Por P.A. David Nesher
Hoy al despertar recordé una fábula de Esopo que leí en mi niñez, y que me condujo a reflexionar en la parashá de esta semana. :
“Una tarde de otoño, una zorra hambrienta y sedienta vio un delicioso racimo de uvas maduras. Pensó que éstas calmarían su sed. Lo que la zorra no sabía es que los racimos de uvas estaban mucho más altos de lo que ella imaginaba. Entonces, buscó un medio para alcanzarlos. Comenzó a saltar, y saltar pero no conseguía ni tocarlos.
Había muchas uvas, pero la zorra no podía alcanzarlas. Tomó carrera y saltó otra vez, pero el salto quedó corto. Aun así, la zorra no se dio por vencida. Tomó carrera otra vez y volvió a saltar y nada. Las uvas parecían estar cada vez más altas y lejanas.
Cansada por el esfuerzo y sintiéndose incapaz de alcanzar las uvas, la zorra se convenció de que era inútil repetir el intento. Las uvas estaban demasiado altas y la zorra sintió una profunda frustración. Agotada y resignada, la zorra decidió renunciar a las uvas.
Cuando la zorra se disponía a regresar al bosque se dio cuenta de que un pájaro que volaba por allí, había observado toda la escena y se sintió avergonzada. Creyendo que había hecho un papel ridículo para conseguir alcanzar las uvas, la zorra se dirigió al pájaro y le dijo:
– Yo habría conseguido alcanzar las uvas si hubieran estado maduras, pero me equivoqué al principio pensando que estaban maduras pero cuando me di cuenta de que estaban aún verdes, preferí desistir de alcanzarlas. Las uvas verdes no son un buen alimento para un paladar tan refinado como el mío.
Y así fue, la zorra siguió su camino, intentando convencerse de que no fue por su falta de esfuerzo por lo que ella no había comido aquellas riquísimas uvas, sino porque desde su engañosa cosmovisión aquellas estaban verdes.”
Con esta fábula en mi mente, mi alma se transportó a lo que el Eterno le dijo a Su Pueblo a través de Moisés y que cierra la parashá Shlaj Lejá: “… Y no se dejarán mal influenciar por el corazón y lo que ven los ojos a través de los cuales se pervierten.” (Números/Bamidvar 15:39)
El Eterno nos advierten que no nos dejemos mal influenciar por el corazón y lo que ven nuestros ojos para pervertirnos detrás de ellos e ir en el camino erróneo. Fue Rashí que al explicar este texto dice que el corazón y los ojos son las interfaces con el medio exterior, el ojo ve, el corazón desea, la mente elabora una interpretación de la visión y el cuerpo efectúa las tentaciones. De este modo, Rashí parece invertir el orden, ya que la Torah puso primero al corazón y luego a la visión. Entonces los invito a preguntarse: ¿quién es quién? ¿por quién está gobernada la naturaleza del hombre por los ojos o por el corazón?
Aquellos que escuchan mis enseñanzas me han oído con insistencia decir que de acuerdo a la revelación divina los seres humanos somos primordialmente seres lingüísticos. Esto significa que el lenguaje es sobre otras cosas lo que hace de los seres humanos el tipo particular de almas que somos. Somos seres que vivimos en el lenguaje. No hay lugar fuera del lenguaje desde el cual podamos observar nuestra existencia. Por esto es que el lenguaje es generativo. Es decir que el lenguaje no sólo nos permite hablar «sobre» las cosas, sino que también hace que ellas sucedan. Por lo tanto, el lenguaje es acción, es generativo; el lenguaje crea realidades.
Pero a esto debemos también aceptar, tal como lo dice Esopo en su fábula y Rashi en su explicación, que el lenguaje muchas veces queda condicionado a nuestra sensorialidad, y especialmente nuestra visión. Así nos damos cuenta de que en nuestra cotidianeidad aquello que vemos determina ese hablar privado de nuestro corazón, de donde saldrán nuestras decisiones y ellas se manifestará en nuestras acciones. En consecuencia, en el hombre caído la visión espiritual del hombre decide cómo será su futuro.
En la parashá de este semana, vemos que los doce meraglim (“espías” o “exploradores”) habían retornado de inspeccionar la tierra de Israel. Y todos, excepto Kaleb y Yeoshua, dieron un reporte negativo, desmoralizando al pueblo y sumiéndolo en la desesperanza.
Sabemos que los doce eran los líderes del pueblo; príncipes de cada una de las tribus, hombres sabios, justos y respetados. Entonces: ¿Por qué dieron un informe negativo?
Los doce espías vieron la misma tierra, las mismas ciudades y los mismos habitantes, pero hubo dos formas de reacción muy diferentes ante lo que vieron. De aquí aprendemos que lo importante no es lo que tenemos por delante de nuestros ojos sino cómo reaccionamos ante ello, desde la cosmovisión que elaboramos en nuestro corazón.
