comandos de la muerte

Brasil: Rebrote de violencia en una favela… señal de una nación bajo los juicios divinos

Un rebrote de la violencia en el complejo Alemão, la favela carioca que
en diciembre pasado fue blanco de una ofensiva para eliminar a las
bandas narcotraficantes, obligó a las fuerzas de seguridad a reforzar la
presencia de blindados y policías, luego de que una adolescente de 15
años muriera durante un tiroteo.

La decisión de reforzar la
presencia de las fuerzas de seguridad fue tomada luego de que se supiera
que el Comando Vermelho, una de las bandas criminales más poderosas,
intentó retomar el control de la favela.

La Secretaría de
Seguridad de Río de Janeiro informó que los tiroteos fueron motivados
por el cierre de un punto de venta clandestina de gas que pertenecería
al hermano de un conocido traficante del complejo Alemão, así como al
reciente anuncio de que el ejército permanecerá en la favela hasta 2012.

El
domingo pasado se había registrado un enfrentamiento entre unos 80
soldados y cerca de 20 habitantes del Alemão, en el que resultaron
heridas 12 personas. La extensión de esos incidentes aislados hasta ayer
a la noche fue aprovechada por unos 50 narcotraficantes que habían sido
expulsados por el ejército en noviembre pasado y que intentaron
recuperar el control de la favela del norte de Río de Janeiro, que está
ocupada por militares.

Los delincuentes ingresaron en un convoy
de diez vehículos bajo el comando del conocido narcotraficante «2D», que
pretende mantener bajo su dominio el Comando Vermelho.

El jefe
del operativo de seguridad, el general César Leme, informó que a la
favela fueron enviados 100 soldados, dos blindados de la marina y 50
agentes de la policía militar, que se sumaron a los 200 efectivos ya
estacionados en el complejo.

La zona fue considerada durante
décadas el principal bastión del narcotráfico en Río, hasta que en
diciembre pasado una fuerza compuesta por casi 2000 efectivos del
ejército, la marina y la policía desalojó a los delincuentes.

Pese
a que la operación fue calificada como un «éxito» por las autoridades,
Leme admitió que «el tráfico de drogas no fue totalmente expulsado» y
que subsisten pequeños grupos a los que responsabilizó de los tiroteos
de los últimos tres días, que pese a su intensidad sólo han dejado un
muerto y un herido grave.

En el complejo Alemão se instaló una
Unidad de Policía Pacificadora (UPP), como se conoce a las instalaciones
en las que trabajan de forma permanente agentes de seguridad y
asistentes sociales.

Muchos críticos del programa sostienen que
en la ciudad hay más de un millar de favelas y afirman que la decisión
de actuar en esas barriadas sólo apunta a complacer a los organizadores
del Mundial de Fútbol de 2014 y de los Juegos Olímpicos de Río 2016.

Las nuevas venas abiertas de América Latina

Por Lucía Dammert*

Según estudio de Lucía Dammert, los latinoamericanos se sienten cada vez más asediados por el crimen, la violencia y la delincuencia organizada. Y según declaraciones del presidente del BID, Luis Alberto Moreno (ver video) la inseguridad le cuesta 8% del PIB a los países de América Central.

América Latina es el segundo continente más violento del mundo según la Organización Mundial de la Salud. El incremento del uso de la violencia, el delito y la complejidad del crimen, son hechos evidentes en toda la región que no dejan duda de la seriedad del problema.  Su magnitud es variada, pero en la mayoría de países la seguridad se ha convertido en la principal preocupación de la ciudadanía. Los datos muestran que Latinoamérica se está desangrando. Tan sólo en Brasil se produjo cerca de medio millón de homicidios entre 1998 y 2008 (ver gráfica), es decir, más que las víctimas de las guerras civiles de Guatemala y El Salvador juntas. En México, la cantidad de presuntos ejecutados por el crimen organizado superaría los 100,000 en la última década.
La epidemia: homicidios y violencia extrema

La información disponible muestra un panorama poco alentador, que supera con creces el promedio mundial de 8.8 por cada 100,000 habitantes en cuanto a la tasa de homicidios. El mapa de la violencia resalta la magnitud del problema, con especial énfasis en algunos países donde los datos son muy preocupantes.

