Cuerpo de Cristo

«Yo soy el Pan de vida», dijo Jesús… ¿Y?

Por P.A. David Nesher

La sinagoga de la ciudad de Capernaum estaba llena de gente, en medio de tantos feligreses, Yeshúa se comparó con el maná, el pan del cielo, diciéndole al pueblo lo siguiente:

En verdad, en verdad os digo: no es Moisés quien os ha dado el pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo
(Juan 6:32)

Así es, Yeshúa ofreció a la gente de ese momento «el pan de vida», pero ¿qué significa eso en términos prácticos desde la cultura judía que sus oyentes tenían?

Lo primero que debo dejar claro es que este dicho de nuestro Maestro no niega que el maná en el desierto vino del cielo o incluso que el maná vino por obra de Moisés. Recordemos que el Eterno hizo que los israelitas pasaran hambre en el desierto y luego los alimentó con maná para enseñarles que no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Jehová (Devarim/ Deuteronomio 8:3). El sexto día les proporcionó una doble ración para que pudieran descansar en la presencia de Yah el séptimo día (cf. Éxodo 16:21-30). 

Cuando Yeshúa realizó el gran milagro de alimentar a las multitudes, les estaba recordando este mismo principio que habían aprendido nuestros ancestros: Él es el Pan de Vida que sostiene a su pueblo con su misma palabra. Si nos alimentamos de su palabra para nuestro sustento espiritual él también nos dará nuestro pan de cada día. Yeshúa le dijo a la gente:

Les aseguro que me buscan, no porque hayan visto señales, sino porque comieron los panes y se saciaron. No trabajéis por comida que se echa a perder, sino por comida que a vida eterna perdura, que os dará el Hijo del Hombre. Sobre él Dios Padre ha puesto su sello de aprobación”
Entonces le preguntaron: “¿Qué debemos hacer para hacer las obras que Dios requiere?” 
Jesús respondió:

La obra de Dios es esta: creer en el que ha enviado
(Juan 6:25-29).

Ahora, en segundo lugar, y volviendo al versículo (de Juan 6: 32) les comentaré que la sintaxis griega del texto evangélico pone el énfasis en la verdadera naturaleza del pan mesiánico del cielo. En otras palabras, el maná que vino en los días de Moisés era, en verdad, pan del cielo, pero no “verdadero pan del cielo”. Yeshúa está enseñando a sus oyentes que a diferencia del maná que llegó mediante el ministerio de Moisés, el verdadero pan del cielo “da vida al mundo” (Juan 6:33).

Es decir, que el Maestro ofreció al pueblo en la sinagoga de Cafarnaúm el verdadero pan del cielo. Él les reveló que si comieran de él, nunca más tendrían hambre ni sed de Dios. El verdadero pan del cielo da vida al mundo.

Recordemos que en un capítulo previo (capítulo 4), el evangelista relata como Yeshúa le hizo una oferta similar a la mujer samaritana, junto al pozo de Yaakov. Él le ofreció agua viva, diciendo:

El que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; pero el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna
(Juan 4:13-14).

La mujer samaritana no entendió bien. Ella pensó que Yeshúa le ofreció agua mágica y literal. Por eso ella dijo:

Maestro, dame de esta agua, para que no tenga sed ni venga hasta aquí a sacarla
(Juan 4:15).

La gente en la sinagoga de Capernaum también tomó literalmente la oferta del pan celestial del Maestro. Le dijeron:

Maestro, danos siempre este pan
(6:34)

Ante esta falta de discernimiento, Yeshúa respondió:

Yo soy el pan de vida, el que a mí viene, nunca pasará hambre, y el que cree en mí, nunca tendrá sed.
(Juan 6:35)

Es obvio que Yeshúa no se llama a sí mismo una barra de pan literal. ¡Eso sería extraño! Más bien, nuestro Dueño y Maestro está usando el pan como analogía para enseñar a sus oyentes acerca de la única manera de recibir una verdadera renovación espiritual de Dios. En resumen, así como el pan físico nutre nuestro cuerpo, Yeshúa, como pan de vida, alimentará y sustentará nuestro espíritu. Además, el pan físico perece y sólo frena el hambre durante un corto tiempo. Sin embargo, Yeshúa es el pan espiritual del Cielo, dado por el Padre, que durará por la eternidad, dándonos vida para siempre.

Justamente a eso vino el Mesías: a ofrecer comida y agua imperecederas, es decir vida eterna (la calidad de vida que el Eterno tiene y da). Yeshúa, oficiando como un anfitrión de un banquete, invitó al pueblo a venir, beber y comer.

