Por Moisés Franco
En esta ascensión vemos a Nóaj reiniciando su vida siendo uno de los ocho habitantes de todo el planeta.
Esta porción de Bereshit menciona que plantó una viña “bebió del vino, se embriagó, y se desnudó en su tienda”. Esto da lugar a un confuso episodio donde Cam o Jam, su hijo, “ve su desnudez”.
Sobre ese punto hay una discusión de eruditos sobre a qué se refiere esto, todos coincidiendo en que es algo mucho más allá de lo literal. Según el comentario de la versión Torat Emet hay opiniones que afirman que Cam “violó a su padre”, mientras que otras afirman que lo castró.
En tanto, el P.A. Nesher ha compartido en su blog la explicación del teólogo Ariel Álvarez Valdés, quien sostiene el pecado del hijo de Nóaj habría sido acostarse con su propia madre, lo cual explicaría por qué el patriarca maldice a su nieto Canaán, quien sería fruto de esa relación incestuosa.
Al margen de cuál haya sido el hecho en concreto, evidentemente era desagradable a YHVH en gran manera y esto demuestra que al poco de salir del diluvio universal la humanidad ya se había empezado a pervertir nuevamente.
Volviendo a Nóaj, dice el versículo que el plantó una viña y tomó de su vino. ¿A caso esto estaba mal? ¿no debió haber plantado un viñedo?
En mi humilde opinión, sí era justificable que él o sus hijos lo hiciesen, dado que el vino es distinto a cualquier otra bebida alcohólica. Es un fermento netamente ligado a lo espiritual, por eso es afectado por las lunas y por la luz, entre otras particularidades.
Una buena parte de las grandes civilizaciones antiguas utilizaron el vino como elemento que conecta con el mundo espiritual, e Israel no es la excepción. Por eso se lo utiliza para hacer el kidush (la santificación), tanto en la apertura del shabat como en las bodas, por ejemplo.
Por eso, Yeshúa el Mesías lo instauró como un elemento que representa su sangre (y más precisamente los méritos de la misma, que son los que trajeron salvación al Pueblo) en el ritual más fuerte que tenemos sus discípulos: la mesa de comunión.
Discierno que esta conexión tan fuerte la hallamos en los secretos de la palabra hebrea para esta bebida (“yayín”), cuya gematría es 70. Ese número es utilizado con frecuencia en las Sagradas Escrituras para simbolizar a las 70 naciones madre de toda la Tierra.
Ahora bien, Israel es puesto como cabeza de las naciones no para oprimirlas sino para elevarlas, para acercarlas al Eterno. Por eso Israel entra a Egipto con un total de 70 varones, por eso los korbanot de los siete días de Sukot suman 70 (porque eran entregados por la paz de las naciones) y en los tiempos venideros las naciones subirán a Jerusalén a adorar a YHVH (Is. 66:23).
Una muestra encriptada de esto lo vemos en Shemot 15:27 “ Llegaron a Elim, donde había doce fuentes de agua y setenta palmeras, y acamparon allí junto a las aguas”.
Doce fuentes (doce tribus) que dan agua (Torah) que sustenta a setenta palmeras (setenta naciones).
Entonces, ¿cuál fue el problema con la familia que salió del arca si la viña era voluntad divina?
El problema no era labrar un viñedo, el problema es cuando le dedicamos (especialmente nosotros los varones) demasiado tiempo, energía y atención a ese “viñedo”.
Nóaj evidentemente habría descuidado el pastoreo que implica supervisar el estado espiritual de sus hijos, quienes serían nada menos que los refundadores del mundo.
El P.A. Nesher explicó una vez que según sabios judíos el vino representa -entre otras cosas- el placer del mundo físico, que es bueno, pero que debemos tomar con mensura para no emborracharnos y hacer estupideces.
Confieso muchas veces haberme “emborrachado” con mi trabajo, que es un medio para transformar el mundo físico, y haberme olvidado de cultivar a los hijos que el Señor me ha dado.
Aquí vale la pena aclarar dos cosas: el viñedo también puede ser el trabajo eclesiástico, lo que ha llevado tristemente a muchos padres dedicados excesivamente al servicio de los santos y a los hijos de su familia alejados de la santidad; y la segunda, por hijos no nos referimos sólo a los naturales (aunque son los primeros), sino también a los espirituales, al entorno que el Señor nos da para elevar.
En contraposición, vivir “sólo para la familia” sin trabajar es inviable, ningún exceso es bueno y por eso la gente que dice “te amo demasiado” queriendo decir “mucho” está diciendo que ama desequilibradamente.
En Marcos 2:23-28 Yeshúa combate los excesos de rigor provenientes de los fariseos al procurar guardar el shabat.
Pienso que el Maestro nos invita a saber reposar en Él. A confiar de tal manera en Su voluntad que no andemos acelerados haciendo un montón de cosas buenas, sino la justas y en su justo equilibrio.
De esa manera podremos ser personas que dominan todo y nada de lo creado nos dominará, sino que lo llevaremos todo a plenitud.
“…el que es espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado por nadie”
(1 Corintios 2:12| NBLA)
En amor y servicio, Moisés.
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