Por P.A. David Nesher
«Vayomer YHVH za’akat Sdom va’Amorah ki-rabah vechatatam ki chavedah me’od…
Ulay yesh chamishim tsadikim betoch ha’ir ha’af tispeh velo-tisa lamakom lema’an chamishim hatsadikim asher bekirbah. Chalilah lecha me’asot kadavar hazeh lehamit tsadik im-rasha vehayah hatsadik karasha chalilah lach hashofet kol-ha’arets lo ya’aseh mishpat.»
Dijo Yahvéh [a Abraham]:
(Génesis/Bereshit 18: 20, 24-25)
“Puesto que el clamor contra Sedom y Amorá [Gomorra] es grande y su pecado es tan grave…
Quizás haya 50 justos dentro de la ciudad, ¿igualmente la destruirías y no perdonarías al lugar en virtud de los 50 justos que pudiera haber allí? Sería sacrilegio para Ti hacer una cosa como ésta, que hagas morir al justo con el malvado y que el justo sea tratado como el malvado! ¡Sería sacrilegio para Ti! ¿¡Acaso el Juez de toda la tierra no ha de hacer justicia!?”
Al estudiar esta perícopa podemos apreciar que el Supremo había ordenado la aniquilación de los habitantes de Sedom y Amorah (Sodoma y Gomorra). El juicio divino sucedería en pocas horas.
Así mismo en estos versículos aparece la revelación de un asunto yahvista importantísimo: el Eterno no quiere que Avraham conozca por terceras personas la terrible catástrofe que acontecerá a esta alianza de cinco ciudades del Valle de Sidim: Sedom, Amorah, Adma, Zoar y Zeboim. Por el contrario, Él mismo desea darle la noticia de ella, ya que lo ha llamado a entrar en una relación de íntima confianza (hebreo yéda`tiv: «le he hecho un íntimo«) a fin de que le sea también revelada la acción exterior de Dios en la historia, habitualmente oculta a los seres humanos.
¡Avraham debe comprender lo que acontecerá en Sedom y toda la Pentápolis maldita! El motivo de esta sorprendente intención de Yahvéh nos viene dado de modo particular en el versículo 19: Avraham ha sido investido por el Cielo de una función magisterial respecto a sus descendientes, y en ese sentido el suceso de Sedom conserva un valor ejemplar para todas las épocas (2Ped. 2:6)
Necesitamos recordar que el Eterno, debido al Pacto de las Mitades que estableció con Abraham avinu (nuestro padre), consideraba al patriarca su amigo (Santiago 2:23). Por esta causa Él no le ocultaría nada. Por eso, Yahvéh primero reforzó su promesa en Abraham de convertirlo en padre de una gran nación si él guardaba el camino revelado en Su Instrucción (Torah), y se la transmitía a sus generaciones (Gn. 18: 17-19). Abraham amaba a Yahvéh y la norma es que el que ama devela sus cosas ocultas a la persona a quien ama, a fin de garantizar la estabilidad del mundo que los dos comparten. Con este fundamento firme el Eterno develará sus propósitos de juicio a Abraham en esta oportunidad.
Avraham tenía que saber la razón de la terrible destrucción que las ciudades estaban a punto de experimentar. Tendría que explicárselo a sus hijos, y ellos a todos sus descendientes. La desolada región de Sodoma, en los siglos venideros, sería una advertencia permanente para Israel que, aunque Yahvéh es clemente, misericordioso y paciente, Él también es un Dios de justicia y rigor, por lo que no perdonará cuando llegue el momento de Su juicio.
Así pues, Yahvéh compartió con Abraham Su Intención de ir a supervisar a Sodoma, Gomorra y las ciudades aliadas. El Eterno revela además su propósito de juicio contra dichas ciudades por la extrema pecaminosidad de sus habitantes.
Cuando Avraham se coloca delante de Yahvéh condicionándolo con la expresión “cincuenta justos”, estaba refiriéndose a la posibilidad que existieran diez justos en cada ciudad, ya que eran cinco las metrópolis condenadas. Pero ante la promesa divina de no destruir a aquellos lugares caso de hallarse cincuenta justos en ellos, Abraham implorando Su gracia, le pide primero que salve a cuatro de las cinco ciudades, si encuentra cuarenta justos en ellas. Luego que salve a tres ciudades, si el número de justos asciende a treinta. Después a dos ciudades, si el número de justos asciende a veinte. Y por último, pide que salve a una sola ciudad por lo menos si el número de gente justa asciende a diez. El Eterno le asegura a Abraham que la existencia de diez justos tiene tanto valor como la de cincuenta (pasuk 32). Por lo tanto, todas las ciudades quedarían en ruinas.
