cartas paulinas

¿Cómo solucionó el apóstol Pablo el asunto del esclavo fugitivo Onésimo? (Epístola de Filemón)

«No entregarás a su amo un esclavo que se haya escapado de su amo a ti. Él habitará con vosotros en medio de vosotros, en el lugar que él escogiere en una de vuestras ciudades donde le plazca; no lo maltratarás

(Deuteronomio 23:15-16)

«Pablo, preso del Mesías Yeshúa, y Timoteo nuestro hermano, a Filemón nuestro amado hermano y colaborador, a Apia nuestra hermana, a Arquipo nuestro compañero de milicia, ya la [congregación] en tu casa: Gracia a vosotros y paz a vosotros. de Dios nuestro Padre y del Señor Yeshua Mesías…»

(Filemón 1-3)

La Torah prohíbe devolver un esclavo fugitivo a su dueño, a su vez la ley de Roma prohibía albergar a un esclavo fugitivo. Ese conflicto legal dejó a Pablo en una posición difícil. Veamos como la Sabiduría de lo alto lo condujo a dar solución a esta causa.

Hemos leído y estudiado que el mandamiento de la Torah de “no devolver un esclavo fugitivo a su amo” se refiere a los esclavos que han huido a la tierra de Israel en busca de asilo. Así pues, y aunque la Torah habla específicamente solo de un esclavo fugitivo que se refugia en la tierra Santa, el principio más amplio enseña que debemos otorgar asilo a cualquier esclavo fugitivo.

Esta ley yahvista tiene una relación significativa con el trasfondo de la epístola de Filemón.

Filemón, el creyente gentil temeroso de Dios, tenía esclavos. Uno de sus esclavos (un joven llamado Onésimo), escapó y huyó a Roma donde se encontró con los amigos de Filemón, Pablo y Epafras. Fuen bajo la tutela de Pablo que Onésimo conoció al Maestro Yeshúa y se hizo creyente naciendo de nuevo del agua y del Espíritu.

Pablo y Epafras se dieron cuenta de que la situación con Onésimo requería cierta delicadeza. Aunque el principio de la Torah les prohibía devolver a Onésimo a Filemón, la ley romana les obligaba a hacerlo. Filemón sin duda se enteraría de que su esclavo se había presentado en su compañía, y podría exigir que se lo devolvieran, una demanda que no podían cumplir porque la Torah les prohibía hacerlo.

Debido a dicha legislación divina el apóstol Pablo no devolvió a Onésimo en contra de su voluntad, sino que más bien convenció a Onésimo para que regresara voluntariamente y entregara una epístola a Filemón. En la carta, Pablo le suplicaba a Filemón que perdonara a Onésimo y le concediera su libertad. Puso la solicitud de tal manera que Filemón no podía, en buena conciencia, rechazar.


Traducido y adaptado de: «El Club de la Torah«