Por Moisés Franco
«Y hará YHVH con ellos como hizo con Sehón y con Og, reyes de los amorreos, y con su tierra, a quienes destruyó. Y los entregará YHVH delante de vosotros, y haréis con ellos conforme a todo lo que os he mandado. Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque YHVH tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará.
(Devarim/Deuteronomio 31:4-6 | RV60 adaptada)
Mientras estudiaba y meditaba la parashá Vayelej, el Espíritu Santo me hacía ver diversos códigos de Luz en estas pocas líneas, los cuales iremos desglosando.
¿Qué representan los citados reyes? ¿por qué la Torah los nombra por su nombre en lugar de referirse a ellos sólo como los “reyes amorreos”?
Sehón o Sijón significa “tempestuoso” (Strong). Una tempestad es una “tormenta grande, especialmente marina, con vientos de extraordinaria fuerza” y también “conjunto de palabras ásperas o injuriosas”; además de “agitación de los ánimos”, según la RAE.
Por lo cual podemos decir que este monarca está representando la inestabilidad emocional que hace que los deseos y decisiones de una persona vayan y vengan, como las agitadas olas del mar.
“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”.
(Santiago/Jacobo 1:5-8| RV60)
El segundo rey es llamado Og, cuyo significado es “redondo” (Strong). Discierno que esto representa a los círculos viciosos, a la zona de confort que mantiene a la persona dando vueltas en lo mismo.
Esto se relaciona con lo anterior dado que la duda genera inestabilidad y eso hace que no se mantengan firmes las decisiones ni las acciones para alcanzar lo propuesto. Entonces, se termina siempre en lo mismo.
En definitiva, como queda manifiesto en el versículo sexto del citado capítulo de Devarim, los enemigos que debemos vencer sin piedad son el miedo paralizante (yaré) y el quebranto o desánimo (aráts).
¿Cómo hacerlo? La respuesta está en el mismo pasaje: “esforzaos (jazak) y cobrad ánimo (amats)”.
Llamativo es que el primer verbo es aplicado en la expresión que se usa al terminar el estudio de un libro de la Torah: “jazak, jazak, venitjazek” (“¡sé fuerte, sé fuerte, y nos fortaleceremos!”).
Entiendo que esta interesante frase tiene que ver con la retroalimentación entre lo individual y lo colectivo. Es decir, porque el individuo se fortalece, toda su comunidad lo hace.
Pero también, si los sabios judíos han tomado esta frase para alentar el estudio de la Instrucción, es porque evidentemente entienden que el “esfuerzo” del que nos habla Devarim para vencer a los enemigos tiene que ver con el estudio de la Torah.
Ahora bien, nosotros entendemos que esto no sólo debe ser en un mero nivel intelectual, sino llevándola al corazón primeramente por medio de la apertura al obrar del Espíritu Santo, quien viene sólo por la fe en Yeshúa el Mesías. (Gál. 3:2-5)
Y hablando de Él, nuestro maestro nos da un ejemplo práctico de cómo se ejercita este combate a los “reyes amorreos” cuando en los evangelios se relata que en medio de una tempestad la barca donde viajaba con sus discípulos se hundía mientras él descansaba.
Al avisarle sus aprendices:
“Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”
(Mr. 4:39-40 |RV60)
Soy abierto a los aportes de distintas disciplinas como la psicología, la psicología social, el coaching a la vida de fe individual y eclesiástica. Pero también creo que debemos ser sabios al tomar esos aportes para no enredarnos en cosas que le encantan al ego, volviendo a las debilidades y adversidades dioses donde todas las conversaciones giran entorno a ellos.
Creo que hay momentos donde simplemente con la misma fe de Yeshúa debemos decir: “¡calla, enmudece!” a las voces interiores que quieren derribarnos (que en verdad no somos nosotros, sino la voz del adversario alimentando nuestro ego).
Se trata de hacer callar, confiar y actuar (porque el avance en algún momento implica acción).
Anhelo que el Espíritu del Señor te fortalezca para que al hacerlo todos nos fortalezcamos.
¡Shalom!
Moisés Franco