Avraham se acordó que Noaj había guardado silencio, que no le había pedido nada al Eterno cuando se le anunció “el fin de toda carne”. Por ello decidió interceder inmediatamente cuando Yahvéh le comunicó su intención de aniquilar a las ciudades perversas. Avraham era un gran tzadik, y solamente un tzadik (justo) ora intercediendo por las personas malvadas. Es la diferencia entre Noaj y Abraham; Noaj no elevó tefilah alguna por los habitantes del mundo antiguo, solamente se remitió a proclamar el oráculo de la destrucción, y construir el tevah (arca). En cambio, en esta ocasión Avraham apela a la misericordia divina en favor de esas perversas ciudades.
Él tenía compasión por Sodoma y le rogó al Eterno que los perdonara por el mérito de diez personas justas que pudiesen hallarse ahí, (18:32). La presencia de aquellos Sodomitas pervertidos y depravados, que disfrutaban; sin embargo, de una vida opulenta en medio de una naturaleza exuberante y paradisíaca (Ezequiel 16:49), constituía un desafío permanente para el patriarca que predicaba la obediencia al Abba Kadosh, la bondad, la moralidad y la virtud desinteresada.
“DIEZ JUSTOS”
Vayomer al-na yichar l’Adonay va’adabrah ach-hapa’am ulay yimats’un sham asarah vayomer lo ashchit ba’avur ha’asarah.
«Y dijo: Que no se enoje mi Amo, hablaré sólo una vez más. ¿Quizá haya allí [solo] 10?”
Y respondió:
“No la destruiré, en consideración de los 10”.
(Génesis/Bereshit 18:32)
“Quizás haya ahí diez”, sugirió Avraham. Puede escucharse extraño que nuestro patriarca rogase por la salvación de aquellas ciudades de corrupción y de maldad, las peores del mundo (leer verso 24). Pero Avraham entendía que, por muy malvada que sea una persona, esta posee una chispa de Dios, por ser creada a tzelem (imagen divina), por lo tanto todo ser humano es un hijo de la Creación, aunque no sea aún hecho hijo de Dios por medio de Su redención (Juan 1: 12).
El ejemplo de Abraham nos enseña a orar por la salvación de todo el género humano, no importa a qué raza o religión pertenezca. Avraham conocía el secreto de que en las esferas celestiales el mérito de un número importante de justos tiene más alcance que el de un número de personas comunes. Por eso Yahvéh le asegura que la existencia de diez justos tiene tanto valor como la de un número de cincuenta.
En las Sagradas Escrituras el número diez representa la totalidad.
- En el primer capítulo de Bereshit (Génesis) aparece la frase “dijo Dios” diez veces, en relación con la creación de todo.
- Diez justos representarían toda la ciudad de Sedom.
- Diez expresiones o palabras (Decálogo) representan toda la Torah toda.
- Diez espías representaban todo el pueblo.
- El diezmo representa todos los ingresos de un justo, etc.
- Diez constituye el número mínimo para que, en una congregación se asiente la Shejiná del Eterno.
Por todo esto, en la tradición de Israel se necesitan diez varones justos para poder constituir un minyán, una asamblea legal representativa para todo Israel. Tanto para la oración en la sinagoga como para ciertos trámites legales se considera necesario tener un minyán.
Avraham supuso equivocadamente que habían por lo menos diez almas piadosas en Sedom, a saber: Lot con su esposa, sus cuatro hijas y cuatro yernos. Rabí Shimón Bar Yojáy solía decir que el mundo puede ser salvado por el mérito de un solo justo, tal como está escrito: “…El justo es el fundamento del mundo…” (Prov 10: 16, 21, 25). Sin embargo, este maestro aseguraba que debe tratarse de un justo de una perfección y de una santidad excepcional. Si hubiera habido diez justos en las ciudades proscritas, la justicia divina no hubiera perdido la esperanza de que sus habitantes pudiesen enmendarse y conocer un porvenir mejor. Los hubiera preservado de la destrucción en consideración a aquel porvenir.
Por ello, el Todopoderoso le asegura que no había diez personas justas en esa ciudad, pues los yernos de Lot no eran meritorios, según se advertirá en Gen 19:14. Una vez que Abraham se convence de que la catástrofe es inminente, los malakim (mensajeros o ángeles) se abrieron paso hacia Sedom.
El Midrash, con la intención de dejar bien claro esto, registra esta explicación:
«…En la generación del diluvio hubo ocho justos, Noaj, su mujer, sus tres hijos y sus esposas. Sin embargo, su mérito no fue suficiente para salvar a su generación. Aparentemente un número menor a diez no es suficiente para salvar a otros. Cuando los malakim llegaron a destruir Sedom rescataron a Lot sobrino de Abraham, a su mujer y a sus dos hijas antes de comenzar a ejecutar el juicio de El Eterno…».
Como el Señor estaba hablando con Abraham, los dos ángeles partieron de las colinas de Hebrón, y fueron hacia Sodoma. Sin embargo, Abraham, presintiendo lo que iba a suceder, se quedó en el camino con vista a la llanura del Mar Muerto para abogar por las personas inocentes que no habían participado en la maldad allí abajo.