Los números son una parte muy importante de nuestras vidas; los usamos para todo, para saber el tiempo que pasamos con los amigos, las distancias que recorremos diariamente, lo que rinde un día de trabajo y las porciones que debemos de comer en nuestra dieta. Están en todos lados, en la casa, la naturaleza, los libros, la música y el arte.
Sin embargo, no sólo existen para cuantificar y medir los elementos que nos rodean, aunque no lo percibamos, los números tienen un impacto directo en la forma en que sentimos y pensamos porque cargan significados. No es lo mismo un cuarto arreglado simétricamente que uno desordenado, los fractales (que tienen proporciones numéricas) hasta la fecha se usan para calmar el estrés en pacientes y el conteo progresivo o regresivo siempre es una de las técnicas mas antiguas de meditación. Pareciera ser que el orden y la jerarquía que trasmiten tiene un impacto mayor a nivel psíquico.
Las culturas antiguas sabían de este efecto y lo trasmitieron en sus abecedarios y numerologías. Para los griegos, por ejemplo el 10 era número perfecto y todos los números se ordenaban en sintonía para formar el Universo, mientras que los caldeos medían tu energía vital con los números de las letras en tu nombre. El judaísmo tampoco se quedó atrás; para nuestra cultura el simbolismo numérico es de suma importancia y se encuentra presente tanto en el análisis bíblico como en las supersticiones antiguas contra el mal de ojo. Trataremos de explicarlo a continuación.
NÚMEROS EN LA TORÁ Y EL TANAJ
Los números que aparecen en la Torá no solamente tienen un significado cuantitativo, generalmente es otra de las formas en las que el texto trasmite significados. Por ejemplo, el siete representa la espiritualidad dentro de este mundo, por eso el Shabat es el número siete, también es el número total de las matriarcas y los patriarcas juntos y los brazos de la menorá en el Templo; cada vez que la Torá menciona el siete o el 49 es para darle un significado distinto al pasaje. También es a través de los números que ciertos sucesos se unen en el tiempo, o que se continua una líneas de descendencia. Por ejemplo, los doce hijos de Jacobo después se manifiestan a través de las doce tribus de Israel; el número dos aparece continuamente en la historia de los patriarcas para después manifestarse en los dos reinos de Israel.
Ahora, los números no necesariamente aparecen explícitos en el texto, a veces salen a través de contar los días, los meses o los años que se mencionan en la Torá. Por ejemplo, sabemos que los días entre Pesaj y Shavuot son 49, el número de la perfección, porque fueron 7 semanas completas de 7 días, o que fueron diez las generaciones que hubo entre el primer hombre y el Diluvio. También es importante notar que así como los pasajes bíblicos hacen uso de los números, las tradiciones judías también. La circuncisión se hace al octavo día del nacimiento del bebé, representa el pacto de Abraham con D-os y la espiritualidad que se vive más allá de lo natural, a través de la voluntad humana y los milagros. Janucá por lo mismo también gira entorno al número ocho.
GUEMATRIA Y EXÉGESIS
Aparte de la importancia que tienen los números en los pasajes textuales, en el análisis bíblico existe lo que se llama la Guematria, ésta es una disciplina de estudio donde se busca entender el significado de las palabras a través de sus relaciones numéricas. En el alfabeto hebreo bíblico no existen los números como tal, se usan únicamente las letras, de tal manera que cada letra tiene un valor determinado, la alef es uno, la bet es dos y subsecuentemente, cuando se suman las letras se obtiene un valor específico. Los cabalistas se basaron en esta forma de escritura numérica para hacer interpretaciones de los textos toraicos, buscando relaciones numéricas.
Por ejemplo, se sacó la guematria de los nombres de D-os y se encontró que el nombre de Elokim tiene la guematria de 86 que es la misma guematria de la palabra “naturaleza” en hebreo. Este nombre siempre se ha asociado con la manifestación de D-os en la naturaleza. Otro ejemplo bastante común es el que si se suma el valor de la palabra “ab” (padre) e “im” (madre) el valor numérico es 44 mismo valor que “dam” (sangre). Si a dam se le agrega la alef (la letra característica de D-os) se forma la palabra “adam” (hombre). Los cabalistas lo interpretan como que en la creación del hombre, los padres ponen la sangre (el cuerpo y la materialidad física del hijo) y D-os pone Su letra.
El tipo de guematría que hemos descrito es un método particular sin embargo, existen otras formas de guematría en las que se extrae también significados como sumar al valor numérico el número de letras que tiene la palabra, como formar palabras con las primeras letras de una frase y sumar su valor, buscar analogías al interior de la palabra o sumar los cuadrados entre otras técnicas. La gran mayoría de ellas se encuentran descritas en el Serfer Yetzirá de los cabalistas que es uno de los textos más antiguos que elabora un sistema de guematría consistente. Sin embargo, la primer referencia que existe a este sistema se encuentra en el Talmud en una opinión que menciona las 32 reglas de interpretación de rabí Eliezer, donde se hace referencia a las normas correctas de interpretación bíblica.
En hebreo existe una expresión de tan solo tres palabras que logra expresar sin duda alguna el secreto de la vida: HaKol Ejad (הכל אחד), que se traduce: “Todo es Uno”.