Evidentemente los diez meraglim actuaron motivados por el miedo paralizante que conduce a no querer esforzarse por la victoria. Ese miedo que actúa nublando nuestros sentidos y nuestra mente, anulando toda motivación. Un temor que no solo paraliza, sino que también perturba la visión generando una palabra negativa que justificará la falta de esfuerzo. Cuando nos formamos un preconcepto de cómo debería ser una situación, y elaboramos prejuicios que son producto del miedo y la ignorancia, nuestros ojos se enceguecen y vemos solo lo que nuestra mente quiere ver. Nuestros peores terrores se hacen realidad: “Allí vimos a los gigantes… aparecimos ante nuestros ojos como langostas, y así éramos ante los ojos de ellos.» (Números/Bemidbar 13:33)
Aunque los diez espías vieron la tierra hermosa, sus almas fueron invadidas de pensamientos de problemas e imposibilidades que no les permitieron creer que era posible vencer sobre esos pueblos tan grandes y conquistar esas ciudades tan fortificadas. Lo triste de esto es que la razón los encerró en no creer y afirmarse en el Eterno y sus promesas.
Pero los otros dos espías tenían otro espíritu y vieron las mismas cosas de otra manera. Habían aprendido a vivenciar en sus corazones las vivencias de lo que pasó en Egipto y en el desierto. Yehoshúa y Kaleb sabían que tenían un Elokim poderoso y creyeron en sus promesas. Vieron la realidad visible y lograron sujetarlas la visión de la realidad invisible. Era verdad que los hijos de Anac eran gigantes. También era cierto que las ciudades tenían murallas muy altas. Pero la verdad absoluta era que YHVH, el Todopoderoso, es mucho más grande que cualquier realidad de la fisicalidad, y Él estaba con ellos. Los diez espías vieron las cosas desde abajo pero los dos espías las vieron desde arriba.
Así aprendemos que existen dos voces. Por un lado, la voz de lo imposible, que sólo habla de las cosas desde el punto de vista natural. Por el otro lado, se encuentra la voz de lo posible, que siempre habla de las cosas desde el punto de vista del poder y las promesas del Eterno. Según escuchamos vamos a creer. Si sólo vemos y escuchamos las cosas según un punto de vista natural, nuestras acciones estarán condicionadas por lo natural y sus leyes entrópicas, desde donde recibiremos sólo resultados naturales. Pero si nos atrevemos a ejercer visión celestial a través del escuchar lo que enseñan las promesas divinas lograremos a actuar de manera natural, pero recibiendo la asistencia celestial de tal modo que nuestras acciones naturales se transformarán en sobrenaturales y lograrán así la manifestación de los milagros y prodigios propios de los hijos de Israel.
En esta parashá la Torah del Eterno nos quiere enseñar que el corazón humano es más importante que la visión por dos motivos:
- La interpretación que le damos a lo que vemos o escuchamos viene del corazón.
- Existe un refrán popular que dice: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”. Si el dicho es correcto, también el axioma contrario lo es: “No hay mejor observador que el que realmente quiere ver”. Si mi corazón quiere ver, entonces seguramente veré. Fue el corazón que le dio la orden al ojo. Según nuestra manera de ver las cosas así nos será hecho.
En esta semana el Eterno nos llama a conocer nuestra propia naturaleza y estar conscientes de quién maneja a quién, que detrás de toda mirada inocente hay un maquinista que está moviendo esta interface. Los espías que hablaron mal de la tierra de Israel utilizaron este mecanismo, los ojos sólo confirmaron lo que ya tenían en el corazón, los ojos sólo vieron lo que el corazón quería que vieran.
Debemos tener más cuidado de lo que queremos ver que de lo que realmente vemos.
Para buscar la conclusión a todo lo que venimos aquí considerando, hallo conveniente hacer mía la oración el apóstol Pablo por los santos de Éfeso:
“Mi oración es que los ojos de vuestro corazón sean iluminados, para que sepáis cuál es la esperanza de su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál es la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia de la fuerza de su poder” (Efesios 1:18-19)
Entonces, si eres discípulo del RYBY (Rabeinu Yeshua Bar Yosef) y crees que Él es el Mesías, debes comprometerte a mirar las cosas con los ojos del espíritu, es decir desde arriba, desde la cima del Monte Santo (tu interioridad ascendida). Si has reflexionado esta lección, te solicito que te propongas a observar la realidad de las cosas físicas pero sin quedarte tildado en ellas, sino escuchando y mirando lo que dice nuestro Padre Celestial, ya que el Cielo es el que tiene la autoridad sobre la Tierra y el poder para cambiar todo lo terrenal por medio de tu declaración. Decídete por ser un colaborador con el Creador, y verás como las promesas del Eterno son capaces de transformar toda situación de la fisicalidad según los recursos benditos que ya contamos en el Cielo, gracias a los méritos de nuestro Dueño y Maestro Yeshúa.
_______________________________
Bueno será que puedas ingresar a esta Webinar (Aula Virtual) y ampliar lo que en esta bitácora hemos considerado: