Por P.A. David Nesher
«A la mujer dijo: En gran manera multiplicaré tu dolor en el parto, con dolor darás a luz los hijos; y con todo, tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti.«
(Bereshit(Génesis 3: 16)
Al investigar y sumergirnos en la Instrucción (Torah) del Eterno, poco a poco vamos desintoxicando nuestras mentes del dogmatismo babilónico-reptiliano con el que se nos programó desde el sistema de cosas imperante que la serpiente antigua ha establecido sobre los miles de millones que componemos la humanidad.
Entendemos por lo que Génesis revela en su tercer capítulo que la religión se hizo presente el día en que Adam Harishón (Primera Humanidad) escuchó la propuesta de una enseñanza totalmente anti-Torah. Así aquellos primeros regentes y padres de la humanidad (Adán y Javá) dieron lugar a una serie de paradigmas de tinieblas que comenzarón a tomar potestad destructora sobre el más grande diseño de la Luz: la sexualidad expresada en el binomio sacerdotal varón-mujer.
De este modo la mujer han sido erróneamente devaluada, ignorada y omitida dentro la historia. Hasta la misma teología tradicional de la mujer en la Iglesia Romana y sus hijas (Ap. 17) ha sido marcada por una aversión a la mujer expresada en la misoginia de sus prácticas, que ha producido el machismo que ha regido a occidente por siglos.
Ahora bien, ¿cómo comenzó esta degradación sexual?
Según el tercer capítulo de Bereshit, Adán y Javá desconfiaron de la benevolencia, la disciplina y la compasión del Eterno, y voluntariamente se apartaron de Él dependiendo de su propia opinión para encontrar cómo lograr la felicidad extrema. Ellos decidieron unánimemente rechazar Su Instrucción (Torah) y determinaron comer el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Poreesto, el Eterno los llamó a rendir cuentas y les describió la maldición que recaería sobre ellos y la vida humana que desde ellos descendería, a causa del pecado.
En este capítulo logramos ver como el mundo de la mujer, y por ende el de la familia, fue afectado lamentablemente por el pecado de la misma Javá (Eva). El relato de la caída humana revela que a causa del mismo yetser hará (tendencia al mal) de la mujer, las cosas que ya existían en pequeña escala fueron ahora aumentadas para convertirse en algo muy doloroso (el parir y la sujeción marital).
La palabra hebrea teshuqá, traducida en este texto como «deseo«, viene de la raís shuq que significa:
- «voltearse para ir obsesivamente en pos de algo«,
- «tener un intenso anhelo u obsesión de una cosa«,
Desde estas dos significaciones, la expresión «deseo» está implicando el uso de la lujuria de parte de la mujer para poder manipular al hombre y conseguir así sus anhelos egoístas de control y dominio. Por eso es que la Septuaginta o «Versión de los Setenta«, traducirá esta palabra en griego como “voltearse”. Visto así, el verdadero significado de teshuqá es de hecho “voltearse” cambiando el blanco del deseo.
Con este acto de desobediencia Javá se esta volteando o alejándose del señorío de Yahvéh y enfocándose hacia el varón, poniéndolo a él entre ella y el Eterno. Dios le advierte a Eva que esta decisión de voltearse hacia el varón para sentir significado de propósito traerá como resultado que ella venga a caer bajo el dominio del hombre. Esta expresión habla de un desafío inherente de querer adoptar el papel del marido como jefe del hogar y la familia.
Esta es una descripción de la maldición. Es una descripción de miseria, no un modelo para el matrimonio. Esta es la historia que se presentará siempre que el pecado prevalezca. Pero, ¿qué es lo que realmente se dice aquí? ¿Cuál es la naturaleza de esta relación que ha quedado en ruinas después del pecado?
El paralelismo clave en Génesis 4:7
La clave para comprender profundamente esta sentencia, está en aprender la conexión que existe entre las últimas palabras de este versículo (3:16b), y las últimas palabras de Génesis cap. 4 vers. 7. Aquí el Eterno está advirtiendo a Caín acerca de su resentimiento y enojo contra Abel, su hermano. Yahvéh le dice que el pecado está a punto de enseñorearse de su vida. Por favor, les solicito que observen con mucho discernimiento el final del versículo 7:
«… el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él.
El paralelo entre el cap. 3 vers. 16 y el cap. 4 vers. 7 es extraordinariamente cercano. Las palabras son prácticamente las mismas en hebreo, y también pueden verse en español. En 3:16 vemos que Elohim dice a la mujer: «Tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti«. En el cap. 4 vers. 7 Elohim dice a Caín: «a ti será su deseo, y tú te enseñorearas de él«.