Para lograr profundizar un poco en todo lo que esta frase significa, debemos primeramente considerar su valor numérico, entendiendo que en la Intención divina no existe la casualidad, sino que todo tiene una causa. Entonces, si nos consideramos la guematría de esta expresión, su valor es 68 y surge de esta manera:
הכל = 55 (Kol)
אחד = 13 (Ejad)
————-
68
Ahora bien, el número 68 es tambián la guematria de Jaim (חיים), que se traduce como “Vida”. Observemos con atención esto al considerar la sumatoria de los valores numéricos de la palabra Jaim (alef – yod – yod- mem final):
ח = 8
י = 10
י = 10
ם = 40
———–
68
Aquí debo decir (y recordarles a algunos de ustedes) que la raíz de Jaim es Jai (חי) . Como logran ver esta palabra surge de la asociación de las letras Jet (ח) y Yod(י), y el significado que se le da es: “vivo”, “viviente”.
Existe con esta palabra (Jai) una curiosidad, y es que a sus letras las podemos asociar al revés, es decir que a Yod (י) la colocamos al principio, y a Jet (ח), así obtenemos las dos primeras letras de Ijudah (יחודא), que en arameo significa “unidad”.
Sé que a esta altura de mi estudio alguno de ustedes se estará preguntando: ¿pero cómo es que esta expresión me hace escapar de la muerte ontológica?
Pues bien, para comenzar a desarrollar la respuesta a esto, primer dire que la obra de El Zohar (I-12 b) revela lo siguiente:
“Cuando el hombre conozca que todo es uno y no coloque separación alguna, incluso el Sitra Ajrá se retirará del mundo y no influirá abajo.«
Esta frase codificada es la explicación al secreto celestial del Sefer Bereshit (Génesis) en el primer capítulo cuando dice:
והיו למאורת ברקיע השמים
“Y sean por luminarias en el extendimiento de los cielos…”. (Génesis 1:15)
Entonces, para lograre explicar este versículo, los sabios se fijan en la palabra Meorot (מאורת), traducida aquí como «luminarias«. La misma está compuesta por las palabras Or (אור), traducida como “luz” y Mavet (מות) que se traduce“muerte”. El Zohar, en esta misma página, señalará que “las letras de Or (אור) están unidas mientras que las letras de Mavet están separadas”.
Expresándolo mejor, todo esto nos dice que si a la palabra la palabra Meorot (מאורת – «luminarias«) le quitamos las letras de Mavet (מות -«muerte«-), nos queda Or (אר), es decir “luz”. Pero si lo que le quitamos es Or (אור), nos queda Met (מת), es decir una “persona muerta”, o un “cadáver”.
A partir de estas reflexiones podemos entender que la muerte, o lo muerto (tanto física como espiritual) no sólo se nos presenta como algo oscuro donde no hay luz, sino sobre todo como algo donde hay separación, donde no hay unidad.
Ahora, apoyándonos en dos guematrías clásicas, sabemos que la de Ahavah (“amor”) y la de Ejad (“uno”), son la misma: 13. Así es que la Sabiduría divina nos enseña que la esencia de la unidad es el amor y la esencia del amor es la unidad.
Por último, si a la guematria de Jaim (חיים), “vida”, que es 68, le añadimos el valor 4, por las cuatro letras que componen esta palabra, obtenemos com resultado 72, que es la guematría de Jesed, “bondad”, “benevolencia”, «amor perfecto”. Por esta razón, si queremos escapar del Sitrá Ajrá, que como también dice el Zohar, es el Ángel de la Muerte, hemos de “conocer que todo es uno” gracias a la benevolencia infinita del Eterno; de este modo, ocupados en el estudio de este conocimiento, a través de la meditación de la Torah, lograremos huir de cualquier separación. Y esto no es una intención o una actitud, es una experiencia, un estado de consciencia que nos conecta con la mente de Mashiaj y así nos permite vibrar con nuestro entendimiento en la armonía que logra manifestar al Eterno en medio de la existencia… ¡Esto es verdaderamente en lo que consiste el Reino de Dios!
Mira, yo he llamado a Betzaleel… y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría, inteligencia, ciencia y todo arte, para inventar diseños y trabajar en oro, plata y bronce… y he puesto con él a Aholiab, para que hagan todo lo que te he mandado…
Entonces Moisés dijo a los hijos de Israel:
«Mirad, el Señor ha nombrado a Betzaleel hijo de Uri hijo de Hur, de la tribu de Judá.
Y lo ha llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, en ciencia y en todo arte, para proyectar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce, en la talla de piedras de engaste y en obra de madera, para trabajar en toda labor ingeniosa. Ha puesto en su corazón el don de enseñar, tanto a él como a Aholiab hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan, y los ha llenado de habilidades para que hagan toda obra de arte y de invención, de bordado en azul, en púrpura, en carmesí, en lino fino y en telar, para que hagan toda labor e inventen todo diseño.”
(Éxodo 31:1-6; 35:30-35)
Un personaje destacado que aparece en la parashá de esta semana (Pekudei) es Betzalelhijo de Uri, hijo de Jur. Según el Talmud (Sanhedrín13 b), Betzalel sólo tenía 13 años cuando construyó el tabernáculo. ¿De dónde sacó tanta sabiduría?
Yahvéh, nuestro Dios y Abba, dio inteligencia a Betzalel, capacitándolo para investigar materiales en su esencia simbólica, y estudiar sus beneficios proféticos para realizar las obras ordenadas del Mishkán, el templo itinerante de la fe. Betzalel recibió así de lo alto la habilidad para usar piedras, metales, tintas, tejidos y maderas para tan importante trabajo, para “crear invenciones”, como lo dice en el versículo bíblico.