Debemos saber que el “agua viva” (de Juan 4) y el “pan de vida” (de Juan 6) aluden a un importante pasaje mesiánico de Isaías que revelaba en su lenguaje críptico cómo el pueblo de Israel debía reconocer al Mesías:

«Todo el que tenga sed, venga a las aguas; y vosotros que no tenéis dinero venid, comprad y comed. Venid, comprad vino y leche sin dinero y sin coste. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no es pan, y vuestro salario en lo que no sacia? Escúchame atentamente, come lo bueno y deléitate en abundancia. Inclinad vuestro oído y venid a Mí. Escucha, para que vivas
(Isaías 55: 1–3)

En los oráculos de Isaías, el que viene a las aguas y el que viene a comprar alimentos incorruptibles es el mismo que escucha atentamente: “Escúchame atentamente… Inclina tu oído y ven a Mí. Escuchen, para que vivan…” Esto aclara las cosas. Venir a Yeshúa y participar del pan de vida ciertamente requiere creer en Aquel que Dios ha enviado (6: 29, 36), pero creer en Yeshúa incluye escucharlo, prestarle atención, creer en Sus palabras y someterse a Su autoridad para lograr alcanzar la plenitud de vida justa que Él logró mientras caminó entre los hombres.

Por lo tanto, cuando Yeshúa se revela como el Pan de Vida, está queriendo decir que Él representa claramente ese maná que descendió del Cielo para impedir que el pueblo de Israel pereciera en medio del desierto. Él es el alimento básico del que se nutrieron sus antepasados, pero de igual forma es la mayor expresión de vida que conoce cualquiera que está escondido en Él en nuestra actualidad.

Es en Su Palabra donde podemos encontrar ese alimento diario para nuestras almas. Pero también a su vez, es esta misma Palabra la que también posibilita nuestro crecimiento espiritual.

Cuando Yeshúa le dijo a la gente que Él era el pan de vida, no estaba diciendo que llenaría sus estómagos. Estaba refiriéndose a que cualquiera que le siguiera, y viviera su palabra como alimento diario, tendría vida. Y en este caso no estaba hablando de vida terrenal, sino de vida eterna.

Él estaba enseñando lo que significaba la verdad mayor: cualquier necesidad emocional, espiritual o física que podamos tener, Él es el único que puede satisfacerla. La mayor necesidad de tu corazón debe ser el amor de Dios.

Fíjate bien, Yeshúa no dijo “yo soy un pan de vida”, sino que dijo “yo soy el pan de vida”, lo que quiere decir que es el único alimento espiritual que nos puede ayudar a vivir bajo la presencia de Dios y obtener la salvación. Yeshúa HaMashiaj es el único camino, la única verdad, y la vida verdadera; Él es “la vida eterna”.

¿Qué significa «discernir el Cuerpo (de las almas) del Señor?

Autor: Jeremy Chance Springfield


Las cartas del sheliaj (apóstol) Pablo abordan muchos temas, pero uno en particular se repite. En cuatro de las siete congregaciones diferentes a las que escribió, Pablo habló del concepto de que los creyentes son el «cuerpo» del Mesías. En esas referencias dispersas pero frecuentes, menciona este concepto en diversos contextos y detalles, pero la noción central es la misma en todo momento: ¡los creyentes constituyen de alguna manera espiritual el cuerpo del Mesías en esta Tierra!

La interpretación más común de esto es que los creyentes son un «grupo» o «congregación» que trabajan juntos, unidos en espíritu y enfoque para cumplir los objetivos mesiánicos en este mundo.

Aunque esto no es falso, no da cuenta de las nociones hebraicas que hay detrás de lo que Pablo estaba transmitiendo. Hay que recordar que fue educado no sólo en el judaísmo, sino también en la secta rabínica de los fariseos, educado por un fariseo para ser fariseo (véase: Hechos 23:6). Su aprendizaje también fue supervisado por Gamaliel (ver: Hechos 22:3), un erudito maestro de la Torá venerado no sólo por su mención en el libro de Hechos 5:34, sino también en los textos históricos talmúdicos del judaísmo.