Los crímenes, además, no afectan a toda la población de forma similar. Múltiples estudios han puesto de manifiesto la extrema precariedad de los jóvenes latinoamericanos, que son las víctimas principales de este fenómeno. Desagregada, la información de Brasil muestra las diferencias sustanciales entre las tasas de asesinatos de jóvenes, las que al menos duplican la situación nacional (ver infografía).

Lamentablemente, esta situación se reproduce también en Colombia y Argentina, con índices de homicidio juvenil de 70 y 27.7 por cada 100,000 habitantes respectivamente. En concreto, un reciente estudio encontró que la probabilidad de que un joven latinoamericano –entre 15 y 24 años– muera víctima de la violencia, es 30 veces superior a la de un europeo en general y 70 veces mayor a la de un  joven en países como Grecia, Hungría, Inglaterra o Japón.

Estos datos reflejan un proceso de descomposición ciudadana de grandes proporciones, que tiene enormes costos económicos, políticos y sociales para los países de la región. Un estudio recién liberado por el Banco Mundial (Crimen y violencia en Centroamérica: un desafío para el desarrollo), muestra que, en las naciones de Centroamérica, excluyendo a Panamá, “el costo económico total del crimen y la violencia es de 7.7% del PIB”. El mismo estudio indica que “una caída de 10% en el índice de homicidios podría incrementar el ingreso per cápita hasta en 1.0% en El Salvador y 0.7% en Guatemala y Honduras”.

La vida en las ciudades, que debería traer oportunidades y desafíos para toda la población, viene acompañada en América Latina de altos niveles de violencia, precariedad y vulnerabilidad. Según un estudio realizado por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia de México, 23 de las 25 urbes más violentas del mundo (según el número de homicidios por cada 100,000 habitantes) están en Latinoamérica (ver infografía).

Este negro panorama de la violencia latinoamericana se ratifica al analizar los datos de lesiones. Es decir, aquellos hechos de uso de violencia con heridos –principalmente de armas blancas– que tienen tasas altas en Colombia, Nicaragua, Argentina y Brasil, donde el número de lesionados fluctúa entre 308 y 373 por cada 100,000 habitantes. Diversas fuentes estiman que sólo 30% de las lesiones llegan a denunciarse, ya que muchas veces no requieren de hospitalización o son tratados informalmente. Como se ve en la infografía el caso chileno es muy llamativo por su magnitud, pero cabe recordar que, por un lado, incluye las lesiones graves y leves, y por otro, puede mostrar un problema de violencia cotidiana no necesariamente delictiva instalada en la vida de los chilenos.

Así visto, el panorama es de alta complejidad, debido a la descentralización y variación del fenómeno criminal en sus expresiones más violentas. La precaria calidad de los sistemas de investigación delincuencial, impiden saber las causas de estos delitos y su verdadera vinculación con el crimen organizado. En cualquier caso, se va dibujando un mapa rojo que se mueve sobre toda América Latina.

La cotidianidad del delito común

Para mayor precisión de los hechos cotidianos de criminalidad se utilizan normalmente las encuestas de victimización, que muestran el porcentaje de población que fue víctima de algún delito en el último año. Para el año 2010, los datos son alarmantes en El Salvador, que encabeza la lista en América Latina con un 70% de la población que dijo haber sido atacada por la delincuencia. Esta cifra es más del doble del promedio regional que se ubica alrededor de 30%. Eso quiere decir que, en la mayoría de los países latinoamericanos, una de cada tres personas ha sido víctima de un delito, incluyendo aquellos países que se consideran seguros, tales como Costa Rica y Chile.

La pregunta que surge es ¿por qué algunas naciones consideradas en el centro de la batalla contra el crimen organizado no presentan altos niveles de victimización? Brasil, México y Colombia no sobresalen en sus datos, lo que podría estar explicado por la hiperconcentración de homicidios en territorios o incluso barrios específicos. Así, no sólo se trata de países donde está presente la violencia del crimen organizado, que atemoriza a la población, sino territorios donde la ciudadanía en general es víctima de hechos delincuenciales de forma casi cotidiana.

Crimen organizado, pandillas y delito común

 El narcotráfico, vinculado especialmente a la cocaína, la cual se produce en 90% en América Latina y se consume en casi igual porcentaje en Estados Unidos, es una industria creciente, dinámica, tecnologizada y de altas ganancias. El combate a la droga no ha tenido éxitos evidentes. Después de más de dos décadas de intervenciones gubernamentales su uso ha bajado mínimamente en esa nación y la producción se mantiene prácticamente en los mismos niveles. Pero, como señalaremos luego, se han abierto nuevos mercados, los latinoamericanos, que han dejado de ser espacios de tráfico para entrar en la compleja espiral del consumo.