Por ese motivo, Betzalel, puede ser considerado un maestro en varias especialidades: diseñador, científico, arquitecto, ingeniero, artesano, orfebre y decorador. Y otra función muy importante: la del profesor, pues el Señor le encargó, así como a su Aoliabe, enseñar el conocimiento adquirido de ahí en adelante.
Destacando dos de las funciones más importantes citadas, Betzalel es uno de los primeros arquitectos e ingenieros registrados en la historia. Obviamente, ya existían esos profesionales en otras culturas, aunque no se los conociera con esos nombres -pirámides erguidas en Egipto y otras construcciones no habrían sido erguidas sin ellos y sus proyectos.
Estos dos varones fueron grandes profetas para el pueblo de Israel mientras peregrinaba la pedagogía del Eterno en el desierto. Bajo la dirección de Moisés, quien tuvo una clara imagen del Reino Celestial y escuchó las descripciones detalladas del diseño que el Eterno deseaba para el Mishkán (Tabernáculo) representación física del Proyecto Emanuel. Estos artistas recibieron de Moisés la visión y el diseño, pero en verdad, ellos fueron los responsables de traer ese diseño espiritual al plano terrenal. Ellos dependían del Espíritu Santo para hacer evidente y visible la experiencia de Moisés para el resto de Israel y las naciones de la Tierra.
Según el Talmud (Berajoth 55 a), Betzalelhijo de Uri, hijo de Jur era nada más y nada menos que un experto en guematría, un sistema alfanumérico de código/cifra que asigna valor numérico a una palabra / nombre / frase en la certeza de que las palabras o frases con valores numéricos idénticos llevan alguna relación entre sí o tienen alguna relación con el número mismo. En pocas palabras, la guematría es el cálculo de la equivalencia numérica de las letras, palabras o frases hebreas, y sobre esta base lograr un aumento de la comprensión de la interrelación entre los diferentes conceptos y explorar la relación entre palabras e ideas. En la cosmovisión hebrea se asume que de momento que el mundo fue creado a través del «habla» de Yahvéh Elohim, cada letra representa una fuerza creativa diferente.
Betzalel conocía la sabiduría de unir las letras con la que se creó los Cielos y la Tierra. Debido a esta sabiduría, él construyó el Mishkán (Tabernáculo) y él fue elegido entre todo el pueblo de Israel. Y así como fue elegido en lo alto, el Creador quiso que fuese elegido abajo. En lo alto está escrito que el Creador dijo a Moisés, “Mira que he designado a Betzalel”, y abajo está escrito que Moisés dijo a Israel, “Miren, el Señor ha designado a Betzalel”. Su nombre fue designado por el superior, Betzalel, que deriva de dos palabras: Betzel El; por lo que su nombre significa «a la sombra de Dios«. Es decir, que este varón es un justo, que se sienta a la sombra de Dios. Es decir, que practicaba, con su corta edad, una comunión con ese Dios que ilumina en lo alto con el objetivo de, a través de un justo, iluminar abajo con los diseños de Su Malkut (Reino).
Ese significado del nombre Betzalel, ha orientado a los comentaristas ha descubrir diversas guematrías muy interesantes. En primer lugar la del nombre mismo Betzalel que es 153, porque es el número secreto de Tov (טוב), “bien”. De ello se deduce que Betzalel (בצלאל) representa al bien llevado a su máxima expresión.
ב = 2
צ = 90
ל = 30
א = 1
ל = 30 Total: 153
El siguiente secreto se encuentra en la guematría de la expresión: “Betzalel, hijo de Uri, hijo de Jur”. “Ben Uri”, significa el hijo de la primera luz que el Creador creó en la obra de la creación. “El hijo de Jur”, quiere decir el hijo de Jerut (libertad) de todo. Este es Betzalel, a quien por medio de este nombramiento divino, se le designó el bastón de Judá, para comprender los fundamentos mesiánicos del Reino Celestial, y así exponerlos físicamente a través de la estructura del Mishkán.
Cuando calculamos la guematria de Betzalel ben Uri, ben Jur(בצלאל בן-אורי בן-חור) vemos que es 688:
בצלאל = 153
בן-אורי = 269
בן-חור = 266
————-
Total: 688
בסוד = 72
התורה = 616
————–
Total: 688
Se trata de la misma guematría que la de la expresión BeSod Torah (בסוד התורה), “en el Secreto de la Torah”. ¿De qué secreto nos están hablando? Sin duda de la ciencia de la guematría, ya que según el Talmud, Berajoth (55 a) «Betsalel sabía cómo combinar las letras con las que fueron creados los Cielos y la Tierra», pero de algo más: de sus profecías mesiánicas ocultas.
Por otra parte, el sabio Baal haTurim nos explica que el nombre de Betzalel aparece en tres ocasiones en la Torah, en Éxodo (31:1), Éxodo (35: 30) y Éxodo (38: 22), concretamente al principio de esta parashá. Esto corresponde según este gran sabio a tres atributos de Betzalel: sabiduría, inteligencia y conocimiento.