Ahora, la razón por la cual es importante ver esto, es porque nos muestra más claramente lo que se entiende por «deseo«. Cuando el versículo 7 de capítulo 4 dice que el pecado está a la puerta del corazón de Caín (como un león, -Génesis 49:9-) y que a él será su deseo, significa que el pecado quiere enseñorearse de Caín, quiere derrotarlo, someterlo y hacerlo esclavo del pecado.
Ahora, si volvemos al versículo 16 del capítulo 3, probablemente deberíamos ver el mismo significado en el pecaminoso deseo de la mujer. Cuando dice, «Tu deseo será para tu marido«, que significa que cuando el pecado se enseñorea de la mujer, su deseo será el de dominar, someter o explotar hombre. Y cuando el pecado de la mujer se enseñorea del varón, este va a responder de la misma manera y con mayor fuerza la someterá, o se enseñoreara sobre ella.
Entonces, lo que se describe realmente en esta maldición acontecida sobre la condición de ser mujer ( 3:16) es el conflicto de siglos entre varones y mujeres que ha marcado la historia de la humanidad. La masculinidad como el Eterno la creó se ha depravado y corrompido por el pecado. De igual modo la feminidad como Yahvéh la creó se ha depravado y corrompido por el pecado. La esencia del pecado es la autosuficiencia y la auto-exaltación. Primero en la rebelión contra el Eterno y luego, como consecuencia, en la explotación de unos a otros.
Por lo tanto, la esencia de la virilidad corrupta es el esfuerzo que auto-exalta el poder dominar, controlar y explotar a las mujeres para sus propios deseos privados. Y la esencia de la feminidad corrupta es el esfuerzo que auto-exalta el poder dominar, controlar y explotar a los hombres para sus propios deseos privados. La diferencia la establecerán la distinción de debilidades que pueden explotar el uno del otro.
La mujer con su acto de yetser hará (inclinación al mal) quebrantó su relación con el varón, señalado por los lineamientos del diseño divino original. En vez de ser una «ayuda idónea» (ezer kenegdó) para él, se iría convirtiendo en su seductora enemiga. Por eso Yahvéh advirtió que esto la conduciría a perder su condición de igualdad con el varón; él terminaría siempre «enseñoreándose» de ella como amo y señor. En el pasaje que nos tiene meditando durante todo este estudio, se describe a una esposa como que es «poseída» por su señor. Por eso, vemos que a lo largo de la historia, entre la mayoría de los pueblos, la mujer ha estado sometida, a través de los siglos, a la degradación y a una esclavitud. Sin embargo, entre los hebreos la condición de la mujer era de una clara subordinación aunque no de opresión ni esclavitud.
Por esto será que Yahvéh liberará a Israel de Mitzraim (Egipto). Él quería que Su Pueblo se convirtiera en una nación sacerdotal (Éxodo 19: 6) para que el ser humano (tanto varón como mujer) aprendiera a rectificar, reparar y transformar el diseño de la sexualidad de acuerdo a los código de la Luz Infinita. Por eso, desde Israel aparecerá el yugo de Yeshúa quien colocará a la mujer en la misma plataforma que el varón en todo lo que atañe a las bendiciones del Evangelio del Reino de Elohim:
«Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
(Gálatas 3: 28)
Aunque el esposo debe ser la cabeza del hogar, los principios mesiánicos llevarán al varón y a su esposa a experimentar un verdadero compañerismo, donde cada uno está tan consagrado a la felicidad y bienestar del otro, que nunca ocurre que cualquiera de ellos trate de «enseñorearse» del otro:
«Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.
(Colosenses 3: 18-19)
En conclusión, recordemos que lo que somos como varones y mujeres va al corazón de nuestra identidad personal. Si se confunden aquí, las repercusiones serán muy profundas y afectarán muchos aspectos.
Hoy, el pequeño remanente de los hijos de Sión están llamado a reconstruir a partir de la Instrucción divina, y con la mejor praxis posible, la imagen destruida del varón y la mujer a la imagen que Yahvéh les había asignado antes de la caída.
Hoy, el SEÑOR nos pide recuperemos al diseño matrimonial, invitando a cada pareja a aceptar la invitación mesiánica de recibir el yugo de Yeshúa. Por eso, solicito a los que leen oraciones intercesora a favor de mi vida y los miembros de mi ministerio, para que podamos llevar fiel y rápidamente todos estos misterios a las naciones del mundo. A la vez invito a cada lector a que que considere seriamente estas cosas, y decida sumarse a todos los hijos primogénitos que habitamos el Monte Santo del Eterno.