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Yom Kippur: Día para Deshacerse del Ego (Azazel)

Por P.A. David Nesher

“Le dijo el Señor a Moisés: Dile a tu hermano Aarón que no entre a cualquier hora en la parte del santuario que está detrás de la cortina, es decir, delante del propiciatorio que está sobre el arca, no sea que muera cuando yo aparezca en la nube por encima del propiciatorio.”

(Levítico 16:2)

 

Luego de la trágica muerte de Nadav y Avihú, el Eterno le ordenó a Moshé que advirtiera a los sacerdotes (kohanim) que no entraran en Tabernáculo por que sí, a menos que estuvieran asignados, en el turno correspondiente, a realizar un servicio específico. Además de esto, Aharon, a pesar de ser el Sumo Sacerdote (Kohéh Gadol), tenía la orden de ser muy precavido, evitando ingresar al Lugar Santísimo cualquier día del año. Esta posibilidad, solamente la tenía permitida en Yom Kippur (Día de la Expiación). Si estas prohibiciones eran desobedecidas, se aplicaba el castigo de pena de muerte celestial y malkot (azotes) por entrar en el Lugar Santo y en el Lugar Santísimo cuando no era necesario.

 

Aharon recibió la orden de ser el primer sumo sacerdote en los tiempos de Moshé. Su labor como Sumo Sacerdote consistía en entrar al Tabernáculo y traspasar hasta la segunda cortina donde se encontraba el lugar llamado “El Santo de los Santos” (en lat. «Sanctasanctórum» o «Lugar Santo»). En este lugar se encontraba el Arca de la Alianza que contenía en su interior la vara de Aharon y las tablas de la Instrucción (Torah). Solamente Aharon o su sucesor podía entrar al “Santo de los Santos” para ofrecer en ese lugar sacrificios a Yahvéh. No cualquier hebreo podía entrar a ese lugar, incluso lo tenían prohibido con pena de muerte. Para poder entrar al “Santo de los Santos” se debía ser varón primogénito de la tribu de Leví, recordemos que Israel es un pueblo formado por doce tribus. También, se debía cumplir con la purificación solicitada, esto incluía los preceptos hebreos y la pureza de la vestimenta sacerdotal. Dichas ordenanzas eran muy estrictas, y solamente se podía entrar al Santo de los Santos una vez por año.

 

¿Por qué es que Yahvéh reguló estas normas de inmediato después de las muertes trágicas de Nadav y Avihú?

 

Leamos primeramente lo que las Sagradas Escrituras nos cuentan:

Pero Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario y, poniendo en ellos fuego e incienso, ofrecieron ante el Señor un fuego que no tenían por qué ofrecer, pues él no se lo había mandado. Entonces salió de la presencia del Señor un fuego que los consumió, y murieron ante él.

(Levítico 10: 1 – 2)

 

El texto bíblico no menciona cuantos días transcurrieron desde el ungimiento de la familia de Aarón al sacerdocio, hasta la muerte de Nadav y Avihú delante la de presencia del Eterno por haber usado “fuego extraño”, pero pareciera que fueron pocos días, porque es el relato histórico que continúa al capítulo nueve. Los errores de Nadav y Avihú que provocaron el juicio inmediato de Dios fueron los siguientes:

  1. Usaron fuego no proveniente del altar;
  2. Ingresaron al lugar santísimo sin haber sido nombrados sumo sacerdote;
  3. Entraron al santuario en estado de embriaguez;
  4. Usaron incienso extraño;
  5. No obedecieron las prescripciones establecidas por Dios.

 

Estos errores fueron originados en el hecho de que estos varones fueron engreídos y no impartieron honor y respeto a Moshé como maestro, sino que lo consideraron como un simple pariente. Pero también, el hecho de entrar ebrios al Santuario, los condujo a moverse en una inconsciencia temporal que les hizo caer en el orgullo de que podía ejercer funciones para las que no habían sido convocados, provocándose así la muerte. Entonces, que bien claro que ambas conductas pecaminosas  (erradas), son las que provocaron sus muertes. Es decir, que no murieron bajo el castigo de un Dios terrible, severo y vengador, como lo presenta la interpretación cristiana, sino que ellos fallecieron como resultado de una acción errónea que generó una reacción negativa sobre ellos… por ejemplo, como si hubieran tocado los cables pelados del alto voltaje. Ellos sabían que si ofrendaban lo que no era requerido por Yahvéh, las consecuencias no serían agradables para ellos. Su pecado fue la presunción y la soberbia.