La articulación vertical del trasiego de drogas con otras actividades ilegales como el contrabando de armas y personas ha consolidado cárteles de enorme poder económico, tecnológico y violencia en múltiples países de la región. Luego de los años de los carteles colombianos, en la actualidad México es el país donde parece articularse esta industria, con tentáculos en Centroamérica, el Caribe y sin duda otros lugares de la región.

En México, el fortalecimiento de los cárteles, y la decisión del gobierno de Felipe Calderón de hacerles frente con toda la fuerza del Estado, se ha reflejado en un significativo aumento de la violencia. Según estadísticas del Inegi (Instituto Nacional de Estadística y Geografía) en el año 2008 –sólo un año después de iniciado el actual sexenio– se registraron 14,007 asesinatos en el país, con un incremento de 57% respecto al año anterior. En siete de los nueve años anteriores, esa estadística había estado a la baja. Desde entonces la situación no ha mejorado. El año pasado, según el secretario técnico de Seguridad Nacional, Alejandró Poiré, se produjeron 15,273 homicidios, atribuidos en su mayoría a los carteles de la droga. La prueba es que la mitad de los homicidios tuvieron lugar en solamente tres entidades del país: Chihuahua (30%), Sinaloa (12%) y Tamaulipas (8%), donde está concentrada buena parte de la actividad de los narcotraficantes.

En Centroamérica, la situación no es muy diferente. El llamado Triángulo del Norte –El Salvador, Guatemala y Honduras– es una de las regiones más violentas del planeta, debido en gran medida a la presencia del narcotráfico. Según el estudio del Banco Mundial, en la región hay cerca de 900 pandillas juveniles (o Maras) con un estimado de unos 70,000 miembros. Y aunque su contribución a la violencia es importante, no lo es tanto como se suele pensar. “Hay indicios –dice el estudio– que indican que son responsables solamente de una parte mínima de la violencia [diversas fuentes sugieren que quizás el 15% de los homicidios se relacionan con las Maras]”.

Lo cierto es que el drama del narcotráfico y el crimen organizado es un problema hemisférico que requiere respuestas a ese nivel. El combate local a las pandillas juveniles en Centroamérica, por ejemplo, ha tenido un éxito muy limitado con sus iniciativas de encarcelamiento, castigos y persecución. De hecho múltiples expertos consideran que son estas mismas políticas las que han llevado a la vinculación entre estos grupos juveniles y los carteles de la droga. Aunque el fenómeno está poco estudiado y nadie tiene mucha claridad sobre las formas y los objetivos del vínculo de las Maras en el proceso global de tráfico de personas, armas y drogas.

Lo único evidente es que el poder del narcotráfico pone en jaque las instituciones por su gran capacidad de corrupción y de infiltración en las instancias del Estado. La llamada narcopolítica es una pesadilla que ronda la región y que hoy se expresa en algunos países en conocidos casos de corrupción y de vinculación de importantes personalidades con los grupos criminales.

El crimen organizado es una industria con dueños, gerentes y trabajadores. El combate ha estado concentrado en terminar con el grupo más vulnerable, pero poco se ha hecho por consolidar una estrategia para atacar el lavado de dinero, los activos sin justificación, los delitos económicos en general. Lamentablemente las precariedades y vulnerabilidades de un alto porcentaje de la población latinoamericana aseguran la disponibilidad de personal para sumarse a las filas de un trabajo considerado peligroso, pero de altas remuneraciones. La vida no vale nada, dicen algunos que prefieren pocos días de poder y reconocimiento antes que toda una vida de desempleo, indigencia y pobreza.

La tragedia del mercado interno de drogas

Muchos expertos han puesto énfasis en que América Latina dejó de ser un lugar de trasiego de la droga, para transformarse en uno de consumo en cantidades cada vez más importantes. El aumento del mercado interno, la disputa por los territorios y la conformación de verdaderas industrias vinculadas a la cocaína principalmente, ponen en jaque diariamente la capacidad de control gubernamental.

