Por P.A. David Nesher
Vayetzé Ya’akov mi-Be’er Shava vayelech Charanah.
Yaacov salió de Beer Sheva y fue hacia Jarán.»
(Génesis 28:10)
“Vayetzé” significa “Y salió”. Rashí dedica su larga explicación del último verso de la sección pasada a demostrar que: “Yaakov fue a estudiar con Ever, su antepasado, el biznieto de Noé, que permaneció en su escuela durante 14 años y que, solo después, se marchó a Jarán”. Pasaría pues, mucho tiempo en el Beth Hamidrash (de Ever), preparándose espiritualmente para la inclemencia de su destierro personal antes de conocer a los parientes de su madre Rivká.
Rashí explica que cuando el justo está en la ciudad, representa la belleza, la luz, y la gloria, pero cuando sale, desaparece la belleza, la luz, la gloria. La belleza, es la apariencia externa, la luz, es la belleza interior, su gloria, es lo que hace que influya sobre los otros. A diferencia de Yitzjak que nunca abandonó Eretz Israel, Yaakov se vio obligado a dejar su tierra e irse al exilio. Todas sus penas habían sido causadas por el aborrecimiento de parte de su hermano.
El Libro del Zohar explica que, en un trabajo espiritual para alcanzar el nivel de conciencia de Yaakov primero necesitamos identificar el Esaú dentro de nosotros, a saber; el egoísmo, la ira, el miedo y la culpa. Entonces tenemos que resistir el impulso negativo y el deseo inmediato, para luego salir de nuestra conciencia corporal dando el salto requerido. Enseñan los maestros que la Luz que fue guardada, deja detrás de ella una tenue impresión que sirve como recipiente para recibir la próxima Luz (Zohar, 1ª parte 244:2).
Así fue Yaakov, quien habitaba en las “tiendas de la Torah”, en el “Mundo espiritual”, donde aparentemente nadie lo notaba, pero al irse del lugar se sintió que la belleza, la luz y la gloria que emanaba de su persona, se desvanecieron, dejando su gusto en la vida de la gente y las ganas de encontrarlo otra vez.
Siguen explicando los místicos que, al conectar con la lectura de «Vayetzé«, aprendemos que solo cuando “salimos” de nosotros mismos, cuando dejamos nuestra zona de confort y nos alzamos por encima de nuestra naturaleza egoísta, iniciamos nuestro verdadero “viaje espiritual”.
«Vayetzé» nos enseña a dejar atrás nuestra naturaleza imperfecta con el fin de hacer un cambio drástico en nuestra vida y crear un nuevo destino. Como Yaakov que tuvo que “salir” de su casa (salió de sí mismo), para embarcarse en una misión que le llevará a convertirse en “Israel” (Príncipe de Dios), que será el conducto de energía para lo que serán sus descendientes, toda la nación de Israel.