Por P.A. David Nesher
«Habló Yahvéh a Moisés, diciendo:
Habla a Aarón y a sus hijos, y a todos los hijos de Israel, y diles:
Esto es lo que ha mandado Yahvéh:
Cualquier varón de la casa de Israel que degollare buey o cordero o cabra, en el campamento o fuera de él, y no lo trajere a la puerta del tabernáculo de reunión para ofrecer ofrenda a Yahvéh delante del tabernáculo de Yahvéh, será culpado de sangre el tal varón; sangre derramó; será cortado el tal varón de entre su pueblo, a fin de que traigan los hijos de Israel sus sacrificios, los que sacrifican en medio del campo, para que los traigan a Yahvéh a la puerta del tabernáculo de reunión al sacerdote, y sacrifiquen ellos sacrificios de paz a Yahvéh. Y el sacerdote esparcirá la sangre sobre el altar de Yahvéh a la puerta del tabernáculo de reunión, y quemará la grosura en olor grato a Yahvéh. Y nunca más sacrificarán sus sacrificios a los demonios, tras de los cuales han fornicado; tendrán esto por estatuto perpetuo por sus edades.
Les dirás también:
Cualquier varón de la casa de Israel, o de los extranjeros que moran entre vosotros, que ofreciere holocausto o sacrificio, y no lo trajere a la puerta del tabernáculo de reunión para hacerlo a Yahvéh, el tal varón será igualmente cortado de su pueblo.»
(Vayikrá/ Levítico 17: 1-9)
En el mundo pagano de aquel tiempo, era costumbre el ofrecer sacrificio a lo que uno deseara, y como mejor lo considerara. Los altares eran levantados, por costumbre, en los lugares altos, en áreas boscosas, o en otros lugares especiales, acorde a los intereses particulares de cada adorador. La cosmovisión de esto respondía a la certeza que el ámbito de la divinidad se encontraba en todas partes, pero, en el área de las creencias paganas, esto se torcía al concepto que los distintos dioses (demonios) respondían a los sacrificios ofrecidos en sus territorios.
Esta cosmovisión errada caracteriza, lo que aún en el mundo moderno se considera adoración individualista, que marca una manera muy egocéntrica de llegar a Dios, partiendo del supuesto derecho que tiene cada persona de poner sus propias reglas de cómo tratar con Dios mientras se encuentran con Él. Esta piedad individualista permite, en verdad, el desarrollo y la existencia de una realidad espiritual imperante detrás de los dioses paganos, me refiero a las dimensiones del Otro Lado o entidades demoníacas. Al sacrificar a Baal, Astarot, y otros, en realidad adoraban a los demonios.
La palabra hebrea que ha sido traducida aquí como como “demonio” es sair. Esta palabra tiene varias interpretaciones:
- Demonio, que es un ente incorpóreo que merodea en los lugares desolados e inhóspitos, (comparar con Isaías 13:21; 34:14).
- Según el comentario de Ibn Ezrá, a estos entes se les da el mismo nombre que a los chivos porque ese es el aspecto que les adjudican los que creen en ellos.
- El versículo también se está refiriendo a los ídolos, asemejándolos a los seirim, (plural de saír).
El apóstol Pablo, teniendo en cuenta estas acepciones, en esencia enseñó lo mismo:
«Antes digo que lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios. No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios.»
(1 Corintios 10:20-21).
En esencia, toda la adoración que no esté dirigida hacia al Nombre correcto del Eterno está dirigida hacia el diablo y sus demonios .
Los demonios son seres espirituales invisibles al ojo humano que pueden hacer daño a los hombres cuando son desobedientes al Eterno. Recordemos que parte de los hijos de Israel tenían la costumbre de sacrificar animales a los demonios, según lo habían aprendido en Egipto. El Eterno prohibió rotundamente esa práctica para todas las generaciones. Israel, por medio de este mitzvá (mandamiento) comprendió que esa actitud holgada hacia el lugar de sacrificio pudo estar bien para el tiempo de los patriarcas. Pero ahora con un lugar centralizado para la adoración, los israelitas no tenían permitido el ofrecer sacrificio en cualquier manera que quisieran, debían de venir al tabernáculo y tener el sacrificio administrado por los sacerdotes. Si desobedecían, serían cortados de entre el pueblo, exiliados de su comunidad.
El Eterno estableció todo esto para que su pueblo lo adore en la manera correcta que a Él le agrada, y no como otros que adoraban a sus dioses haciendo todo a su manera, justificando de este modo la práctica de cosas indecentes e inmorales. Yahvéh dijo que no compartiría su Gloria con otros porque Él era el único Dios verdadero. De esa manera el Eterno quería proteger a su pueblo de la iniquidad, la rebelión y el pecado. Él quería a un pueblo sacerdotal totalmente puro que lo conozca y lo adore solamente a Él, obteniendo así poderes extrasensoriales que permitan la correcta reparación del mundo.
La enseñanza de este pasaje la podemos sintetizar en dos puntos principales:
En primer lugar vemos que el Eterno es celoso y llama prostitución a todo sacrificio ofrecido otras fuerzas espirituales. Esto nos enseña que sólo se puede dar sacrificios al Creador de todas las cosas. Todo sacrificio a otros poderes sobrenaturales constituyen una prostitución espiritual y lleva a consecuencias muy negativas.
En segundo lugar vemos que todo culto espiritual tiene que ser presentado en la puerta del tabernáculo, al sacerdote. Las oraciones son un tipo de sacrificios espirituales. Esto nos enseña que toda oración tiene que ser canalizada por la puerta del tabernáculo donde hay un sacerdote, para que sea aceptada por el Eterno. Esto constituye una enseñanza muy hermosa acerca de Él que es “ la puerta ” y “ el gran sumo sacerdote ”, fuera de quien nadie viene al Padre (Juan 14:6).