Betzalel, como artesano ungido tenía la habilidad sobrenatural de traer en su arte una obra de la realidad espiritual de Yahvéh a nuestra realidad visible para así poder experimentar las verdades que la revelación contiene en lo referente al Código Sagrado, es decir el Mesías prometido para fundar el Proyecto Emanuel («Dios con nosotros») perfectamente develado en el diseño del Mishkán.
Betzalel era un gaón (erudito) en las ciencias proféticas. No sólo era un experto artesano y artista, sino un varón que entendía cómo diseñar los nombres que representan los atributos de Dios en su obra. Él heredó un sentido del celo y de la misión de ambos sus abuelos. A los trece años de edad se adelantó y fue ordenado desde arriba como «en la Sombra de Dios». Diseñó y construyó la estructura más sagrada y más bella de la historia, y luego desapareció. A lo largo del resto de Tanak nunca se lo menciona de nuevo. Evidentemente es un tipo perfecto de Yeshúa HaMashiaj, el León de la Tribu de Judá. Al igual que lo haría nuestro amado Mesías, Betzalel, el jefe de la obra del Tabernáculo dio total espacio al Espíritu de Dios para que Él actuase en su vida. Habilidad, conocimiento, inteligencia, eficiencia y respeto fueron solamente algunos de los muchos frutos de la sumisión correcta y saludable.
Betzalel tenía su único propósito en el mundo, y humildemente lo encontró aceptando con mansedumbre la tarea que se le encomendaba. El Pirkei Avot («Tratado de los Padres») dice: «No existe persona que no tenga un momento«. Esto significa que en el mundo del Eterno hay una razón por la que cada uno de nosotros nació. Cada uno tiene sus «quince minutos (al menos) de fama«.
La lección que da la vida de Betzalel, es que la próxima vez que se te pida que hagas una tarea, por incómoda que sea, para tu familia, tus amigos o tu gente, hazlo como un héroe. ¿Quién sabe? Tal vez fue para ese mismo momento que naciste en el mundo.
«Y salió Jacob de Beerseba, y fue para Harán. Y llegó a cierto lugar y pasó la noche allí, porque el sol se había puesto; tomó una de las piedras del lugar, la puso de cabecera y se acostó en aquel lugar. Y tuvo un sueño, y he aquí, había una escalera apoyada en la tierra cuyo extremo superior alcanzaba hasta el cielo; y he aquí, los ángeles de Dios subían y bajaban por ella.…«
Bereshit/ Génesis 28: 10-12
Nuestro padre Yaakov se encuentra en la cima del Monte Moriah, el Monte Santo de Dios. Él ha recibido la bendición de Yitsjak su padre. Ha salido de Beersheva, pues su hermano Esav quiere matarlo. Está camino a Padan-aram, la región donde vive el hermano de su madre Rivkáh.
Yaakov se dispone a pasar allí la noche. Es el monte donde su abuelo Abraham, había presentado a Yitsjak al Creador. También es el mismo sitio en el cual, siglos más tarde se levantaría el Gran Templo construido por el Rey Shelomo, «El Beit Hamikdash».
El relato cuenta que el sol se había puesto, Yaakov avinu tomó 12 de las piedras del lugar, las colocó rodeando su cabecera, y se acostó para su reposo nocturno. Entonces, tuvo un sueño profético. En él se describía el futuro de Israel y de la humanidad. Yaakov ve detalladamente una escalera apoyada en tierra, que se extiende hasta llegar al cielo. (cf. Bereshit 28:11-19).
Ahora bien, este momento es en realidad un «instante cósmico» del propósito eterno de Dios, pues dicho sueño revelada que la Intención divina (que es buena, agradable y perfecta), no puede ser obstaculizada por ningún acto de rebeldía humana. El Eterno está revelando a nuestro padre en la emunáh (Fe) que en ese lugar se construiría el diseño que revelaba al hombre en plenitud de propósito y misión mesiánica. El Templo es en sí mismo la maqueta misma de lo que la Humanidad es: Un Templo que contiene la Imagen de Elohim. Veamos lo que dice el relato de la creación del Adam HaRishón:
«Y creó Dios al hombre a su imagen, una imagen de Dios lo creó; varón y hembra lo creó.»
(Bereshit /Génesis 1:27 Reina- RVR 1960)
Por la revelación de los códigos científicos de la Torah, entendemos que el Eterno formó al primer hombre del polvo de la tierra. Lo moldeó micro y macro estructuralmente. Su cadena de ADN fue creada por el Altísimo también. Desde estos códigos, también sabemos que para crear al ser humano (hebreo Adam) no se valió de ningún ser vivo existente. No empleó los procesos de prueba-error ni tampoco siguió los lineamientos de la falsa «evolución teísta«.
Por todo esto, creemos y confesamos que Yahvéh es el Creador. En su mente está cada detalle de este universo. Con Su Palabra creó y ordenó la materia, y por su voluntad todas las cosas subsisten, antes y después del pecado humano.
“Con su poder creó todo lo que hay en el cielo y en la tierra, lo que se ve y lo que no se ve, ya sean ellos seres espirituales, poderes, autoridades o gobernantes. Todo ha sido creado por él y para él.” (Colosenses 1:16)
Está bien claro, las Sagradas Escrituras, explicando la ciencia de la Torah, revelan que cada enlace atómico, cada molécula, cada ser vivo fue formado de acuerdo a los designios de la Intención divina. Pero el hombre no fue creado como un organismo más. ¡No! Él sería la parte más importante de su creación.
El ADN como Carro de la Divinidad.