Cuando leemos a Pablo a la luz de su aprendizaje, y con la percepción de que estaba relatando profundas verdades espirituales por medio del formato limitado de una carta, podemos apreciar que lo escrito es la punta del iceberg de lo que sabía y lo que informaba su proceso de pensamiento. Con el valioso material que tenía a mano de pergamino y tinta, no podía incluir mucho en cada carta, por lo que el trasfondo hebraico de ciertas ideas que transmitía no siempre podía acompañar a una afirmación. Además, sus lectores sabían que estaban tratando con la religión judía y la Deidad hebrea, por lo que no habrían esperado que sus afirmaciones se hicieran en un vacío contextual. Más bien, sus afirmaciones existían con el contexto del pensamiento judío detrás de ellas, aunque no se compartieran debido a las limitaciones de material y espacio para explicarlas.

Al estar tan alejados del contexto antiguo adecuado, nos corresponde ahora volver a familiarizarnos con la perspectiva original en la que se hizo su referencia a formar parte del «cuerpo» del Mesías. Veamos las palabras de Pablo que se conservan en la epístola a los Efesios sobre este tema:

«le dio [para ser] la cabeza de la asamblea, es decir, su cuerpo, y la plenitud de aquel que lo completa todo en todo.»

(Efesios 1:22-23)

«Porque nadie aborreció jamás su cuerpo, sino que lo alimentó y lo cuidó, como el Mesías a la asamblea, porque somos miembros de su Cuerpo, de su carne y de sus huesos.»
(Efesios 5:29-30)

Estas afirmaciones nos revelan dos conceptos principales: la asamblea de los creyentes constituye el «cuerpo» del Mesías, y cada creyente individual tiene un lugar en ese cuerpo espiritual, como miembro, carne o hueso, hablando del papel único que desempeña cada creyente trabajando juntos en la unidad.

El concepto presentado por Pablo proviene de una interpretación judía profundamente arraigada de las Escrituras. Para apreciar lo que Pablo está diciendo a los creyentes en las diversas asambleas, veamos primero un texto judío llamado Shemot Rabbah, y luego se abordará la explicación del pensamiento.

El texto Shemot Rabá hace una breve cita inicial de Eclesiastés 6:10, que he puesto en negrita en la traducción al español. La elaboración resultante de lo que significa puede no ser inmediatamente clara para el lector en cuanto a por qué ese pasaje fue presentado como la base de las nociones presentadas, pero cuando el texto hebreo se considera cuidadosamente, el pensamiento tendrá sentido.

La palabra utilizada para «hombre» en el pasaje bíblico no es el término genérico ISH, sino el término de significado más pesado ADAM; por lo que el midrash es: ¡no leer «hombre«, sino leer adám! La idea es que se sabe lo que le sucede a adám ¡pues se le deben haber mostrado todos los que formaban parte de él! Esas almas humanas unidas a él se describen como vinculadas a las distintas partes de su cuerpo.

Esta visión judía única sobre el estado original de adám es, por tanto, en lo que pablo se basaba para afirmar que los creyentes son el cuerpo del mesías, ya que vemos un lenguaje muy similar utilizado por el apóstol Pablo al escribirle a los discípulos de Yeshúa residentes en la ciudad de Corinto las siguientes palabras mistagógicas:

porque así como el cuerpo es uno, y tiene en él muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo -aunque son muchos- son un solo cuerpo, así también es el mesías. Porque también nosotros -todos- por un solo espíritu fuimos sumergidos en un solo cuerpo, ya sea judíos, ya sea gentiles, ya sea esclavo, ya sea hijo de la libertad; y todos bebimos de un solo espíritu. Porque incluso el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Porque si el pie dijera: «porque no soy la mano, no soy del cuerpo mismo», ¿acaso no es del cuerpo?, y si la oreja dijera: «como no soy el ojo, no soy del cuerpo mismo», ¿acaso no es del cuerpo? porque si todo el cuerpo fuera ojos, ¿dónde estaría el oído? y si todo el cuerpo fuera el oído, ¿dónde estaría el olfato? Sin embargo, ahora alaha ha colocado cada uno de los miembros en el cuerpo como él ha querido. sin embargo, si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Sin embargo, ahora los miembros son muchos, pero el cuerpo es uno.

«De hecho, aunque el cuerpo es uno solo, tiene muchos miembros y todos los miembros, no obstante ser muchos, forman un solo cuerpo. Así sucede con Cristo. Todos fuimos bautizados por un solo Espíritu para constituir un solo cuerpo —ya seamos judíos o no, esclavos o libres—, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.

