocalipsis 21: 1-4).