Por PA. David Nesher
“Y habló YHVH a Moshé, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles que se hagan flecos en los bordes de sus vestidos, por sus generaciones, y que pongan en el fleco de cada borde un cordón azul. Y os servirá el fleco, para que cuando lo veáis os acordéis de todos los mandamientos de YHVH, a fin de que los cumpláis y no sigáis vuestro corazón ni vuestros ojos, tras los cuales os habéis prostituido, para que os acordéis de cumplir todos mis mandamientos y seáis santos a vuestro Dios. Yo soy YHVH vuestro Dios que os saqué de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios. Yo soy YHVH vuestro Dios.”
(BaMidbar/Números 15:37-41)
En el propósito eterno de Dios no existen las casualidades. Por lo tanto, no es casualidad que el tema está desarrollado en la Torah a continuación del suceso en donde encontraron a una persona que recogía leña el día de Shabat transgrediéndolo. Permítanme explicarme en lo que quiero decir:
Leyendo esta declaración, uno medita unos instantes y se pregunta: ¿Qué significan estos flecos? ¿Cuál es la finalidad de los mismos? ¿Acaso los mismos encierran algún misterio intrínseco?
Los sabios explicaron que estos flecos encierran numerosos misterios celestiales relacionados con el Reino del Eterno obrando en la Tierra.
Por tal razón, debo primeramente decir que este instrumento es un medio propicio y adecuado para captar la energía suprema de la mente divina y generar la descarga de la misma en los seres humanos. Observamos que el versículo declara: “Serán por tzitzit para vosotros, para que lo veáis y recordéis todos los preceptos de El Eterno”. Es decir, los tzitzit poseen una energía especial que puede ser captada al observarlos y contemplar en ellos la energía proveniente de El Eterno. Consideren que está escrito “para que lo veáis” y no está escrito “para que los veáis”. Es decir, refiere a la aprehensión de la manifestación suprema de El Eterno.
Yahvéh quiere que sus hijos primogénitos comprendan que Él diseñó al ser humano rodeado de mitzvot (mandamientos) en el camino de la vida. La palabra “mitzvá” está relacionada con la palabra hebrea “tzavta”, que significa conexión. Esto es por que cada mitzvá es otra oportunidad para conectarnos con el Eterno Es otra oportunidad de traer divinidad a nuestras vidas y al mundo alrededor nuestro.
Entonces, se entiende que realizar este mitzvot no se trata de cumplir con los deberes religiosos que practica la Casa de Judá; sino más bien, mantenerse en una consciencia elevada en la que la Instrucción (Torah) del Eterno y sus mitzvot, estén relacionados con los alimentos, las cosas, los diversos objetos y aún los vínculos cotidianos. Así que el Eterno proveyó a cada varón hebreo los Tzitzít para recordar diariamente las obligaciones que este tiene. Esto es semejante al capitán que lanza una cuerda a un hombre que se ahoga mientras le ordena: «¡Agárrala bien, no la sueltes, pues tu vida depende de ella!»
El propósito principal para llevar un fleco, en hebreo tzitzit, en cada una de las cuatro esquinas del manto con el cual el varón hebreo se cubre, es que se vea para recordarnos de su compromiso con todos los mandamientos de la Torah. Por lo tanto, el que lleva tzitzit sin ser fiel a los mandamientos que le correspondan trae juicio sobre sí.
Los flecos que los varones ponen en sus ropas de cuatro puntas sirven para recordar el compromiso que tienen con el Eterno y sus mandamientos. Cuando los ojos desean desviarse e ir tras la impureza, los flecos allí están para recordar que es santo y eso le ayuda a evitar el pecado. Los flecos también son un recordatorio de la salida de Egipto lo cual significa que los hijos de Israel ya no son esclavos, ni siquiera de los deseos de sus ojos y así podrán superar los malos instintos con la ayuda del Eterno. El deseo que despierta esta prenda es el de ser moralmente puro, activando la certeza que el Eterno es mi Elohim y que yo vivo para Él. Por eso, soy santo como Él se santo.
La Torá nos garantiza que por cumplir esta Mizva recordaremos todos los preceptos de YHVH. La palabra «tzitzít» suma numéricamente 600 y si sumamos a ella los ocho hilos y los cinco nudos (8 + 5) que el tzitzít posee, llegaremos a la cuenta de 613 Mizvot que la Torah nos enseña.
Los cinco nudos hablan de los cinco libros de Moshé y los cinco sentidos del hombre que están involucrados en la obediencia a los mandamientos. Las ocho hebras hablan de lo sobrenatural que se introduce en lo natural, mediante la entrega de la Torah y del Mesías que también vino del cielo, como lo escribió el apóstol Juan:
“Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, es decir, el Hijo del Hombre que está en el cielo.”
(Juan 3:13)
Los cuatro flecos que están en las cuatro direcciones nos recuerdan que tenemos la obligación de cumplir los mandamientos dondequiera que nos volvemos. Los Tzitzít representan dos testigos en frente de una persona y dos testigos detrás de ella, para advertirle contra el pecado.
La Torah nos enseña que el recuerdo de todos los mandamientos protege nuestros corazones y nuestros ojos del pecado. También nos enseña que si cumplimos los mandamientos somos santificados. Los mandamientos nos santifican, nos apartan del pecado y nos acercan al Eterno. Así que los Tzitzít nos ayudan a acercarnos al Eterno. ¡Qué bonito regalo!
En el libro del profeta Zacarías leemos que los varones redimidos que viven en una santidad real, no ficticia, serán los maestros futuros de las naciones que los buscarán con afán al ver como el Todopoderoso está con ellos en todos los aspectos, también de manera sobrenatural. Llegará el momento en la historia, y no está lejos, cuando diez varones de las naciones asirán de los bordes de un judío – donde están los cuatro flecos – y pedirán ayuda para caminar con Él.
“Así dice YHVH Tzevaot:
«En aquellos días diez hombres de todas las lenguas de las naciones asirán la esquina del vestido de un judío, diciendo:
‘Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros.»
(Zacarías 8:23)
La disciplina basada en el temor del Cielo es una de las condiciones para que lo sobrenatural pueda estar presente de manera constante. El varón redimido que sabe cumplir los mandamientos correctamente conoce a su Elohim (Dios) y Elohim está con él. Esa presencia divina es atractiva y es la que finalmente podrá ayudar a los de las naciones a caminar bien.