La gráfica adjunta muestra el valor del gramo de cocaína en diversos países, comparando el mercado interno con el valor de traslado, principalmente hacia Estados Unidos. La información es clara, en el sentido de mostrar que cada vez más el negocio está en las altas ganancias que produce controlar el sector interno de consumidores. Y ésta es una situación que influye negativamente en el aumento del delito callejero, realizado por adictos que buscan calmar sus necesidades.

El mercado se mueve en forma casi perfecta según los datos de las Naciones Unidas. Es en los países considerados más seguros –donde los niveles delictivos son menores y se estima que los controles gubernamentales son más fuertes– donde el valor del gramo se dispara de forma más evidente. Estos datos, sin embargo, deben ser usados como referencia más que como puntos específicos del problema de la droga, principalmente por la volatilidad y poca transparencia del mercado. 

América Latina, un continente de temor

En general, la información recopilada muestra un panorama poco alentador sobre la situación de inseguridad y presencia criminal en la región. No es de extrañarse, entonces, que sean tan elevados los porcentajes de población que dice tener altos niveles de inseguridad (ver gráfica). Y que sienta, por lo tanto, una gran desconfianza en las instituciones, la sensación de abandono por parte del Estado y la necesidad de autoprotegerse frente al delito. La gente desarrolla además instintos protectores frente a la diferencia, y por lo tanto, aumenta la estigmatización y la fragmentación socioterritorial.

El vaso medio lleno

Pero la paciencia se está acabando. Los latinoamericanos se sienten cada vez más asediados por el crimen, la violencia y la delincuencia organizada. Los pocos datos disponibles muestran que el crimen ya no es un fenómeno local y que requiere de respuestas regionales y rápidas.  La intolerancia genera más violencia y, por ende, la olla de presión está en camino de estallar.

Los avances son tímidos en algunos países, especialmente a nivel urbano. No obstante, en la mayoría la situación ha empeorado sustancialmente. Los pocos datos que hay en el Caribe muestran una explosión del delito, una creciente presencia del crimen organizado y, por consiguiente, un aumento de los homicidios. El vaso está medio lleno, pero de impaciencia frente a un fenómeno que parece limitar los espacios de seguridad, tranquilidad y desarrollo de los latinoamericanos; de preocupación por la aparente incapacidad estatal para enfrentar los temas centrales de la consolidación democrática, y de urgencia de procesos serios para afrontar el problema en sus múltiples dimensiones.

El crecimiento económico y el desarrollo serán imposibles en un contexto marcado por la violencia, la corrupción y los ajusticiamientos. Este resumen muestra que las tareas de control y prevención son de emergencia y urgencia para evitar un mayor contagio criminal, para limitar los hechos extremos  violentos y para reconocer que unos pocos no pueden paralizar a un continente entero.

*Directora Ejecutiva, Consorcio Global para la Transformación de la Seguridad. http://www.securitytransformation.org


Fuente: Poder 360º

SAN PABLO: Los comandos de la muerte y los asesinatos de indigentes

Por segundo día consecutivo, desconocidos matan a seis personas. Ayer mataron a otras 6 y ya se habla de escuadrones que exterminan a personas que viven en las calles paulistas. Son 12 las víctimas.

Seis personas fueron asesinadas a tiros en la zona norte de san Pablo, en Brasil, esta madrugada. Se trata de indigentes, pero la balacera incluyó también a una mujer que pasaba por el lugar y que está internada en muy grave estado, según informa el diario paulista Folha.

«Los tipos tiraron, no eran policías. Ahí yo corrí, me escondí. Cuando me volví conté y eran cinco personas», declaró al canal Globo uno de los indigentes que sobrevivió al ataque.

 
Las informaciones de las agencias de noticias daban cuenta esta mañana de 5 muertes, pero cerca del mediodía falleció la sexta persona herida en el brutal ataque perpetrado por desconocidos. Se supone que serían integrantes de un «comando de la muerte» dedicado a exterminar a personas que habitan en la calle.
Según informaciones de la Policía Militar brasileña, los uniformados fueron alertados cerca de las 0.30 a raíz de un tiroteo en la zona de Jaçanã. En un local fueron encontrados cuatro cuerpos sin vida y uno más tendido en una calle aledaña.

En los últimos dos días, esta fue la segunda matanza registrada en San Pablo. Otras 6 personas fueron asesinadas en São Bernardo do Campo, por lo que las víctimas ya totalizan 12.

Fuente: Mendoza Opina