Un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Por esto, al despertar, ordenó llamar a un sabio para que interpretase su sueño.
– «¡Qué desgracia Mi Señor!» -exclamó el Sabio- «Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra Majestad.»
– «¡Qué insolencia!» – gritó el Sultán enfurecido. «¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!»
Llamó a su guardia y encargó que le dieran cien latigazos.
Más tarde mandó que le trajesen a Nasrudín, el otro sabio de la corte, y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al sultán con atención, le dijo:
– «¡Excelso Señor! Gran felicidad le ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes.»
Ell semblante del Sultán se iluminó con una gran sonrisa y ordenó que le dieran a Nasrudín cien monedas de oro.
Cuando el mullá salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:
– «¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro.»
– «Recuerda bien amigo mío«, respondió Nasrudín, «…todo depende de la forma como se dicen las cosas.»
Para concluir solamente diré que la verdad puede ser comparada con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura ciertamente será aceptada con agrado.
Ahora los invito a reflexionar lo que dice el sabio rey Salomón en el libro de los Proverbios:
«Las palabras del hombre son aguas profundas,
río que corre, pozo de sabiduría…
Con sus labios, el necio se mete en líos;
con sus palabras precipitadas se busca buenos azotes…
Cada uno comerá hasta el cansancio del fruto de sus palabras.
La vida y la muerte dependen de la lengua;
los que hablan mucho sufrirán las consecuencias».
Proverbios 18: 4,20-21
Sin duda alguna, uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse.
El Eterno ha diseñado y establecido que de la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Así mismo, Él ha determinado en este propósito ontológico que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no tenemos la menor duda; mas, la forma con que debe ser comunicada es lo que provoca, en algunos casos, grandes problemas.
Cuantos matrimonios entran en crisis y conflicto por el simple hecho de no saber decir con tino las cosas. En mi experiencia como sacerdote, que trabaja en pastoral matrimonial, he constatado que muchas peleas y discusiones se pudieron haber evitado con tan solo expresar mejor sus diferencias. Todo cónyuge que se sienta atacado se defenderá contra-atacando con más virulencia. En cambio, todo cónyuge que escucha como sus actitudes afectan a su pareja, se sentirá interpelado y tomará medidas para corregirlas.
«El que mucho habla, mucho yerra;
callar a tiempo es de sabios»
Proverbios 10: 19
Por todo esto, elevo una plegaria pidiendo que tus palabras sean más valiosas que el silencio que rompen.