Genetistas norteamericanos lograron una bacteria a partir de ADN diseñado por humanos. Así podrá realizar tareas indicadas por los científicos. Abre la posibilidad de producir vida
«Esta es la primera especie autoduplicable que existe en el planeta cuyo padre es un ordenador«, dijo en una rueda de prensa Craig Venter, uno de los genetistas más famosos del planeta.
Desde hace décadas científicos de todo el mundo manipulan algunos genes de animales y plantas, pero es la primera vez que alguien cambia el genoma completo.
Los autores de la gesta, que publicaron su investigación en la edición de ayer de la revista Science, replicaron en el laboratorio el genoma de la bacteria Mycoplasma mycoides, al que agregaron una secuencia de ADN con una dirección de internet, para quien desentrañe los misterios de su experimento.
A continuación colocaron ese genoma ajeno en la bacteria Mycoplasma capricolum, a la que le habían retirado previamente la mayoría de su información genética.
El nuevo genoma pasó a controlar la célula, que comenzó a producir las proteínas que el ADN trasplantado le pedía.
«Esta es la primera célula sintética que se haya hecho y la llamamos sintética porque está totalmente derivada de un cromosoma sintético», manifestó Venter.
En realidad, sólo es sintético el genoma, mientras que el resto de la célula es natural.
El objetivo final de los investigadores es instalar en una bacteria un genoma elaborado en el laboratorio que le ordene realizar labores de utilidad para el ser humano.
Synthetic Genomics, compañía fundada por Venter, ya cuenta con un contrato por valor de 600 millones de dólares con la compañía petrolera Exxon Mobil para producir algas que atrapen el dióxido de carbono y generen biocombustibles.
El procedimiento también podría usarse para crear ingredientes alimentarios, vacunas y hasta en la limpieza del agua, mantienen los investigadores.
«Esto se convierte en una herramienta muy poderosa para tratar de diseñar lo que queremos que haga la biología. Tenemos una amplia gama de aplicaciones en mente», sostuvo Venter.
Al mismo tiempo se trata de una invención que abre la posibilidad de eventualmente crear una especie artificial, con toda la carga ética que eso implica.
«Este es un paso importante, tanto científica como filosóficamente. Ciertamente ha cambiado mis opiniones sobre la definición de la vida y cómo funciona la vida», afirmó Venter, quien se hizo famoso en el 2000 al ser uno de los primeros secuenciadores del genoma humano.
El equipo científico, que trabaja en el Instituto que lleva el nombre de Venter, aspira ahora a sintetizar «la célula mínima, que contenga sólo los genes necesarios para sostener vida en su forma más simple», explicó Daniel Gibson.
Lo hará retirando fragmentos de ADN uno a uno hasta que se quede el genoma más pequeño posible, que será una plataforma para analizar la función de cada gen esencial para el mantenimiento de la existencia de la célula.
El anuncio representa la culminación de 15 años de trabajo de este grupo de científicos en la «biología sintética», un campo de investigación nacido de los avances humanos en el control de los genomas.
En 2007 lograron reemplazar el ADN de M. capricolum con el de M. mycoides, y un año después montaron el primer genoma sintético.
En el último experimento juntaron las dos experiencias. Primero identificaron la secuencia total de ADN de M. mycoides, compuesta de más de un millón de unidades, y le enviaron la lista a la compañía Blue Heron Biotechnology.
Esa empresa produjo artificialmente cromosomas de acuerdo con las instrucciones, a partir de los cuatro compuestos químicos que son la base de los genes.
El equipo de Venter usó células de levadura para unir los fragmentos, hasta tener la secuencia genética completa de M. mycoides, y procedió a instalarla en la bacteria M. capricolum.
Para dejar su marca, añadieron al genoma la dirección de internet a la que debe enviar un mensaje quien lo decodifique, los nombres de las más de 40 personas que trabajaron en el proyecto y algunas citas famosas.
Gracias a ellos, una célula mitad artificial mitad natural lleva grabada en lo más íntimo de su ser las palabras de Richard Feynman: «Lo que no puedo construir, no lo puedo entender».
Synthetic Genomics, compañía fundada por Venter, ya cuenta con un contrato por valor de 600 millones de dólares con la compañía petrolera Exxon Mobil para producir algas que atrapen el dióxido de carbono y generen biocombustibles.
El procedimiento también podría usarse para crear ingredientes alimentarios, vacunas y hasta en la limpieza del agua, mantienen los investigadores.
«Esto se convierte en una herramienta muy poderosa para tratar de diseñar lo que queremos que haga la biología. Tenemos una amplia gama de aplicaciones en mente», sostuvo Venter.
Al mismo tiempo se trata de una invención que abre la posibilidad de eventualmente crear una especie artificial, con toda la carga ética que eso implica.
«Este es un paso importante, tanto científica como filosóficamente. Ciertamente ha cambiado mis opiniones sobre la definición de la vida y cómo funciona la vida», afirmó Venter, quien se hizo famoso en el 2000 al ser uno de los primeros secuenciadores del genoma humano.
El equipo científico, que trabaja en el Instituto que lleva el nombre de Venter, aspira ahora a sintetizar «la célula mínima, que contenga sólo los genes necesarios para sostener vida en su forma más simple», explicó Daniel Gibson.
Lo hará retirando fragmentos de ADN uno a uno hasta que se quede el genoma más pequeño posible, que será una plataforma para analizar la función de cada gen esencial para el mantenimiento de la existencia de la célula.
El anuncio representa la culminación de 15 años de trabajo de este grupo de científicos en la «biología sintética», un campo de investigación nacido de los avances humanos en el control de los genomas.
En 2007 lograron reemplazar el ADN de M. capricolum con el de M. mycoides, y un año después montaron el primer genoma sintético.
En el último experimento juntaron las dos experiencias. Primero identificaron la secuencia total de ADN de M. mycoides, compuesta de más de un millón de unidades, y le enviaron la lista a la compañía Blue Heron Biotechnology.
Esa empresa produjo artificialmente cromosomas de acuerdo con las instrucciones, a partir de los cuatro compuestos químicos que son la base de los genes.
El equipo de Venter usó células de levadura para unir los fragmentos, hasta tener la secuencia genética completa de M. mycoides, y procedió a instalarla en la bacteria M. capricolum.
Para dejar su marca, añadieron al genoma la dirección de internet a la que debe enviar un mensaje quien lo decodifique, los nombres de las más de 40 personas que trabajaron en el proyecto y algunas citas famosas.
Gracias a ellos, una célula mitad artificial mitad natural lleva grabada en lo más íntimo de su ser las palabras de Richard Feynman: «Lo que no puedo construir, no lo puedo entender».
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Fuente: AFP