La complejidad del ADN es maravillosa, pero aún más asombrosa, es la vida espiritual que Yahvéh dio a este «organismo» especial llamado ser humano:
«Formó, pues, Yahvéh (YHVH) Dios al hombre del polvo de la tierra, y alentó en su nariz soplo de vida; y fue el hombre en alma viviente.» (Génesis 2:7)
Notamos que de los minerales de esta tierra hizo el Eterno al hombre, y le dio vida física y espiritual. ¿Y cuál «modelo» usó para dar vida al hombre? ¡YHVH mismo! Pues nos creó a Su imagen para que nos desarrolláramos a Su semejanza (Génesis 1:27).
Ahora bien, todos los seres humanos poseemos un ADN específico en el núcleo de nuestras células. ¿Qué gran secreto celestial se esconde en este material genético primordial?
La Historia del ADN
Corría el año 1953 cuando James Watson y Francis Crick lograron lo que parecía imposible: descubrieron la estructura genética que está en lo más profundo del núcleo de nuestras células. A este material genético se le llama ADN, una abreviación de ácido desoxirribonucleico. Este descubrimiento de la estructura de doble hélice de la molécula del ADN abrió las puertas para que los científicos examinaran el código que está en él. Actualmente, más de medio siglo después del descubrimiento inicial, el código del ADN ha sido descifrado.
A medida que los científicos empezaron a decodificar la molécula de ADN humano, encontraron algo sorprendente: un exquisito lenguaje compuesto de 3.000 millones de letras genéticas. Uno de los descubrimientos más extraordinarios del siglo XX fue que el ADN almacena información (instrucciones detalladas para la producción de proteínas) en forma de un código digital de cuatro caracteres. Se comprobó así que la materia es energía comprimida. La información son patrones de energía. Hay un fluido de información en nuestros cuerpos. La regulación de todo el organismo y la coordinación de todas las células se consigue con campos de información.
¿Qué o quién podría comprimir en forma de nano-energía semejante información y colocar este inmenso número de “letras” en la secuencia adecuada como un manual de instrucción genética? ¿Podría la evolución desarrollar un sistema semejante a éste? ¿Podemos acaso imaginarnos que algo mucho más complejo que el programa que maneja un supercomputador (es decir el ADN), sea producto de un accidente evolutivo?
Sabemos que la probabilidad de que el ADN se creara de forma accidental o espontanea (teoría de evolución de Charles Darwin), es según estudios informáticos igual a una entre el número de átomos existentes en el universo.
El ácido desoxirribonucleico, frecuentemente abreviado como ADN, es un ácido nucleico que contiene las instrucciones genéticas usadas en el desarrollo y funcionamiento de todos los organismos vivos conocidos y algunos virus, y es responsable de su transmisión hereditaria. El papel principal de la molécula de ADN es el almacenamiento a largo plazo de información. Muchas veces, el ADN es comparado con un plano o una receta, o un código, ya que contiene las instrucciones necesarias para construir otros componentes de las células, como las proteínas y las moléculas de ARN. Los segmentos de ADN que llevan esta información genética son llamados genes, pero las otras secuencias de ADN tienen propósitos estructurales o toman parte en la regulación del uso de esta información genética. El ADN es un conjunto de instrucciones moleculares o código que muestra las especificaciones usadas en la creación de todos los organismos vivientes.
En síntesis podemos decir que el ADN es un conjunto de moléculas especializadas y responsables de codificar la información individual de cada organismo biológico que existe en el planeta. Por eso, el ADN es el que define las características de cada individuo.
La Ciencia Humana y su encuentro con la Ciencia de Dios.
Ahora bien, me interesa destacar aquí lo que investigaciones científicas acerca del ADN han revelado con respecto a la revelación escritural de que el ser humano lleva la imagen del Eterno. Este es un dato muy importante que no se da en difusión por los medios.
El código del ADN, comenzó a descifrarse ampliamente a través del célebre proyecto internacional “GENOMA”. Desde aquí, cada hallazgo, ha una fuente de asombros para científicos de todo el mundo. Los científicos, involucrados en este programa, están examinando el cuerpo a través de la lente de la física cuántica y han descubierto que somos mucho más que máquinas bioquímicas. Muchos estos investigadores estudian actualmente en el lenguaje genómico y aseguran haber encontrado lo que pudiera ser la prueba tangencial de la existencia de Dios.
En los últimos años muchos biólogos moleculares han creado grupos de colaboración junto a criptólogos, estadísticos y lingüistas entre otros profesionales, con el fin de descifrar el mensaje guardado en la gran molécula.
Entre estos, un investigador que se especializa en el ADN humano y utiliza un microscopio electrónico para sus investigaciones, ha descubierto un patrón bastante singular que forma ‘saltos’ en la secuencia de aminoácidos entre los que él denomina “puentes”.
En 1973, mientras estaba en la Universidad de California, el Dr J.J. Hurtak llegó a comprender que existía una conexión entre las asociaciones lingüísticas y genéticas en las Letras que conforman el nombre de Dios en el hebreo bíblico YHVH. Ellas son Yud, Hei, Vav, Hei.
Entiendo que mi explicación será bastante deficiente, pero intentaré ser lo más sencillo en expresar este asombroso descubrimiento. El primer salto es en un intervalo de 10, el segundo de 5, el tercero de 6 y el cuarto de 5 aminoácidos. La investigación demostró que el patrón en el ADN humano se repite todo el tiempo en el camino a través de la hebra: 10, 5, 6, 5; luego otro 10, 5, 6, 5; y otro 10, 5, 6, 5; y así sucesivamente.
Entiendo que algunos de ustedes pueden reconocer estos números. ¡Sí, así es! Ellos resultan ser el valor numérico de cada letra en el Tetragramatón o Nombre de Dios. El Tetragrámaton (en griego: τετραγραμματον, «cuatro letras«) es el teónimo יהוה en hebreo, cuadrilateral, que identifica al Dios de Israel, y transliterado como YHVH a otros idiomas. El valor numérico de este Sagrado Nombre es 26.
Recordemos que el Tetragrámaton está conformado por la siguiente secuencia de letras: yud-hei-vav-hei. Teniendo en cuenta la guematría de las letras hebreas, la yud tiene un valor numérico de 10, la hei tiene un valor numérico de 5, la vav tiene un valor numérico de 6 y la hei final, por supuesto, es otro 5. Sabiendo esto, podemos afirmar que la firma del arquitecto se puede encontrar en el ADN humano, tal como se encuentra en casi todo lo demás, en un nivel u otro.
Antes de continuar con esta bitácora, te invito a escuchar a uno de los científicos que ha descubierto esto, el científico y rabino Yeshayahu Rubinstein quien en octubre de 1986 descubrió este mensaje divino encriptado en las células:
ADN y YHVH: La Escalera que lleva al Cielo
Revisando los 4 ácidos nucleicos, Adenina, Timina, Citosina y Guanina, nota que entre estos se forman los puentes de sulfuro, que dan la vida a la célula en el ADN, dándole una apariencia de escalera. La progresión la calcula cada 10 ácidos, cada 5 ácidos, cada 6 ácidos y cada 5 ácidos, y concluye que, al tomar esta sucesión numérica infinita en hebreo, equivale a las letras que forman el nombre Sagrado del Creador, y su correspondiente valor de 26 en el ADN.
10=(י)
5 = (ה)
6 = (ו)
5 = (ה)
«10 + 5 + 6 + 5 = 26» también, representa la suma de los valores de las sefirot. Pilar Central del Arbol de la Vida:
(Keter) 1 +
(Tiferet) 6+
(Yesod) 9+
(Maljut) 10
Da una Sumatoria Total de 26
En suma, la relación entre el código lingüístico del Nombre Divino (Tetragrámaton) y las partes celulares de la estructura humana puede ser vista en cuanto a la forma-onda del ADN de una cierta frecuencia vibratoria que compone la biocomputadora humana a través de 64 áreas celulares de una compleja matriz.
El Código Divino es el mecanismo codificador comunicado a través de rangos de micro señales, donde el vínculo vibratorio forma la «materia genética» dentro de las células como un patrón de flujo de energía divina. El cuerpo es visto como un bio-traje de luz (lightware; n. de t. programa de luz) que opera vía un lenguaje de luz bioquímica que da millones de instrucciones por segundo. La identidad de cada individuo se alberga en este laberinto interno de letras químicas que equipa al genoma completo con el mecanismo anímico de la vida.
En resumen, hay una frecuencia vibratoria sónica imperceptible al oído humano. Ésta vibración sonora sería la “pronunciación exacta” del Nombre de Dios. Ésta vibración se “materializa” operando en el ADN, el cual actúa como un receptor equivalente-molde al “sonido” del Tetragramatón. Esta acción es la que desencadena la creación del cuerpo humano en la forma del óvulo fecundado que comienza a transformarse en embrión.
La operación de estas fuerzas superiores vinculadas al sonido imperceptible del Nombre, fue descrita con sencillez sublime por el sabio-rey Salomón:
«Tal como no te das cuenta de cuál es el camino del espíritu en los huesos de un bebé dentro del vientre de la que está encinta, de igual manera no conoces la obra del Dios, que hace todas las cosas.» (Eclesiastés 11:5)
Así mismo, el salterio (libro de los Salmos o Tehilim), sostiene en sus líneas musicales la certeza de la existencia de una codificación que determina las características de la de vida de un embrión de ser humano:
“Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas. ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero, se multiplican más que la arena; Despierto, y aún estoy contigo.”
(Salmos 139:16-18 – RVR 1960)
Considerando esto, el antiguo libro de sabiduría hebrea, denominadoEl Zohar(escrito en el siglo II E.C.), sostiene, al explicar el libro de Bereshit, que el universo fue creado y es manejado por un código cósmico hecho de secuencias de letras hebreas y de la energía que representan. De la misma manera que el ADN, este código tiene las especificaciones para la creación y mantenimiento de la vida.
El código de ADN está escrito en cuatro letras y su posicionamiento determina nuestras características, así mismo, el Tetragramatón está escrito en cuatro letras y, según el Zóhar, su posicionamiento también determina nuestras características.
Se nos dice que un día todos los hombres sabrán el Nombre de Dios:
«Por eso, ahora voy a darles una lección. Les voy a enseñar de una vez por todas lo que es mi poder y mi fuerza; así aprenderán que mi nombre es YHVH.» (Jeremías 16:21)
Seguramente este descubrimiento científico sobre el ADN realmente está dando a conocer este nombre único y podamos comprender lo que comunican estas letras, que este nombre literalmente reina encima de todo.
El nombre representado por el Tetragramatón (YHVH = Yahvéh, no Jehová) ha sido traducido como “Yo Soy”, “Yo Soy el que Soy”. En verdad este nombre proviene del verbo “ser” (hayah). Algunos eruditos piensan que YHVH se corresponde con la forma causativa de este verbo. De ser así, significaría literalmente “El que causa que sea, el que trae a la existencia”. Sobre esta base, sería apropiado decir que el nombre representado en el Tetragrmatón (Yahvéh), tiene una conexión con cada uno de nosotros, con la propia vida humana integral. No solo el Nombre estaría vinculado con el Propósito de Dios a nivel general, sino que estaría íntimamente ligado con nosotros mismos en cada detalle psíquico y físico. De esa forma su propio Nombre adquiere un significado más íntimo y esperanzador. Un significado más personal.
Recordemos que en la mentalidad hebrea, al hablar del “Nombre”, la verdadera referencia puede ser no sólo una palabra o expresión utilizada para designar a un individuo, sino la persona misma, su personalidad, cualidades, principios e historial, lo que él mismo es. Por consiguiente, sería correcto afirmar que, aunque conozcamos el nombre con el cual se llama a una persona, si no la conocemos por lo que verdaderamente es, no conocemos en realidad su “nombre” en el sentido real y vital.
La Esencia Humana y la Estructura de la Existencia.
Buscando llegar a la conclusión, necesito también decir que las palabras “esencia”, “sustancia”, “existencia” y “ser”, en hebreo comparten el mismo valor numérico que el del Tetragrámaton: 26. [Además, merece destacar que es precisamente en el versículo «26» del capítulo 1 de Bereshit (Génesis) donde se revela la Intención del Abba kadosh de crear una Humanidad que lo tenga en lo más profundo de su esencia.].
En consecuencia, nuestra mente se expande al darnos cuenta que en el momento del sueño (visión) del patriarca Yaakov, donde convergen los factores para la elevación de la creación:
El Monte Moriah,
El Kodesh ha Kodashim del Templo (el Lugar Santísimo),
La Eretz Israel (la Tierra de Yisrael) y
Yaakov, es decir, la Nación de Yisrael.
El lugar en el que Yaakov avinu se detuvo a descansar es el Monte Moriáh, donde se construyó el Beit HaMikdash (Templo de Jerusalén). Así pues, la Escalera simbolizaría el «puente» entre el Cielo y la Tierra, establecido a través del pacto entre Dios y el pueblo de Israel, y fortificado por las oraciones y sacrificios realizados en el Templo.
Además, la escalera representaría a la Torah dada en el Monte Sinaí para ser guardada en el corazón del alma redimida, como un nuevo vínculo entre Cielo y Tierra. Interesante resulta saber que el término hebreo para «escalera», sulam – םלס – y el de Monte Sinaí (- יניס -) tiene la misma gematría (valor numérico de las letras que las componen).
Así en el cumplimiento más exquisito de las Mitzvot, girando el pasado, presente y futuro en el mismo instante, al momento excelso de la plegaria del Tzadik, se vislumbra en sulam (סלם), la escalera, el ADN perfecto de orden y paz que emana de la comunicación, porque al escribirla agregándole una letra Vav (ו), la palabra sulam queda así: סולם; y su valor gemátrico da 136, que coincide con la palabra קול, (Kol) que significa “voz”.
Entonces, de todo lo hasta aquí expuesto, nuestra alma se eleva en admiración al descubrir que Ha Kadosh Baruj Hu (El Santo Bendito Es), escribió su Nombre en nuestro ADN, en nuestro código genético, tal cual hace un Gran Artista al firma su obra maestra al terminarla. No podemos negar su existencia pues su sustancia está en nuestro interior, en cada cosa que nos rodea, TODO ESTA EN EL CREADOR DEL UNIVERSO.
Lo más fuerte de esta información es darnos cuenta que lo que está detrás del Nombre Divino es una carta de amor celestial de instrucción y habilitación para realizar buenas obras. Se trata de una carta que está incrustada en la estructura humana célula por célula (y ahora sabemos y creemos que de manera literal) para poder compartir, que nos acercamos a romper la barrera imaginaria que separa la Fe de la Ciencia. Cada ser humano sería «proyectado» de alguna forma a través de sonidos y frecuencias cuánticas que lograrían activar el milagro del ADN.
Además, comprendemos que es en el ADN donde viene codificada la necesidad de Dios de todo ser humano. Esta necesidad se satisface plenamente al vivir en una unión íntima y constante por medio del Mesías activo soberanamente en el interior del ser humano. El mismo Yeshúa, nuestro Mesías, dijo:
“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (Juan 10:10).
No existe otro medio divino para la Salvación…
“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:12). No hay otro método… “Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:12-13).
Es necesario creer que Yeshúa es el Señor, quien pagó en la cruz por nuestros pecados (Salvador), y que por su gracia se obtiene salvación y la vida eterna.
Es por medio de Yeshúa, el Mesías, que se obtiene el ADN Celestial, es decir, el Espíritu Santo que YHVH ha prometido a sus herederos:
“En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.” (Efesios 1:13-14)
Es el “ADN CELESTIAL” (El Espíritu Santo) que te constituye en “semilla de luz”, la cual germina en tu interior para llevarte a la altura del varón perfecto:
“… hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Efesios 4:14)
Es necesario reflejar el “ADN Celestial” mediante intención (kabanáh) y acción que sean acordes a la voluntad de Yahvéh revelada en Su Instrucción (Torah) y explicada perfectamente en todas las Sagradas Escrituras hebreas. Es necesario identificarse como “miembro activo” de su familia en el lugar donde él decida enviarte. El Espíritu Santo te capacita para reflejarlo con convicción, poder y espontaneidad en todo lugar y circunstancia.