 

Por causa de este terrible episodio, el Eterno, a través de la Torah tuvo que resaltar esta actitud negativa de Nadav y Avihu, conectando la memoria de Israel a las dimensiones celestiales de Su santidad, a través de la Festividad de Yom Kippur. Partiendo del hecho de que el trabajo de Yom Kipur está escrito en la parashá “después de la muerte” de Nadav y Avihu, notaremos que en los sacrificios de este día hay una alusión a estos dos hijos de Aharón, en los dos machos cabríos [שעיר העזים , seir haeizim] uno para Yahvéh y el otro para Azazel, (עזאזל ). Nadav y Avihú se equivocaron en un arrebato sin respaldo suficiente, con un atrevimiento o arrojo [עזות , azut] fuera de lugar. Justamente el macho cabrío simboliza al atrevimiento [en especial de los machos cabríos jóvenes, zeirim tzeirim], y el concepto de Azazel.

En el acto de Nadav y Abihu vemos que está dicho “y ofrendaron ante Yahvéh un fuego extraño que no les fue ordenado”. Se debe determinar si su impulso era todo de la santidad o estaba involucrado resabios del ego inadecuado, quizás el “no [el lado negativo]” es que “les fue ordenado”! Así queda claro que ellos, en su presunción y soberbia, querían hacer una corrección a través de un sacrificio que podría haberlos llevado (según su propia opinión) a un nivel por encima de su padre Aharón, e incluso Moshé, pero no pudieron manejarlo, y por lo tanto murieron.

 

Recordemos que todas las figuras de la Torah son representación de nuestros atributos internos. Por eso, tomando este episodio, el Eterno reveló que la rectificación a este pecado semejante al de Adam y Javá, es a través del servicio de los dos cabríos en Yom Kipur. Por medio, de esta fiesta, somos llamados a reconocer que hay en nosotros resabios de egoísmo, y arrojarlos a Azazel, el lugar de la bravura ilegítima, para así se refinar la bravura correcta, “la bravura sagrada”  («azut dekedushá”). Por medio del poder de esta bravura se puede llegar a la santidad interior y salir en paz. Azut dekedushá es la bravura de los violentos que Yeshúa describe, y que asegura que arrebatan las bendiciones existentes en los lugares celestiales:

 

«Y desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo conquistan por la fuerza.»

(Mateo 11:12)

El pecado de Nadav y Avihú fue el mismo que quienes pretenden montarse una religión a su medida, una religión en que los hombres mismos deciden qué clase de culto o servicio rinden al Eterno. Es la famosa «religión a mi manera» que la gran mayoría de la población occidental pretende hoy practicar. Este fue el error principal de los judíos del tiempo de Yeshúa, HaMashiaj:

“Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres”

(Mateo 15:9)

Es también la misma práctica que en nuestros días se ha infiltrado toda denominación que profesa ser de «Cristo». El hombre, desde tiempos inmemoriales, ha estado intentando construir religiones con las que intentar llegar a Dios, en lugar de a través del seguimiento de Su Instrucción (Torah). Por eso, siempre señalo en mis enseñanzas que toda religión es la construcción mental humana que surge de un sistema dogmático-teológico, que pone ladrillos y más ladrillos en una construcción que un día caerá ante los juicios divinos, tal como aconteciera en Babel (cf. Génesis cap. 11; Apocalipsis cap. 18). A través de apilar dichos ladrillos (dogmas) cada ser humano pretende convertirse en el obrero de su propia salvación. Esto lo hace de la forma que bien le parezca. Las Sagradas Escrituras revelan que al hombre le encanta introducir las prácticas de culto que más le gusten o agraden a él, al margen de lo que demande Yahvéh, por algo es un ser religioso desde que cayera del Gan Eden (cf. Génesis cap. 3). Pero la Torah también revela que el hombre está separado espiritualmente de Yahvéh y solamente puede reencontrarse con Él a través del único Camino que Él provee, Yeshúa HaMashiaj. Todo lo demás es idolatría.

 

Se acerca el Gran Día de Yahvéh en el que Su Nombre será santificado, ya sea por medio de la obediencia del hombre o por medio de sus juicios sobre los rebeldes y los que sean desobedientes. Tarde o temprano, la rebelión de los impíos contra el Eterno finalizará. Por eso, sobre aquello dicho por Yahvéh, esto es lo que Moshé transmite a Aharon tras la muerte de Nadav y Avihú: “En los que a mí se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado”.

 

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