Ahora bien, el cuerpo no consta de un solo miembro, sino de muchos. Si el pie dijera: «Como no soy mano, no soy del cuerpo», no por eso dejaría de ser parte del cuerpo. Y si la oreja dijera: «Como no soy ojo, no soy del cuerpo», no por eso dejaría de ser parte del cuerpo. Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿qué sería del oído? Si todo el cuerpo fuera oído, ¿qué sería del olfato? En realidad, Dios colocó cada miembro del cuerpo como mejor le pareció. Si todos ellos fueran un solo miembro, ¿qué sería del cuerpo? Lo cierto es que hay muchos miembros, pero el cuerpo es uno solo.«

(1ª Corintios 12:12-20)

Esta noción se ve también interpretada de manera similar a la palabra adam que se encuentra en el oráculo del profeta Ezequiel:

Y sabrán que Yo, Yahvéh su Elokim, estoy con ellos, y ellos son Mi pueblo, la Casa de Yisra’el, dice el Maestro Yahvéh.
Y tú, rebaño mío, el rebaño de mi prado, eres Adam, y yo soy tu Elokim,
dice el Maestro Yahvéh.«
(Ezequiel 34:30-31)

Al igual que con Eclesiastés 6:10, este pasaje vincula a la asamblea de Israel con Adam, expresándolo de la manera más clara posible: ¡Israel es Adam!,  es decir, ¡las almas de las personas se originaron en el cuerpo de Adam en el comienzo de los tiempos!

El concepto de almas conectadas a un cuerpo espiritual también se conserva en el texto judío del Zohar Jadash, donde se comparte un poco más de información:

El texto se refiere a esta naturaleza espiritual como GUF HANESHAMOT, traducido como «El Cuerpo de las Almas«. Desde este lugar en la naturaleza espiritual original de Adám, todas las almas vienen a este mundo. Por tanto, vemos un vínculo único entre Adam, en cuyo cuerpo se originaron todas las almas, y el Mesías, en quien todas las almas redimidas se denominan Su «cuerpo».

Este lugar conocido como «El Cuerpo de las Almas» también se menciona en el Talmud y lo conecta con la venida del Mesías.

Citando Isaías 57:16, vemos que el Talmud promueve la noción de que todas las almas son inherentemente parte de Adam y deben manifestarse según lo determinado antes de que el Mesías pueda venir. Por eso Pablo habla del cuerpo del Mesías: lo que se perdió en el cuerpo de Adam está siendo recuperado en el cuerpo del Mesías, reformado y restaurado a la gloria originalmente prevista.

Pablo también se refirió a este enlace en el pasaje de la primera carta a los Corintios:

«Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados
(1 Corintios 15: 22)

Otra versión dice:

«Porque así como en Adam muere todo hijo del hombre, así también en el Mesías viven todos«

¡Así como todas las almas fueron encontradas en el cuerpo de Adam, así también en el cuerpo del Mesías se encuentran las almas de Su pueblo!

El rabino Menajem Najum escribió sobre esta verdad transmitida por Pablo en su obra, Me’or Enayim:

Podemos apreciar lo que significa ser parte del cuerpo del Mesías, porque es el proceso de restauración el que sana a Adam por las grandes misericordias del Santo Bendito Sea. Apegados a Yeshúa, podemos ser incluidos en la Asamblea de una manera pura y santa. Por lo tanto, Pablo habla finalmente de esta inclusión en el cuerpo en su epístola a los Efesios:

«Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una asamblea en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada.»
(Efesios 5:25-27)

La justicia de Yeshúa permite que los creyentes se unan a Él y sean restaurados ante HaKadosh Baruj Hu («el Santo Bendito Sea») de una manera que no sería posible simplemente confiando en su propia bondad inadecuada.  Las almas estropeadas por la insurrección de Adam contra la santidad y el propósito eterno divino pueden volver a acercarse a esa antigua intención para el hombre uniéndose al Mesías en Su acto de curar lo que ha sido herido en la humanidad.

La bendición de la gracia de estar incluidos en el «cuerpo» del Mesías significa que todos los creyentes están incluidos en la justicia de Su propio mérito incomparable ante el Creador, purificados de nuestras propias carencias y defectos y ubicados exactamente donde se supone que debemos estar en la asamblea.  de los fieles.

Por lo tanto, se considera que la explicación de Israel en relación con Adám informa las propias afirmaciones de Pablo a lo largo de sus cartas.  Los creyentes consisten en el Cuerpo del Mesías, el GUF HANESHAMOT: ¡un cuerpo de almas restauradas a la armonía y unidad con el Santo a través del Segundo Adám!


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