Las intensas lluvias que la semana pasada azotaron a tres regiones desérticas del norte de Chile provocaron al menos 23 muertos, desde la versión oficial, 57 desaparecidos, 22.381 damnificados, 3.490 albergados y más 14.000 viviendas afectadas solamente en la región de Atacama.
La reconstrucción costará más de 1.500 millones de dólares, anunció la presidenta Michelle Bachelet.
Todo estos hechos demandan ser interpretados desde una óptica espiritual. Es necesario que los varones y las mujeres que caminan esa nación se humillen delante del Creador y lo reconozcan como el Soberano que tiene el control de todas las cosas, y que providencialmente permite que los tiempos y sus circunstancias escriban mensajes invisibles que permitan entender Su perfecta y agradable Voluntad.
Observando estas imágenes podemos discernir que este fenómeno inusual era el azote usado por el Soberano Dios a fin de llamar a esta nación a las sendas antiguas que alguna vez le marcar a por medio de sus enviados.
Los escogidos de Chile, y aún todo hombre que pueda entender los códigos sobrenaturales de estos fenómenos, deberán aceptar que las catástrofes naturales que están viviendo son consecuencias del ambiente moral que cada habitante de este país ha permitido.
Este desastre natural no es más que la manifestación física del aluvión inmoral y corrupto que viene socavando los fundamentos de cada hogar chileno.