Ante todo esto, la pregunta más grande de la historia humana sigue presente: ¿Por qué Dios esconde Su rostro mientras lleva a cabo Su propósito?Quizás la respuesta más apropiada yace en lo que podría considerarse el clímax de la historia de Ester, cuando Mardoqueo, el líder de la comunidad judía, le dice a su prima, la reina Ester, que debe revelarle al rey su identidad verdadera e implorarle que salve a su pueblo del decreto de Hamán. Cuando Ester le recuerda que si se acerca al rey sin una invitación puede ser ejecutada, Mardoqueo le responde de una manera sorprendente. En lugar de pedirle que utilice su poder e influencia, como hubiésemos esperado, le dice con calma:
En otras palabras: «no te necesitamos Ester, ¡tú nos necesitas a nosotros! Porque cuando Dios se oculta, por así decir, y permite que el mal asome su asquerosa cabeza, no es porque haya perdido el control de Su mundo y necesite nuestra ayuda; sino porque quiere crear una oportunidad para que demos un paso adelante y llenemos el vacío existencial que se ha formado». Los desafíos e imperfecciones que experimentamos en la vida son precisamente las cosas que nos incitan a materializar nuestro potencial, lo que significa que incluso lo «malo» en nuestro mundo es, en realidad, lo mejor para nosotros.
En este libro el nombre de Dios ni siquiera aparece. Pero cuando todo es dicho y hecho, Su presencia es reconocida en cualquier parte. Él no está oculto. Sólo aparenta estarlo. Depende de nosotros encontrarlo en cada evento de nuestras vidas.
El mensaje particular, por lo tanto, es ver la mano de Dios en la historia y en los asuntos mundanos.