“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:14-16)
¡Por todo esto te suplico que no escondas tu “ADN CELESTIAL”!
“Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas. Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor” (Lucas 11:34-35)
En otra bitácora los he capacitado acerca de quién es el escritor del libro Bereshit (Génesis) y cómo construyó la estructura literaria que constituye a la obra en sí (los invito a leer y repasar esto en: ¿Quién escribió el Bereshit (Génesis)?).
Desde esta enseñanza sabemos que Moisés editó y compiló doce genealogías en este libro. Justamente palabra hebrea estructural más importante que encontramos en el libro de Bereshit (Génesis) es toldot (plural de toldá).Significa: “el relato”, “el escrito de”, “descendientes”, “la historia”, “las memorias”, “la crónica”, o también se traduce: “esto es lo que pasó con estos hombres y sus descendientes”. El sustantivo se traduce a menudo como: las generaciones, las historias o descendientes. Un dato curioso para aportar es que la palabra toldot deriva el nombre de la ciudad de Toledo en España en referencia a los desdientes judíos que la poblaron y la desarrollaron.
Continuando con los códigos bíblicos que pretendo descifrar con ustedes notamos que después de la sección en el relato escrito de las «Generaciones de Adán» (cap. 5:1 al cap.6:8), tenemos el cuarto toldot del libro: el relato escrito de las Generaciones de Noé.
Es muy importante reparar en el hecho profético de que el toldot anterior pasó de la bendición de Set a la maldición de los ángeles caídos y devenidos en demonio. En cambio, este toldot hace un camino inverso ya que irá desde la maldición del diluvio a la bendición de la Salvación del Eterno. Por lo tanto, lo que esta cuarta genealogía nos dice es qué fue de Noé. Y qué fue de Noé cuando Él lo salvó por medio del arca, que es un tipo de salvación por medio de el Mesías Yeshúa (I Pedro 3:20-21).
Será interesante resaltar aquí que el relato completo del diluvio sigue una estructura en oposición simétrica. Hay un paralelismo, en donde la primera letra es lo opuesto de la segunda letra, y así sucesivamente; y donde la letra F es el punto de inflexión o de cambio. Miremos esto en forma detallada:
A Dios decide destruir a la humanidad con un diluvio (6:11-13)
B Noé construye un arca (6:14-22)
C Dios ordena a Noé entrar al arca (7:1-9)
D El diluvio comienza (7:10-16)
E La inundación cubre la tierra durante 150 días cubriendo las montañas (7:17-24)
F _ Dios se acuerda de Noé(8:1a) _
E La inundación termina después de 150 días, y las montañas son visibles (8:1b- 5)
D La tierra se seca (8:6-14)
C Dios ordena a Noé salir del arca (8:15-19)
B Noé construye un altar (8:20)
A Dios resuelve no tratar más a la humanidad destruyéndola con un diluvio (8:21-22)
Otra particularidad de este toldot tiene que ver con el valor profético del número siete. Este aparece bajo distintos lineamientos ofreciendo un mensaje lleno de espiritualidad a los que estudian esta porción. Importante será para nosotros entender que en las Sagradas Escrituras los números tienen tres significados distintos: cantidad, simbolismo y mensaje (o sentido gemátrico). Por lo tanto, es muy importante, tomar un tiempo especial bajo oración, y profundizar en los detalles de dichos símbolos y el mensaje que nuestro Abba quiere darnos.
El número siete es también muy importante en este toldot. Primeramente, diré que el número 7 (siete) siempre comunica la idea de perfección y plenitud en dones. Permítanme explicar esto. En hebreos, la palabra «siete» es «chevah» que viene de la raíz «Sabah«, que quiere decir lleno o satisfecho, tener suficiente. Por lo tanto, el significado de la palabra «siete» es denominado por esta raíz, y señala a aquello que está pleno y completo, bueno y perfecto. El siete, por lo tanto, sella con PERFECCIÓN y cabalidad aquello en relación a lo cual es usado.
Ahora veamos al texto del Bereshit y descubramos la mención de este número:
Siete días son mencionados (7:4 y 10 , 8:10 y 12).
Hay siete pares de animales puros y aves (7:2-3).
Dios habló a Noé siete veces (6:13; 7:1; 8:15; 9:1, 8, 2, 17).
La raíz hebrea asá: hacer o fabricar, se usa siete veces en 6:13-22, en relación con la construcción del arca.
La raíz de la palabra venir se usa siete veces desde 7:1-16.
La raíz de destruir, borrar o eliminar se usa siete veces en el relato del Diluvio.
La palabra pacto se usa siete veces desde 9:8-17.
Y, por último, el nombre de Noé aparece treinta y cinco veces (5X7) en el relato completo del Diluvio.
En este toldot (relato) el Espíritu del Señor revela que Yahvéh, nuestro Dios, está siempre activo en Su Gracia buscando conducir todo acontecimiento de la Historia Humana a los ámbitos de Su Salvación a fin de que la obra mesiánica de Yeshúa se manifieste salvando a los hombres que responde a Su llamado.