Rey Salomón

El Trono de Salomón: Instrumento para Dar Saltos Cuánticos de Prosperidad

Por P.A. David Nesher

“…en aquellos días, cuando el rey Ajashverosh estaba sentado sobre el trono de su reino…”


(Esther 1:2)

Encontré un dato curioso de las Sagradas Escrituras que me llamó mucho la atención.

Tan pronto Ajashverosh (Asuero) se proclamó rey de Persia, resolvió utilizar como propio el trono del rey Shlomoh (Salomón), hijo de David, que había capturado.

Lo cierto es que, de acuerdo con los documentos más antiguos, el trono del rey Shlomoh era el más maravilloso sobre el que soberano alguno se haya sentado jamás.

En el primer libro de Reyes, ya se describe el trono ubicado en el occidente para que desde el se viera salir el sol, en el segundo libro de Crónicas se describen más características, de aquí un fragmento:

Hizo también el rey un gran trono de marfil, el cual cubrió de oro purísimo. Seis gradas tenía el trono, y una tarima de oro, y dos brazos, uno por cada parte, junto a los cuales estaban colocados dos leones. Estaban también doce leones puestos allí sobre las seis gradas, de un lado y de otro; en ningún otro reino se había hecho trono semejante”.
(2 Crónicas 9: 17-19)

Podemos aquí ver la descripción codificada de esa maravillosa estructura, pero es en algunos escritos árabes y judíos donde se dan más detalles de su estructura y concepción:

Estaba hecho totalmente de marfil y cubierto de oro, incrustado de rubíes, záfiros, esmeraladas y otras piedras preciosas que lucían con los más brillantes, deslumbrantes y fascinantes matices y colores.

Seis escalones conducían al asiento; cada escalón tenía por objeto recordar al rey cada uno de los seis mitzvot especiales que los reyes de Yisrael estaban obligados a cumplir.

En ambos costados, sobre cada uno de los escalones, yacían o se erguían figuras de animales de oro puro.

  1. En el primero, un leon frente a un buey;
  2. en el segundo, un lobo frente a un cordero;
  3. en el tercero, un tigre y un camello;
  4. en el cuarto, un águila dando frente a un pavo real;
  5. en el quinto, un gato y un gallo;
  6. en el sexto, un halcón y una paloma.

Más arriba, sobre el trono mismo, una paloma de oro sostenía en su pico a un áureo halcón.

Al costado, alzándose por encima del trono, una magnífica Menorah (o Candelabro), de oro puro, decorada con cubetas, borlillas, flores, capullos y pétalos áureos.

De cada lado de la Menorá se elevaban siete brazos. En los brazos de un lado estaban grabados los nombres de los sietes padres del mundo:

Adán, Noé, Sem, Abraham, Isaac y Jacov, con Job en el medio.

En el otro, los nombres de los siete hombres más piadosos:

Leví, Kehot y Amram, Moisés y Aarón, Eldad y Medad, y Hur en el medio.

A cada lado del trono había un sitial especial de oro para el Kohen Gadol y otro para el Segan o kohen que le seguía en jerarquía; rodeaban a éstos otros setenta sitiales de oro para los ancianos del Sanedrín o Supremo Tribunal de Jueces.

Veinticuatro enredaderas de oro entretejían un inmenso dosel sobre el trono.

Cuando el rey Shlomoh iniciaba el ascenso de las gradas, se ponia en movimiento un mecanismo especial.

Tan pronto ponía le pie en el escalón, el buey y el león de oro extendían una de sus patas para sostener al soberano y ayudarle a subir al siguiente.

Desde ambos costados los animales prestaban apoyo al rey hasta que éste quedaba confortablemente instalado en le trono.

No bien tomaba ubicación en el sitial, un águila dorada traía la gran corona y la mantenía suspendida, apenas, sobre la cabeza del rey Shlomoh, de suerte que no le pesara demasiado.

Luego, una áurea paloma volaba al Arca Sagrada y extraía un delgado rollo de la Torah que depositaba en el regazo del soberano, para que se cumpliera el mandamiento bíblico de que la Torah estará siempre con el rey y le guiará en su reinado sobre Yisrael.

El Kohen Gadol, el Segan y los Setenta ancianos subían para saludar al rey y se sentaban a oír los casos sometidos a juicio.

Todos los soberanosy los príncipes reinantes de entonces hablaban con admiración del trono del rey Shlomoh y acudían a su palacio para pasmarse ante sus maravillas y su belleza.

Muchos años después, cuando cierto faraón egipcio invadió la tierra de Yehudáh, capturó este trono maravilloso, pero en el momento en que pretendió subir a él y apoyó el pie en el primer escalón, el león dorado le dio tal golpe en el muslo que cayó y quedo lisiado por el resto de su vida. Por eso pasó a la historia con el apodo de “El Cojo”.

Más tarde, cuando Nabucodonosor destruyó el HaMikdash y subsecuentemente tambíen conquistó el Egipto, se llevó el trono a Babilonia. Más, en cuanto trató de subir las gradas, el león lo arrojo y Nabucodonosor no volvió a aventurarse a intentarlo.

Luego, el rey Darío de Persia conquistó Babilonia y se llevó el trono a Media.

Cuando Ajashverosh, a su vez, trató de subir al trono, también recibió un golpe en las piernas y cayó.

Ajashverosh no repitió la prueba. En lugar de ello hizo traer de Egipto a afamados maestros de la mecánica, y se les ordenó construirle un trono similar al del rey Shlomoh.

Durante casi tres años los artesanos egipcios trabajaron en el trono para el rey, y finalmente, lo terminaron. Con este motivo, Ajashverosh dispuso la realización de una gran fiesta.

CONCLUSIÓN:

En todos los reinos de cada rincón en el mundo, y en cada época se ha manifestado la jerarquía por medio de un trono para realizar la coronación, manifestar la grandeza y superioridad, pero nada se compara al Trono del rey Salomón.

Seguramente, algunos de ustedes se estará preguntando: ¿cómo es posible que en esa época se hayan logrado estas maravillas de la de la arquitectura, la ingeniería y mecánica?

La respuesta radica en que en la antigüedad la riqueza y el poder de los soberanos se demostraba en las construcciones. Ellas medían el progreso de un rey, y así revelaban el poder de la divinidad que él invocaba.

En este caso toda la riqueza del rey Salomón provenía de la búsqueda de la Jokmáh (Sabiduría) divina que le había permitido elaborar un plan de cuarenta años de prosperidad plena a cada habitante de Israel.

Evidentemente, en la cosmovisión celestial, no es tanto lo magnifico que pueda tener un Trono sino quien lo acompaña y ocupa. Es que cuando Yahvéh le preguntó a Salomón, ¿qué quieres que te dé?, él solamente pidió sabiduría para gobernar a tan numerosa y compleja nación. Así pues, el Eterno también le concedió fama y riquezas, revelando con esto que no es el Templo el que alberga al Trono, sino el Trono el que alberga al Templo. En este diseño radica verdaderamente el sabio poder de Su propósito eterno.

Para finalizar, les comparto un video en el que aparece la maqueta que intenta acercarse a lo que esta estructura cósmica fue:

Fuente:

Los datos históricos aquí relatados lo he extraído “Historia Completa de Purim”, por Nisan Mindel. © Merkos Línyonei Chinuch, Inc. – Jabad Lubavitch